PASIÓN DE CATALANES

 

 Artículo de Ignacio Camacho en “ABC” del 03.11.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Una de dos: o Zapatero es el presidente más chapucero y tirillas que ha engendrado la democracia española, un cruce de Mister Bean y Adolfo Suárez sin el carisma frugal de la tortilla francesa, el rey de la improvisación y la fuga hacia delante, o nos ha salido un estratega de altos vuelos, un sofisticado ajedrecista capaz de sacrificar un alfil para poner jaque a la dama en tres jugadas. Aunque también puede que se trate, simplemente, de un tipo con suerte, esa clase de gente que siempre se encuentra un tesoro cuando derriba sin querer la pared de su casa o acierta la bonoloto tras haberse quedado sin blanca en un negocio ruinoso.

Porque, objetivamente, las elecciones catalanas han sido un fracaso en toda regla del Partido Socialista. Zapatero alentó un tripartito desastroso, impulsó un Estatuto delirante, liquidó a un Maragall errático y envió como candidato a un Montilla que llevaba la derrota pintada en su cara de cura exclaustrado. Como consecuencia de esa gestión salpicada de éxitos, el PSC ha cosechado un descalabro estrepitoso y contribuido a una abstención galopante. Es decir, ha ido de victoria en victoria hasta la derrota final. Sin embargo...

Sin embargo a Zapatero le interesa que sea presidente de Cataluña ese acartonado Artur Mas que parece persuadido de que el destino natural de su comunidad es ser gobernada por el nacionalismo. Porque si el Gobierno de Madrid trama en Barcelona una coalición de perdedores, reeditando el tripartito y birlándole a CiU en los despachos lo que ha ganado en las urnas, el PSOE se puede ir despidiendo del aliado que necesitará para aislar al PP antes y después de las próximas generales. Y el Pacto del Tabaco, el oxígeno presupuestario y todas las ventajas que ha concedido en los últimos tiempos a Convergencia se volverían combustible de una hoguera de cuernos y pasiones traicionadas.

Volviendo al principio, pues, podría ser que todo obedeciese a una sinuosa envolvente de Zapatero, que tras el embrollo estatutario habría elegido a Mas como su verdadero candidato catalán, arrojando a Montilla de obediente señuelo para una derrota segura. Pero también podría ocurrir que CiU utilizase el fruto electoral de los favores recibidos para montar una coalición soberanista con los chicos de Carod y dejar a la Moncloa victimada con su propia estrategia. En el primer caso estaríamos ante un Maquiavelo posmoderno; en el segundo, ante un ingenuo chapuzas, un alguacil alguacilado por otro alguacil más listo. Lo sabremos a no mucho tardar; entretanto, lo que resulta seguro es que, de todas las combinaciones posibles en este retorcido enredo que Carlos Herrera llama con guasa «Pasión de catalanes», Mas gana en dos, Carod en otras dos y Zapatero y Montilla sólo en una (diferente) cada uno. Es decir, que alguno puede haber incendiado el bosque para acabar quemándose el culo.