ENCUENTRO CON EL CIUTADAN RIVERA

 

EL ROCK DEL DIPUTADO SORPRESA

 

Les separan 20 años, pero les une la pasión por las motos y por su partido, Ciutadans. El diputado Albert Rivera habla de sueños, estrés y dulces venganzas con el rockero Sabino

 

Reportaje por SABINO MÉNDEZ en “El Mundo” del 05.11.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el reportaje que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

«S'està fent una política de confrontació: els bons i els dolents, els catalans i els espanyols. Nosaltres ho diem al revés: catalans i espanyols són el mateix. Catalunya i Espanya són complementàries. Lluitaré per una Catalunya en què no et diguin fatxa per sentir-te espanyol. Creiem que les llengües són un actiu i no una arma de confrontació. Los nacionalismos la utilizan como arma siempre. A nosotros lo que nos importa es que haya una cultura de calidad y no en qué lengua esté escrita o interpretada. Ciutatans representa a los ciudadanos que no necesitan recordar que son catalanes, ciudadanos que viven y trabajan en esta tierra y no ese oasis ficticio que pretenden el resto de partidos políticos que han gobernado los últimos 26 años»

 

-Albert Rivera ha reiterado que en sus intervenciones en el Parlamento catalán utilizará castellano y catalán al 50%

 

Existen gentes sin espíritu que reprochan a los jóvenes de la moderna generación no tener la inquietud y el empuje de la juventud de sus tiempos. Son gente sin brío ni fe en el ser humano. Una mirada sin prejuicios y una pupila limpia de convencionalismos nos revela enseguida que la juventud actual es tan inteligente y tan cretina (ni más, ni menos, y en la misma exacta proporción) como los jóvenes que fuimos. Las diferencias entre los humanos (espacial y temporalmente) siguen siendo escasas: un poco más de cultura, un barniz de cortesía, un punto más o menos de higiene.

La verdadera diversidad sigue siendo económica. El humano es muy antiguo y el mundo muy viejo. La única diferencia principal que he podido encontrar en la juventud actual es una mayor posibilidad de alimentación y de información. Cuando pelean por obtener esa información, ordenarla de una manera realista y hacer algo con ella, obtienen una apertura de compás impensable hace algunos años.

Cuando conocí a Albert Rivera, hace ahora cuatro escasos meses, lo consideré una buena muestra de lo que digo. Nos encontrábamos en plena calle del barrio de Pueblo Nuevo, sobre dos palés de madera para mercancías, con una pancarta detrás y un breve equipo de sonido. Estábamos dando un mitin a favor de la nueva iniciativa de la Plataforma de Ciudadanos, en contra del torpe redactado del proyecto del nuevo Estatuto de Autonomía y señalando su excesivo carácter intervencionista que podía poner en peligro el sentido catalán de la justicia, la igualdad y la libertad individual. El ambiente se parecía más al de una charla en el speaker's corner de Hyde Park en Londres que a un mitin de la época de la Transición. No había ni una bandera y eso nos complacía mucho. Él era un abogado joven y yo un guitarrista de rock, compositor y escritor ya bastante viejo.

 

SABINO.- ¿Cuándo oíste hablar por primera vez de la iniciativa de Ciutadans?

 

ALBERT.- A través de Françesc de Carreras, yo había asistido a sus clases de Derecho en la universidad y me parecía un hombre sensato, de gran capacidad de análisis, riguroso. Lo bastante humano como para aún ser soñador y lo bastante sensato como para someter sus sueños a la prueba de la realidad. Procuraba no perderme ninguno de sus artículos. Siempre tenía algo interesante que decir y solía abordar los temas de Derecho que verdaderamente afectaban a nuestra vida de cada día, en lugar de rehuirlos como hacen muchos especialistas para no tener que pronunciarse. Supe luego que promovía, junto con otros, un manifiesto pidiendo un nuevo panorama político y ahí estaban, además, gente como el director teatral Albert Boadella, el escritor Félix de Azúa o el profesor de periodismo Arcadi Espada, nombres de gran prestigio cuya trayectoria de independencia me parecía además muy interesante.

 

Conectamos. Los dos éramos aficionados al motociclismo y admiradores de Alex Crivillé desde que, ya hace años, puso firme mundialmente a toda la mecánica japonesa con una máquina fabricada en un taller barcelonés por Jacinto Moriana, unas manzanas más allá de dónde nos encontrábamos. Además, desde que me casé con una abogada, no me ha quedado más remedio que aprender a contemplar la resolución de los problemas domésticos desde un punto de vista muy ajustado a ley, respetando el rigor, las posibilidades reales y la letra de los pactos. Hacer eso con Albert era fácil, puesto que también era abogado. El diálogo fluía y era constructivo, rápido y eficiente. Había nacido en Barcelona, en el barrio de la Barceloneta, junto al mar, el 15 de noviembre de 1979.

 

S.- ¿Te pareció que la iniciativa tenía posibilidades?

 

A.- Sí, comprobaba diariamente que la calle real tenía muy poco que ver con lo que proponía la Cataluña oficial. Los políticos del Parlament cada día se alejaban más en sus propuestas de lo que veía en la calle, de sus inquietudes y necesidades.

 

S.- ¿Cuándo decidiste implicarte?

 

A.- En la presentación del manifiesto de los intelectuales en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Tú estabas entre los que hablasteis en el escenario. Entonces no nos conocíamos. Se esperaban 300 personas y acudieron 1.500. Empecé a pensar que había muchos como yo, deseosos de plasmar esa inquietud en algo tangible.

 

Ese día, el 21 de junio de 2005, un martes de hace año y medio, desfilamos por el escenario más de 20 figuras de los ambientes teatrales, literarios, musicales, jurídicos, editoriales, filosóficos, periodísticos, filológicos... todos defendiendo el manifiesto pidiendo un nuevo partido político que habían firmado 16 intelectuales. Albert estaba entre el público y ahora, 400 días después, a punto de cumplir 27 años, va a sentarse como diputado en el Parlamento de Cataluña como cabeza de lista de aquel proyecto que, recién fundado, ya ha conseguido tres escaños en las recientes elecciones autonómicas catalanas, la primera cita electoral a la que se ha presentado. No podemos evitar concluir que nuestro diagnóstico parece que fue acertado.

 

EL EMPUJON DE INTERNET

 

S.- ¿Qué tipo de perfil te encontraste como media en la iniciativa?

 

A.- En general, gente que tenía su trabajo y se interesaba por estos temas cediendo tiempo de su ocio, después del esfuerzo del trabajo. Para rentabilizar bien ese tiempo empleado, y ponerse en contacto y debatir, una herramienta principal era Internet. Ideológicamente, lo que más encontraba era gente de izquierda moderada que encontraba que el nacionalismo de aquí estaba vaciado del ingrediente universalista y solidario a la izquierda habitual, hasta dejarla en una izquierda puramente de fachada, nominal y mandona. También aparecían conservadores moderados, liberales diría yo, y por supuesto -sobre todo al principio- se nos querían pegar extremistas tanto de ultraderecha como de izquierda abanderada y violenta, pero eran pocos y tuvieron que renunciar al no seguir sus iniciativas la mayoría.

 

Fue por esas fechas cuando las cosas se precipitaron en Cataluña. A decir verdad, todo el proyecto del estatuto al completo empezó a recordar furiosamente a un enigmático ejemplo de gobierno psicótico o, si se prefiere, de gobernar por la obsesión de gobernar. Los ciudadanos, ya desahogados por 25 años de mejor o peor democracia, quizá deberíamos empezar a desconfiar de esa tendencia de la izquierda de mis amores orientada hacia dar órdenes a todo el mundo y cambiar las reglamentaciones sin otra razón que el orgasmo que produce el disfrute de tomar decisiones sobre la vida y las conductas de los demás. En medio de todo ese panorama de confusión, los Ciudadanos se reunieron este verano en el Hotel Campus de Bellaterra y fundaron su partido, eligiendo a Albert de presidente. Entre las muchas opciones posibles escogieron la de un presidente de 26 años. Albert se presentó, ilusionado y con ganas de hacer algo, aunque no se hacía muchas expectativas de salir elegido. El objetivo, en una iniciativa tan transversal, era salir de allí con una ejecutiva de unidad y poner de acuerdo a todos. Fue tarea dura. Todo el mundo tuvo que renunciar a algo, pero cuando Albert subió al escenario, ya elegido, sudando muy emocionado, y empezó a hablar de su proyecto mucha gente en el hotel respiró viendo que se había acertado. El proyecto había cruzado su Rubicón decisivo.

 

S.- ¿Cómo se hace un partido político?

 

A.- Por necesidad. Surge por Internet, el ochenta o noventa por ciento de los militantes han llegado por Internet. No tengas ninguna duda de que nadie se mete en un lío como éste -que nos ha embarcado a todos en un trabajo enorme- sino fuera porque percibe de una manera urgente que la situación empieza a ser preocupante.

 

COLGADO DEL TELÉFONO

 

S.- ¿Qué parte te gusta y qué parte no te gusta?

 

A.- Lo más pesado son las horas de trabajo puramente organizativo. Pero creo que, de eso, ya no me voy a librar los próximos cuatro años o lo que dure la legislatura. Estar colgado del teléfono y del ordenador para montar una estructura logística y que todos se puedan encontrar en ella es estimulante pero agotador. Hay que cuidar que nada falle porque cada día hay más gente con una expectativa puesta sobre esto y hay que hacer todo lo posible para no decepcionarlos. Eso provoca un estrés constante, algo parecido a los preparativos para un concierto -que son largos, de trabajo gris y sórdido- para luego, comparativamente, el poco tiempo que tienes para disfrutarlo sobre el escenario. Lo compensa la sensación de participar, de incidir en la vida pública en un momento en que la sociedad catalana pasa una época confusa, muy complicada, dónde se va a decidir la dirección ética que tomará el futuro en los próximos diez años. Pienso en los hijos que algún día puede que tenga y siento que habré peleado legítimamente por el mundo que heredarán. No habré renunciado y arrojado la toalla. Además me gustan los productos de ese trabajo: hablar con todos, buscar acuerdos, buscar la sensatez, el punto de entendimiento para hacer cosas.

 

Albert tiene novia -Mariona- y una vida como la de cada cual. Vive ahora en La Garriga, a 40 kilómetros de Barcelona, pero la demostración de que Albert se lo tomaba en serio vino a continuación cuando, para preparar la campaña tuvo que pedir tres meses de excedencia en La Caixa dónde trabajaba de abogado.

 

S.- Eso supone tres meses sin sueldo.

 

A.- Sí. Me hace gracia cuando ahora los contrincantes, para justificarse a sí mismos, nos reciben con maledicencias e insinuaciones de ser una quinta columna financiada con oscuros intereses de sus rivales. No hacen más que preguntarse de dónde hemos sacado el dinero. Están tan acostumbrados a gastarse tres o cuatro millones de euros fácilmente en una campaña que no se creen que hayamos sido capaces de hacerlo todo con la décima parte y a través de las cuotas y las donaciones personales, además de las ayudas de los simpatizantes mentalizados. Tú mismo aprovechaste que estabas grabando unas canciones y nos grabaste el himno en un suspiro. Eso nos ahorró dos o tres millones de pesetas por lo bajo. Y encima era un rock.

Luego llegó el bombazo. La jornada electoral y los tres escaños que, sólo dos sondeos de entre los cientos que se habían hecho, se habían atrevido a insinuar. El primer partido del siglo XXI que se forma a través de Internet. El primero que consigue tres escaños en su primer intento a los tres meses de formarse. El primero que lo hace desde la ciudadanía, sin ayudas y con la propaganda institucional en contra. Algo está pasando.

 

S.- ¿Y ahora qué? ¿Qué saldrá de todo esto? ¿Lo llevaréis al resto del país?

 

A.- Bueno, ya sabes, cuando lo formamos la decisión final fue darle ámbito para todo el Estado. Desde el fracaso del referéndum por la Constitución europea en Francia y desde las últimas legislativas españolas, si algo ha quedado demostrado es la inutilidad de los sondeos. Cada día hay más votantes independientes -como en Estados Unidos, dónde constituyen la columna vertebral de la democracia- y nos alejamos más del guerracivilismo. No sé si conseguiremos más pero yo diría que sí. Necesitamos los votos de todos los que sientan curiosidad. Por supuesto, somos lo bastante realistas como para saber que no nos espera ninguna tarea inmediata de gobierno. Sólo hacer oír nuestra voz. Pero, en el futuro, ¿quién sabe? De cualquier manera, ahí queda lo hecho: dar forma y poner en contacto por Internet a miles de personas que no están de acuerdo con el enfoque étnico, patriotero y ramplón en que se ha basado la política últimamente y que quieren hacer algo para exigir administración de verdad, libertad e igualdad. Es un semillero. Creo sinceramente que va a ser muy importante para el futuro. Ahora lo que me va a ocupar es crear toda una estructura operativa que haga posible el crecimiento y hacerlo con mucho cuidado, para que no se cuelen oportunistas. Voy a ser durísimo con cualquier intento de posible corrupción o beneficio personal de todo esto. Eso son las preocupaciones inmediatas. No ser desbordado por lo que hemos creado. No morir de éxito.

 

S.- ¿Y qué somos? Lo hemos repetido mil veces y parece que nadie quiere escucharnos. Nos acusan de sus delirios más extravagantes. Que si Pim Fortum, que si populistas, que si ultraderechistas...

 

A.- Sí. Parece que no se hayan mirado el programa. Yo sigo repitiendo la definición de socialdemócratas orientados a un progresismo liberal. Y ya es una tradición en nuestros actos que nadie traiga banderas.

 

S.- Albert, a ti que te gusta la película Martín Hache, la comprensión del Derecho Costitucional, las motos, escuchar a Estopa, a El Ultimo de la fila, a El Canto del Loco, a Loquillo, a Chambao, etc. ¿No piensas, francamente, que les hemos dado un buen revolcón a los políticos habituales? ¿No sientes ahora un puntito de dulce venganza?

 

A.- ¿Sabes? La mejor venganza es vivir bien, estar satisfecho. Y creo que podemos estar satisfechos de lo que hemos hecho.

 

S.- Que seas feliz, si el gobierno te lo permite.

 

Sabino Méndez (Barcelona 1961) fue guitarrista y compositor del grupo Loquillo y Los Trogloditas y actualmente es escritor.