SOMOS CATALANES (I)


Artículos de Ágora Socialista, publicados en “ABC” de Cataluña recientemente.

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)


¡BRAVO¡ ¡AUN QUEDAN SOCIALISTAS EN CATALUÑA! (L. B.-B., 11-7-05) (ENTRE PARENTESIS: ESTA VISTO QUE NO PUEDO COMENZAR LAS VACACIONES L. B.-B.)
Otra vez, y desde nuestra condición de catalanes, expresamos algo obvio: existimos.

En efecto, somos catalanes: ni vamos a pedir permiso para serlo ni vamos a conceder a nadie la prerrogativa de dudarlo. En cuanto al origen, unos somos catalanes de Archidona y otros de Argentona. Nos llamamos Pujol o Cerrillo, Margarida o Fuensanta, pero todos somos catalanes. No vamos a presumir
ni de número ni de proporción ni de antigüedad, para eso están los registros y los censos; pero somos catalanes. Ni siquiera somos "los otros catalanes", no, somos catalanes. Tampoco somos catalanes porque tenemos voluntad de serlo, que la
tenemos. Lo que nos hace catalanes es simplemente nuestra existencia, aquí y ahora.

Justamente lo que erosiona nuestra condición de catalanes es la busca y rebusca de definiciones para saber que somos catalanes. No hacen falta, somos catalanes. Esto, que es tan elemental, conviene que lo tengamos claro unos y otros, especialmente ahora que esta obviedad va a ser de nuevo torturada hasta hacerla desaparecer en el nuevo Estatuto en gestación.

Unos, porque apropiarse de la sustancia de un todo desde una parte es una forma de violencia, sutil pero intolerable. Otros, porque aceptar y asumir pruebas de naturaleza social añadidas a la condición de ciudadanía es el camino inexorable para desembocar en la fe del converso y en la marginación perpetua.
Como marginación perpetua es reproducir nichos aislados de costumbrismo, subvencionados caritativamente y bajo el epígrafe de "lo nuestro", como defensa y refugio frente al poder normalizador.

Lo nuestro, en realidad, es saber que somos catalanes y que también conformamos Cataluña. Cataluña nos conforma y nosotros conformamos Cataluña. Hay interacción entre contenido y continente. Hay dialéctica, temporalidad, historia,
contingencia. Por esa razón hablar de Cataluña en términos de esencia es no decir nada, si no se añade en qué coordenadas temporales, sociológicas, económicas o políticas la estamos situando.

En la Cataluña actual se ha instalado un discurso con vocación de único y pretensiones atemporales. Es el de la Cataluña esencial, predefinida, idealizada y perfecta, salvo que está por realizar. Para alcanzar esa realización plena hace falta disponer de un territorio, una lengua, una economía suficiente, una población homogénea y una soberanía y un poder coercitivo, es decir poder de Estado (de Estado autoritario, incluso dictatorial, ¿recuerdan el discurso final de Heribert Barrera?). Por eso las llamadas a la conciencia nacional, a la actitud de alerta, a la
exigencia de integración y de asimilación. Esto justifica la pretensión del nuevo Estatuto y la advertencia de que el que se pretende ahora es sólo para los próximos 20 o 25 años.

Sin embargo, existen muchos otros catalanes que ven las cosas de otro modo: para nosotros, esa proyección idealizada tiene muy poco de realista, pero sobre todo tiene mucho de amenaza. La propia invasión de ese pensamiento único en la
clase política y en las instituciones tiene efectos perversos: todos somos catalanes, pero unos se ajustan al perfil y otros chirrían ante el patrón previamente definido; por ello, en la práctica, unos acaban siendo más catalanes que otros. Se consagra la dualidad social por vía de la apropiación de la legitimidad. Se siembra el convencimiento de que ser "de los de aquí" es un plus añadido, que antes o después se materializará en una ventaja sobre los otros, ante un nombramiento, ante una oposición, ante una subvención, ante el entendimiento con la administración, ante la ubicación en la pirámide social... ya que las instituciones catalanas deben ser representadas por apellidos catalanes, deben ser explicadas mediante expresión catalana, en definitiva, deben ser "presentables y coherentes".

Es hora de decir que no; que no queremos la segregación institucionalizada; que no queremos el veneno social sembrado al amparo de la épica y del idilio. Es necesario redefinir Cataluña. ¡Comencemos!





SOMOS CATALANES (II)


Ágora Socialista.

Deciamos que es necesario redefinir Cataluña: ¡Comencemos!.  Comencemos por ampliar el concepto de lengua catalana repudiando el concepto de lengua propia. La lengua propia de Cataluña la compone el murmullo de los arroyos, el silbido del
viento, el estruendo de las olas o el bramido de las tormentas. Pero son los catalanes quienes hablan; los humanos no tienen lenguas propias, tienen lenguas maternas, vernáculas, aprendidas... y son las instituciones quienes tienen lenguas
oficiales. La expresión "lengua propia" encierra la pretensión de apropiarse de ella y de convertirla en una herramienta más de poder. Si somos catalanes y nuestra lengua es el castellano, nuestra condición de catalanes catalaniza el castellano, lo hace catalán. Cuando una realidad cultural y social de envergadura
se integra en otra, no lo hace mimetizándose, sino transformando su naturaleza.

Decir esto no es blasfemar; decir esto es reflexionar y racionalizar, que son condiciones necesarias para invitar a pensar, para generar nuevas propuestas en la necesaria redefinición de nuestra sustancia social y de nuestra estructura política. Es necesario formular principios que puedan ser asumidos por todos los catalanes.

El primero de éstos es el principio de naturaleza; debe asumirse que es tan natural para Cataluña el catalán de los catalanes como el castellano de los catalanes. Es absurdo e injusto el predominio de una lengua sobre la otra, cuando ambas son empleadas de manera indistinta por la mayoría de la población, en el trabajo, en el vecindario, en el comercio y en su propio seno por infinidad de familias; por eso ambas deben ser amadas y cuidadas como partes de un mismo patrimonio.

Debe seguirle el principio de reciprocidad, y éste en sus vertientes afectiva y legal. Es legítimo esperar el aprecio afectivo de la lengua de unos por parte de los otros. En realidad esta circunstancia es fácil de lograr si no se interfiere en la buena
voluntad de las gentes. Sin embargo, es inasumible ser de lengua castellana, estar percibiendo la hostilidad hacia esa condición y,  al mismo tiempo, ser solicitado hacia una actitud favorable hacia los que efectúan dicha hostilidad y hacia la
lengua que emplean como ariete. En la aplicación legal debe perseguirse el mismo principio de reciprocidad en conocimiento y en uso, pero sin ventajismos ni trampas.

Ello ha de conllevar el principio de la Administración neutra, que asuma y fomente los dos principios anteriores y que los proteja de la política partidaria haciéndolos intocables. La Administración ha de procurar estar al servicio de los administrados . Es realmente sorprendente y espurio el comportamiento de la administración en Cataluña, que bajo la coartada de la protección de la lengua amenazada y de la reparación de la  "injusticia histórica" ha invertido los papeles,
haciendo que sean los ciudadanos los que se pongan al servicio de la Administración. Obviamente, ello implicará de manera fulminante la eliminación de la prerrogativa de la Generalitat de ser juez y árbitro en la concesión de categorías en el conocimiento idiomático, usurpando este papel a las instancias académicas. De igual modo, instituciones como el Institut d'Estudis Catalans o TV3 deben ocuparse tanto del catalán de los unos como del de los otros, es decir, del castellano.

En las condiciones resultantes de la aplicación de estos principios ¿tendría sentido la estúpida e inacabable polémica sobre la definición de "cultura catalana"? ¿tendría sentido la manida y recurrente descalificación de unos catalanes sobre
otros tildándoles de "anticatalanes"? ¿no son acaso verdaderos anticatalanes los que repudian a la mayor parte de la sustancia humana, cultural y lingüística de Cataluña? ¿cómo pueden posicionarse como verdaderos catalanes quienes se
avergüenzan de la propia realidad catalana? ¿cómo interpretar, si no, que los mossos d'esquadra, para irritar al poder, materialicen sus huelgas comunicándose en castellano? ¿cómo no llamar anticatalana torpe y miserable a la dinámica
que implica desaprovechar energías, entusiasmo, eficacia laboral, capacidad creadora, sentido de grupo y de pertenencia de grandísima parte de la sociedad?