EL NUEVO PARTIDO

 

 Artículo de Iñaki EZKERRA  en “La Razón” del 19.06.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

La idea en realidad se ha venido rumiando entre bastidores desde la aparición del Foro Babel en 1997 y fue cobrando más fuerza a partir de la inauguración del tripartito catalán, de la clara explicitación del viraje nacionalista de Maragall y de la tenue oposición a ésta que ha constituido la llamada «línea Piqué».

Estos tres hechos reclamaban la creación de un nuevo partido porque evidenciaban un desolador fenómeno: la falta de liderazgo constitucionalista en Cataluña. La noticia es realmente saludable aunque trae otras dos consigo que no lo son tanto: que el PP pierde históricamente la oportunidad de ejercer tal liderazgo –con lo cual se pierde también la oportunidad de una respuesta con proyección nacional al nacionalismo catalán (esto es lo que le debe el PP a Piqué)– y que, al adoptar el «sello de la izquierda», la nueva formación renuncia

de antemano y de forma tácita a constituirse en la alternativa al nacionalismo y al PSC que podría haber sido de tratarse de un partido de centro.

De este modo, el nuevo «partido socialista» que avalan, entre otros, Albert Boadella y Félix de Azúa puede aspirar a lo máximo a llevarse todos los votos disidentes de la línea Maragall, muchos de los cuales iban hasta ahora a parar a regañadientes al PP de Piqué como una suerte de homenaje póstumo, huérfano y nostálgico

al defenestrado Alejo Vidal-Quadras.

De este modo, también se pierde otra oportunidad histórica e irrepetible: la de «recuperar por primera vez» para la causa constitucionalista a toda esa derecha española que se sumó a CiU en la Transición por mero pragmatismo y puro instinto de supervivencia ya que, en el contexto catalán, la triste AP no le servía como referente político para preservar sus intereses económicos. No cabe duda de que una coalición tan artificial

como CiU se formó no sólo con la derecha nacionalista catalana «de toda la vida», sino con sectores provenientes de una derecha no política sino sólo sociológicamente catalanista así como de la derecha franquista que ya no tenía su lugar en el mapa o de la derecha liberal, que no había tenido ese lugar nunca. La llegada del tripartito a Cataluña ha traído una sola cosa buena: el descabalgamiento de CiU de la Generalitat y la disolución de toda su red clientelista, tan difícil de romper como lo demuestra la experiencia vasca. Se

presentaba la gran posibilidad de diluir para siempre a esa formación aprovechando este momento único e insólito de su intemperie en las afueras del poder. El PP era el partido que podía haber aprovechado esta gran posibilidad atrayendo a esa derecha no nacionalista con «el cebo de la derecha que sigue siendo», no con

«el cebo de un nacionalismo en el que nunca creyó». Éste ha sido el error de Piqué, que no ha sabido llevarse ni esos votos aún verdes de CiU ni los maduros de la disidencia del PSC.

Y ya es demasiado tarde para arreglarlo. Ya hay un nuevo partido. No es tarde, en cambio, para que el PP de María San Gil tome buena nota.