MIEDO AL REFERÉNDUM

 

 Artículo de Francesc de Carreras  en “La Vanguardia” del 20.05.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 


Ha llegado la hora de la verdad, hay que afrontar la prueba del referéndum y a los partidarios del nuevo Estatut la piel no les llega al cuerpo por el miedo a las urnas. Diversas meteduras de pata lo demuestran.

En primer lugar, parece que fue Joan Saura quien tuvo la ocurrencia de alargar dos horas el horario de votación para que así la gente pudiera llegar a tiempo tras pasarse el día tumbada en la playa. La ley electoral no lo permite, pero el conseller ya lo había soltado: también sostuvo que el proyecto de Estatut aprobado por el Parlament era impecablemente constitucional. El derecho, por lo visto, no es exactamente lo suyo.

Pocos días después, otra noticia es una nueva muestra de la obsesión por la abstención: el referéndum no se celebrará en domingo sino en día laborable. Un pequeño detalle se les escapaba: los empresarios y la Administración pública deberían conceder un permiso remunerado de cuatro horas a trabajadores y funcionarios para ejercer el derecho a votar. Viejas estampas del franquismo acudían a nuestra mente. Como no era cuestión de indisponerse todavía más con los empresarios, el Gobierno catalán se echó inmediatamente atrás, no resultara que el remedio fuera peor que la enfermedad.

El día 10 de mayo, el pleno del Senado debía realizar por la tarde la última sesión para votar definitivamente el Estatut. Pues bien, este mismo día por la mañana los ciudadanos recibieron con fecha de dos días después una carta del presidente Maragall - en catalán y castellano, bilingüismo cuando interesa- en que recomendaba votar sí en el referéndum. ¿Y si el Senado hubiera votado no? Error administrativo, se excusaron en Presidencia de la Generalitat. Obvio: van acelerados, son los nervios.

Tras el 30 de septiembre pasado, los que criticábamos el nuevo Estatut éramos tachados de personas raras, casi marginales en la sociedad catalana. Como argumento se nos repetía constantemente que el proyecto catalán había sido votado por el 89 por ciento del Parlament de Catalunya; y añadían para arrinconarte más: "Que representan al 89 por ciento de los catalanes". Ahora el Estatut ha sido votado afirmativamente por el 54 por ciento del Congreso y el 49 por ciento del Senado. Y los mismos que arrogantemente utilizaban el peregrino argumento del 89 por ciento ahora ya se conforman con que el sí gane al no aunque sea por los pelos y que la participación no sea menor que en el referéndum europeo. ¿Tanta distancia hay, en la actualidad, entre la clase política catalana y el ciudadano de a pie? Miedo a que la distancia se manifieste.

Pero los errores siguen. El primer lema de campaña del PSC no ha podido ser más desafortunado. No he oído a nadie que lo defendiera. "El PP usará tu voto contra Catalunya". El doberman cabalga de nuevo. El recurrente voto del miedo. Ningún mensaje positivo, sólo los fantasmas de siempre. Y utilizando el mismo lenguaje del pujolismo: "Catalunya soy yo y todo lo que vaya contra mí, va contra Catalunya". ¿Recuerdan? Hay poca materia gris en el PSC.

Por último, en estos últimos días Maragall se distancia de Rodríguez Zapatero. Todos tiemblan. Es obvio que el presidente del Gobierno no desea que Maragall repita como cabeza de lista a la Generalitat. Pero si alguien puede sacarles del atolladero del referéndum es precisamente Zapatero. ¿Es inteligente que Maragall le acuse públicamente, en estos momentos, de confundir Catalunya con el nacionalismo catalán?