ESPAÑA SE ESTÁ HABITUANDO AL FOLKLORE CATALÁN

 

 Artículo de ENRIC JULIANA  en “La Vanguardia” del  24/10/2004

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)


El Madrid político y periodístico es rudo, efervescente, enérgico tirando a temerario y, en algunas ocasiones, faltón. Es un tópico. Ramón María del Valle-Inclán lo cimentó con La corte de los milagros y Camilo José Cela lo acabó de rematar con la metáfora desarrollista de Madrid como mezcla de Navalcarnero y Kansas City: un fondo rústico de vino, cordero y garbanzo modificado genéticamente por una agresividad propia del lejano Oeste.Yahora modulado por los rumores vía Internet y la arquitectura hightech de Santiago Calatrava. La Catalunya sosegada, cívica, balnearia, y nacional-progresista lleva años viviendo de este tópico, cómodo como un balancín y seguro como una libreta de La Caixa a plazo fijo.

De acuerdo. Madrid come picante nada más amanecer, la radio ruge y algunos diarios parece que regalen bates de beisbol previo recorte de un cupón. Van fuertes, es cierto, pero debajo de ese manto sulfuroso hay vida inteligente al pie de la torre Picasso. Hay una idea unitarista, más liberal-jacobina que falangista, que no es cutre y que conecta con las impetuosas corrientes que desde septiembre de 2001 vienen del Atlántico norte. El miedo como gran coartada para la destrucción de los viejos consensos.

Es el estandarte que Aznar quiso izar como símbolo de su triunfo personal. Hasta el delirio de El Escorial. Hasta el tremendo error de marzo. Es un cuadro mental que sigue vivo y que acaso salga reforzado, más en el fondo que en la forma, de las elecciones norteamericanas.

Hay una pulsión que empuja fuerte a favor de una reconstrucción de lo español como subjetividad potente. Están los libros de Javier Pérez Reverte, con su reciente novela sobre la batalla de Trafalgar, que ha logrado poner en pie una literatura nacional-popular de éxito. Hay también un afán historicista que no cesa y que lo remueve todo con ganas de pelea en las librerías. Los grandes personajes que la caspa del franquismo sepultó vuelven a escena bajo nuevos y actuales enfoques. Habrá que leer, por ejemplo, el libro de Henry Kamen sobre el gran duque de Alba: la crueldad, revisada.

Lo curioso es que esta España enfadada y mentalmente activa, que observa los vaivenes del nuevo Gobierno como si fuesen un espectáculo selenita, como algo irreal e impropio de los tiempos, haya pasado medio por alto el pacto entre el PSOE y Esquerra Republicana para los presupuestos del 2005. La imagen de los asesores de ERC corriendo por los pasillos del Congreso para retirar, in extremis, la enmienda a la totalidad era tan suculenta que este periodista madrugó el viernes para no perderse el festín en los quioscos: ¡España en venta!, ¡vodevil en el Congreso!... pero, misterios de Madrid, anteayer la prensa dicha nacional fue misericordiosa.

Los jóvenes de Esquerra recién aterrizados en la capital dibujan una estampa humana interesante: una idealidad, un lenguaje tópico -l´Estat espanyol, por aquí, l´Estat espanyol, por allá-, una ambición cierta y una honestidad de fondo. El espíritu del Club Súper 3 to-mando contacto con los neones y el golferío de la Gran Vía. ¡Ay, si tuviésemos un Balzac! Joan Puigcercòs, dicen algunos socialistas bregados, es "más listo que el hambre", pero no es fácil ganarle una partida de póquer a Alfredo Fouché Rubalcaba.

Transcurridos los primeros seis meses de la legislatura, la torsión catalana del momento español ya comienza a formar parte de lo cotidiano. Y ahí apunta el riesgo del folklorismo. De una nueva fenomenología que ni Gaziel, ni Pla, ni Ferrater Mora inventariaron porque no era de su tiempo: la gesticulación televisada, excitada e inocua. Un querer votar no a la Constitución europea con la tranquilidad de que los españoles ya garantizan el sí. Un arreglar el mundo desde Barcelona mientras la policía española y los jueces de la Audiencia Nacional desentrañan las tramas del terrorismo islámico. Un deseo de ser distintos, pero con las espaldas bien cubiertas. O sea, el sopar pagat que invocaba Francesc Pujols.

Las dos cosas más importantes que han ocurrido en Catalunya en los últimos meses -la firmad el convenio de Seat y la selección de la cultura catalana para la feria del libro de Francfort, previa gestión del Gobierno español ante las autoridades alemanas- son ajenas a la lógica en espiral de este catalanismo emprenyat de sobremesa. Un patriotismo de diálogos Messenger. Un bucle sentimental. Una mentalidad de fondo cívico que, acaso cansada de sus muy elogiadas virtudes, empieza a girar sobre sí mismay delega en España la gestión de lo dramático. El mundo cruje, sí, pero nuestro cacao es el de Macao. Ostres tu, què fort!