EL ZOMBI

 

 Artículo de FRANCESC-MARC ÁLVARO   en “La Vanguardia” del 08/03/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

La política catalana es hoy un zombi que va dando sustos por las esquinas y que, a fuerza de exagerar las muecas, convierte el cuento gótico en filme de terror malo, grotesco y ridículo, al estilo de esas cintas deliciosamente cutres de Ed Wood. No se extrañen por la metáfora, al contrario. Creo que los comentaristas tenemos licencia poética para esto y más, toda vez que el president de la Generalitat ha puesto el listón tan alto al iluminar esta crisis con referencias a souflés y vaselinas varias. Ayer mismo, en un nuevo alarde de su sensibilidad literaria, Pasqual Maragall no dudó en afirmar que su Govern "se siente como una mujer maltratada". Lo más relevante es que el zombi, como corresponde a un ser que vaga entre la vida y la muerte, no responde a ninguna lógica mínimamente racional y se mueve por impulsos, espasmos y sacudidas. Desde el llamado caso Carod hasta la actual polémica del 3 por ciento, la política catalana es materia para exorcistas y santeros. Josep Piqué ha presentado una moción de censura porque quiere figurar como el sacerdote que acaba con el vudú estructural de la tribu. Pero el líder del PP de Catalunya no puede esconder su auténtico objetivo: practicar la necrofilia propagandística con el zombi. Lo que no mata engorda.

La política catalana es un zombi pero la política de Catalunya -que es otra cosa- no existe. No existe desde el momento en que los partidos que firmaron el Pacte del Tinell, en diciembre de 2003, resucitaron un liderazgo fracasado en las urnas y demostraron no tener un plan B si en la Moncloa no gobernaba el PP, que era lo que todo el mundo daba por hecho. Y la política de Catalunya tampoco existe desde los años 1999 y 2000, cuando CiU no se desenganchó a tiempo de Aznar y no tuvo la suficiente cintura, sentido de previsión y mirada histórica para atender el cambio de alianzas que le propuso ERC. En aquel momento, Pujol menospreció abiertamente a Carod, poniendo así la base del Govern tripartito. La prueba del algodón de que la política de Catalunya no existe es que, a partir de las palabras de nuestros próceres, se ha fijado la feliz imagen de que Catalunya es el único territorio corrupto y sospechoso de España, lo cual es bastante inoportuno para plantear -por ejemplo- una nueva financiación autonómica. Felicitémonos por esta autopromoción que, gracias a la asimetría comparativa, tiene la virtud de convertir otras zonas de España (Valencia, Galicia, Andalucía o Madrid) en modélicos paraísos de virtud. Lo cual es maravilloso teniendo en cuenta que las empresas que trabajan para la Administración catalana también lo hacen en todo el Reino. La solución a la financiación de los partidos es un asunto general español.

De todas formas, el certificado definitivo de que la política de Catalunya es la nada nos lo ha regalado Zapatero al aprovechar nuestro psicodrama para fijar, a la baja, los límites de su talante plurinacional. ¿Qué puede hacer el zombi atontado contra la gente seria que tiene un Estado y un proyecto entre manos?

La política española ha resistido, desde 1975, grandes corrupciones, guerra sucia, manipulaciones autoritarias. Porque tienen un Estado y son profesionales. La debilidad catalana se debe, como ya explicó Vicens Vives, a nuestra relación con el poder. No tenemos estructuras de poder y, cuando parece que gestionamos algo, tendemos a no creérnoslo. Por eso nos toman a broma. Hasta que una nueva mayoría defina un proyecto claro de poder catalán bajo un liderazgo nítido y fuerte. Mientras no llegue, estamos condenados a repetir la frase del conde Gloster, en El rey Lear:"Bueno, ésa es la plaga de estos tiempos, que los locos conduzcan a los ciegos".