DIGNIDAD DE CATALUÑA

 

 

 Artículo de M. Martín Ferrand en “ABC” del 01.12.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Hoy está convocada en Barcelona una manifestación popular y callejera para «defender la dignidad de Cataluña». Es todo un síntoma de la evolución folclórica en el nordeste español. Antes -antes de ahora e, incluso, antes de antes-, los catalanes solían expresar su sentimiento colectivo, su amor a la tierra y la esencia de su emoción territorial reuniéndose para bailar sardanas. En círculo, dándose la mano los unos a los otros, administrando la difícil conjunción de los compases cortos y de los largos, los buenos catalanes afianzaban su personalidad de tan hermosa y singular manera. El cambio de los tiempos y la búsqueda de un alimento suficiente para el catalanismo separatista ha conducido al victimismo y nada como una manifestación doliente para expresarlo. A diferencia con el anterior, el nuevo folclore arrastra perniciosos efectos secundarios.

Lo más notable en la manifestación que hoy encabeza la muy monótona cartelera de espectáculos políticos en España es que Jordi Pujol tiene anunciada su asistencia. Nadie se resigna a irse difuminando en el recuerdo sin brillar en el horizonte y el veterano president dice querer que los catalanes reaccionen para evitar una «decadencia irrecuperable». Si no le faltara al veterano líder de CiU una mínima capacidad autocrítica sería capaz de entender que esa «decadencia» que tanto le inquieta es, en parte, la que él mismo sembró al encerrar a «su» Cataluña en una cápsula en la que, en perniciosa inversión de valores, un idioma y una identidad pasaron a tener mucho más valor que el talento y el cosmopolitismo. Algo explicable en muchos de los badulaques que solían acompañarle en la Generalitat, pero impropio en un líder de sus hechuras y méritos, que los tiene.

Salvo el PSC, en donde cada día resulta más difícil discernir si van o vienen, todos los partidos catalanes, la llamada Plataforma pel Dret de Decidir, acudirán a la manifestación. Mejor que para defender su dignidad, a la que nadie amenaza, lo harían con la demanda de un mejor uso por el Govern de las competencias que tienen transferidas. La decadencia catalana, que se palpa, no nace en Madrid; sino que germina con la narcisista contemplación del propio ombligo que, a falta de mejores proyectos, obsesiona a los partidos separatistas que tanto ha engordado José Luis Rodríguez Zapatero, otro iluminado con manías de grandeza.

Pujol es la guinda en la tarta de la manifestación de hoy en Barcelona. Antes, cuando el ejercicio del poder atemperaba sus impulsos, el líder convergente no solía participar en estos enredos; pero el irrefrenable afán de estar presentes que suele afectar a quienes fueron y ya no son y su instinto paternal le empuja al esperpento. La decadencia de Cataluña es el fruto de una política de porrón, butifarra y monchetas y lo único que atenta contra su dignidad es la conducta de muchos de sus líderes. Una pena.