MARAGALL, DE MOLT HONORABLE A CHEF DEL SOUFFLÉ CATALÁN QUE SE DESINFLA

 

 Artículo de Eusebio Cedena Gallardo  en “El Semanal Digital” del 08/03/05

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

El president acumula errores desde el estallido del escándalo del Carmel. No da una y cada declaración suya no hace más que echar leña al fuego de la gran crisis catalana del momento.

8 de marzo.  Pasqual Maragall poseía un capital político importante. Su bagaje, desde luego, no era desdeñable y en noviembre de 2003 se presentó a las elecciones catalanas bajo el sello de calidad de su prestigio. Currículum a este hombre no le falta. Representaba para muchos la quintaesencia de la política de altura, la elegancia en el arte de la democracia, la fina sensibilidad para el diálogo y el consenso. El buen rollito en versión estilizada, refinada y culé: Maragall era el progresista perfecto para el oasis catalán, la solución tan deseada después del interminable régimen implantado por Pujol. Un gran soplo de aire fresco para abrir de par en par las ventanas de la Cataluña convergente y llevar modos nuevos a la que se vendía como la más chic de nuestras autonomías.

Aún así, Maragall no consiguió ganar las elecciones. Su resultado no fue malo, se alzó siete mil votos por encima de CiU y Artur Mas pero cuatro escaños menos en el Parlament. No pudo gobernar en solitario, como hubiese sido su deseo y en ese envite a don Pasqual se le empezó a ver la cara de verdad, como un poco después a Zapatero, aunque bien es cierto que a Bambi en otras circunstancias. Maragall tenía más alternativas para convertirse en el president de la Generalitat, pero su corazón filonacionalista le llevó hasta Carod-Rovira y el día que tomó esa decisión empezó seguramente a tirar por la borda, en dosis pequeñas pero ininterrumpidas, el perfil amable, progre y mansurrón que había acumulado. Al tipo enrrolladete de la progresía catalana se le puso pronto cara de vinagre y superioridad, acentuada cuando empezó a hablar un idioma diferente al de sus conciudadanos y se fugó al espacio sideral en la nave del tripartito, dejando a todos los demás en tierra firme y a Cataluña en calzoncillos. Quiso antes a Saura y Bargalló que estar a pie de calle.

Hoy al Molt Honorable ya no se le oyen en público más que algunas tonterías, estupideces que no merece la pena ni siquiera comentar, como la nueva apelación a "las derechas y la Guerra Civil" y lo de sentirse como una "mujer maltratada". Pura verborrea impresentable. Al president el escándalo del Carmel le ha desencajado, pero sobre todo ha puesto al descubierto su profunda incompetencia para demostrar la cintura de otros tiempos y estar a la altura de las circunstancias cuando éstas son tan graves y acuciantes como las que ahora vive Cataluña y necesitan soluciones de precisión, alta política y gestores públicos dignos, decentes y al servicio de la sociedad que les vota y que les paga.

Desde hace más de un mes, Maragall acumula un error tras otro y no ha hecho más que evidenciar que su política se mueve en un mundo de intereses, juegos estelares y caprichos elitistas, ajeno a los ciudadanos y los problemas de cada día, y que desde luego ni el president ni el tripartito pisan tierra firme. Maragall, en su burbuja, ha perdido la ética y la estética. Ha puesto en fuga los valores que había sumado con el tiempo y hoy torpemente no hace más que tropezar a cada paso, acrecentando las grietas que amenazan con venírsele encima. Su política es el resto que cuelga de la cuerda de un globo pinchado. El soufflé catalán del tripartito se desinfla y Maragall es el chef que lo ha cocinado todo. Con lo bien que dicen que bailaba.