LA DIADA DEL ESTATUTO

 

  Editorial de   “ABC” del 12.09.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Con un breve comentario a pie de título:

 

 Y ALGO MUCHO PEOR TODAVIA (L. B.-B., 12-9-06, 8:30)

 

El final de este editorial afirma que si el Tribunal Constitucional no interviene drásticamente para anular el Estatuto se producirá la deserción constitucional de Cataluña y el colapso estatal para el resto de España. Pero en mi opinión la cosa puede ser mucho peor todavía: si la democracia constitucional no actúa con los medios constitucionales de que dispone para defenderse su crisis de legitimidad será total. Se habrá producido nuevamente un "trágala" en nuestro país que desacreditará totalmente lo que será una pseudodemocracia y se abrirá el camino a cualquier tendencia cantonalista o golpista que aparecerá inevitablemente.

 

Pero parece que en este país el uso de la razón para diagnosticar, prever y progresar es inútil: la ineptitud de nuestros políticos y de algunos técnicos constituconalistas es evidente. Habrá que esperar a ver que grado de profesionalidad existe entre los magistrados del Tribunal Constitucional.

 

Para que no quedara duda alguna del nuevo tiempo que ha empezado en Cataluña, Pasqual Maragall celebró ayer la Diada «nacional» congratulándose de que esta comunidad autónoma «es una nación reconocida como tal por el Parlamento español», confesión de parte sobre la inconstitucionalidad estructural del nuevo Estatuto, aunque no fuera ésta la intención de su afirmación. Además, glosaba Maragall el escenario estatutario utilizando ese lenguaje predemocrático que distingue aún entre «catalanes y castellanos» y confiaba en Europa -no en la Constitución, ni en la democracia española- como aval de que «nadie se come a nadie y todos continuamos siendo lo que somos: los catalanes, catalanes; y los castellanos, castellanos». Lo español ya no merece, por exclusión, la garantía de nadie. Rechazó también la independencia, eso sí, por ineficaz y porque «sería ridícula en la Europa de hoy», razonamiento que ignora que, ante todo, la independencia de Cataluña sería -además de ineficaz y ridícula- inconstitucional.

Podría entenderse que el aún presidente de la Generalitat quiere despedirse de la política complicándole aún más la vida a su sucesor en la candidatura socialista, José Montilla, pero lo cierto es que sus palabras, aunque busquen ajustar cuentas, resultan plenamente ciertas en cuanto al reconocimiento nacional de Cataluña. Esta Comunidad Autónoma ha celebrado su primera Diada con un Estatuto nacionalista, mucho más que el anterior. Constitucionalmente, ha mutado el modelo autonómico en uno confederal, instaurando una relación bilateral, y en condiciones de igualdad política y financiera, entre el Estado y la Generalitat, que rompe el principio de autonomía como forma de organización del Estado, y lo convierte en una coartada para la suplantación de la organización estatal. Ideológicamente, el Estatuto ha implantado un sistema institucional a la medida exacta del nacionalismo, definiendo un autogobierno de nueva planta, legitimado no por la Constitución -citada en el Estatuto como mero formulismo-, sino por derechos históricos previos, sólo vivos en el discurso del nacionalismo y de los nostálgicos del Antiguo Régimen, con sus privilegios financieros y jurisdicciones especiales.

Este análisis es compatible con el hecho de que todo haya sucedido bajo mandatos del PSOE y del PSC, en los gobiernos central y autonómico. Es más, todo se explica porque son los socialistas quienes, desde el poder y como estrategia de poder, han abanderado y ejecutado un proyecto nacionalista de consecuencias constitucionales para toda España. Las palabras de Maragall incordian a sus compañeros del PSOE, pero reconocen una obviedad, y si se reciben mal en su partido y comprometen al precandidato Montilla es sólo por razones tácticas, pues los socialistas quieren ahora jugar con la segunda baraja del españolismo después de haber hecho el trabajo a los nacionalistas y con ellos. Realmente, la crisis en el PSC no se debe a discrepancias programáticas, sino a disputas de poder interno. A estas alturas se desconoce qué desacuerdos mantiene Montilla con el nuevo Estatuto de Autonomía, o con la estrategia general seguida por el tripartito, o con el papel jugado por Rodríguez Zapatero en las operaciones de rescate del proyecto estatutario, mano a mano con Artur Mas. Se desconoce, en suma, qué decisiones se han tomado al respecto en contra de su opinión. Por el contrario, Pasqual Maragall dice que Cataluña es una nación porque quiere recordarle a su partido -y a Zapatero, y a Montilla- lo que el PSOE ha hecho con Cataluña y con España al aprobar el nuevo Estatuto. Lo mismo que cuando afirma que el Estado es residual en Cataluña -y se jacta de ello-, se limita a constatar las consecuencias de lo pactado por Rodríguez Zapatero con el nacionalismo catalán, que se resumen en que, ciertamente, el Estado es tan residual en la comunidad catalana que sólo una intervención drástica del Tribunal Constitucional podrá evitar la definitiva deserción constitucional de Cataluña y el colapso estatal para el resto de España.