ENTRE LA CATASTROFE MONTILLA Y EL MILAGRO DE CIUTADANS

 

  Editorial de   “El Mundo” del 02.11.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Las elecciones de ayer en Cataluña han vuelto a poner de relieve el gran distanciamiento que existe entre los ciudadanos de esa comunidad autónoma y su clase política, lo que se ha traducido en una elevada abstención del 43%, la segunda más alta de la historia y sólo superada en 1992, año en el que Pujol se presentaba por cuarta vez consecutiva y Raimon Obiols por tercera.

Los resultados dejan la formación del nuevo Gobierno a expensas de un pacto que podría dar la presidencia al vencedor de las elecciones -Artur Mas- o al gran derrotado -José Montilla-, al que todavía los números le salen para reeditar el tripartito. El PP queda de nuevo relegado a la marginalidad política en Cataluña mientras irrumpe en el Parlamento Ciutadans de Cataluña, la formidable sorpresa de la jornada.

Habrá que reflexionar sobre los motivos de esta elevadísima abstención, que se produce pocos meses después de la entrada en vigor del nuevo Estatuto y pese a que los catalanes tenían la oportunidad de elegir un nuevo presidente que dejara atrás la aciaga era Maragall.

Artur Mas ha sido, sin duda, el vencedor ya que incrementa en dos sus escaños y también aumenta sensiblemente su ventaja sobre el PSC. Pero Mas no puede engañarse porque, en términos porcentuales, sólo ha conseguido un minúsculo avance de seis décimas, que se convierte en una caída de los votos reales por el fuerte aumento de la abstención.

CiU ha obtenido 48 escaños, lo que queda todavía lejos de los 56 de Pujol en 1999, cuando cosechó los peores resultados de sus cinco mandatos. Incluso entonces se pudo permitir el lujo de gobernar con el apoyo externo del PP.

El líder de CiU ha hecho una campaña innovadora y agresiva, pero su victoria puede quedarse en puro fuego de artificio ya que el triunfo de ayer no le basta para gobernar. Hoy mismo, Mas deberá comenzar a sondear a los dos partidos con los que puede asociarse para lograr una mayoría parlamentaria: el PSC y ERC.

¿Ha llegado CiU a su techo con Mas tras la retirada del carismático Pujol? La pregunta queda en el aire, pero, al menos, le resta al líder de CiU la opción de intentar un acuerdo estratégico con Zapatero para gobernar con el PSC en Cataluña a cambio de seguir apoyando al PSOE en el Congreso.

El gran derrotado

Toda la contundencia que le ha faltado a la victoria de Mas, la ha tenido, sin embargo, la derrota de Montilla. El PSC pierde cinco escaños y más de cuatro puntos porcentuales, lo que le aleja considerablemente de CiU.

Cuando Montilla se preguntaba anoche ante las cámaras por «el motivo» del retroceso electoral del PSC, muchos ciudadanos debieron pensar lo mismo: «El motivo eres tú». Su campaña ha sido sencillamente patética, lo que unido a su desprestigio personal, a la artificiosidad de su discurso y a su impostura al expresarse en catalán, explica el fuerte castigo electoral.

Montilla ha sacado mucho peores resultados que Maragall en 1999 y en 2003 y todavía su batacazo habría sido mayor sin el apoyo personal de Zapatero, que se ha volcado para evitar la debacle pero no ha podido impedir que su mediocre candidato retrotraiga al partido a los viejos tiempos de Obiols y Nadal.

Los dos pilares del Gobierno tripartito, PSC y ERC, han bajado de forma notable, lo que no impide que la fórmula pueda reeditarse, ya que, con el apoyo de IC, los tres socios podrían volver a gobernar con mayoría absoluta. Un desgarbado Montilla apostó anoche por esta opción.

Castigo a ERC

Veremos si Carod-Rovira apuesta por esta fórmula, ya que ERC también ha sufrido un duro castigo: pierde dos escaños y más de dos puntos en voto. En cambio, Iniciativa sube tres escaños y dos puntos, lo que puede ser interpretado como un premio a la seriedad de Joan Saura, la única voz sensata en esa casa de locos que ha sido el tripartito.

Cualquier acuerdo de gobernabilidad pasa por diversas combinaciones entre CiU y/o los tres partidos del anterior Gobierno presidido por Maragall. En este escenario, PP y Ciutadans de Cataluña quedan como fuerzas marginales, condenadas a ejercer la oposición. Pero no para ambos significa lo mismo.

Josep Piqué ha perdido en esta campaña la gran oportunidad de convertirse en la referencia de la oposición en Cataluña. Tenía la ocasión de presentarse como la única alternativa a la transversalidad nacionalista y la ha desaprovechado al jugar a compañero de viaje.

A Piqué le ha faltado coherencia y convicción -aunque no mérito- en esta campaña, en la que ha tenido que lidiar con circunstancias muy adversas. El PP ha retrocedido un escaño y un punto, lo que cuantitativamente no es relevante pero sí cualitativamente. Difícilmente tendrá el PP otra ocasión como ésta para movilizar al electorado desencantado de un nacionalismo que ha alumbrado un Estatuto disparatado y que ha gobernado con una política sectaria y excluyente.

Sí ha sabido conectar con ese electorado el discurso de Ciutadans, una formación que ha logrado el milagro de cosechar tres escaños tras una campaña en la que el establishment y los medios de comunicación les han simplemente ignorado. Ciutadans -que en la prensa escrita sólo ha contado con el apoyo de EL MUNDO y a mucha honra- es el fruto de la iniciativa de un puñado de intelectuales, profesores y escritores, que se han rebelado contra el nacionalismo y han dado el valiente paso de hacerse un hueco en la cerrada vida política catalana. Ha logrado más del 3% y casi 90. 000 votos en Barcelona con una campaña en favor del bilingüismo y la tolerancia. Es la gran esperanza de un cambio que no se ha producido en estas elecciones, pero en las que Ciutadans ha demostrado que se puede abrir brecha en la vigente visión monolítica de Cataluña.