ESTATUTO CATALAN: LA PESADILLA SE CONVIERTE EN REALIDAD

 

 Editorial de   “El Mundo” del 30.09.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Todos los partidos del Parlamento de Cataluña, con la excepción del PP, se disponen hoy a consumar el despropósito de la aprobación de un nuevo Estatuto con decenas de artículos que vulneran de forma flagrante la Constitución.

El último gran obstáculo para que CiU se sumara al Gobierno tripartito se superó ayer por la noche cuando, tras una larga negociación, Pasqual Maragall y Artur Mas se pusieron de acuerdo sobre el nuevo régimen de concierto económico para Cataluña, muy similar al del País Vasco.

Según lo pactado, Cataluña recaudará y administrará sus impuestos a través de una agencia tributaria propia. El Estado recibirá un porcentaje de los ingresos como compensación a los servicios que presta en esta comunidad.

Durante la jornada de ayer, el Parlamento catalán aprobó otros dos importantes capítulos que suponen sendos torpedos en la línea de flotación de la Constitución. El primero de ellos es el relativo al blindaje de competencias, que reserva a la Generalitat una serie de atribuciones exclusivas del Estado, en contra de lo que dice expresamente la Constitución.

La misma pretensión de que existan artículos blindados es pueril, ya que una norma se modifica con otra del mismo o de superior rango. El Congreso de los Diputados, órgano de la soberanía nacional, puede cambiar las leyes más fundamentales del Estado, como sucedió en la transición del franquismo a la democracia.

El otro capítulo que choca frontalmente contra la Constitución es el relativo al Poder Judicial. El Parlamento catalán dio luz verde ayer a que la Justicia sea una competencia exclusiva de la Generalitat, de suerte que Cataluña dispondrá de un Consejo del Poder Judicial propio y que el Tribunal Superior de Justicia de esta comunidad será la última instancia judicial a la que recurrir.

Anteayer, el Parlamento catalán había aprobado que Cataluña es «una nación» que se sustenta en la voluntad de autodeterminación del pueblo catalán.

Resulta comprensible que partidos nacionalistas como ERC y CiU hayan secundado este Estatuto claramente inconstitucional, pero lo que no se entiende es la estrategia de Maragall y de Zapatero, que saben perfectamente que el PSOE va tener que podar en el Congreso el texto que salga hoy de Barcelona hasta dejarlo irreconocible.

Falta todavía perspectiva para enjuiciar lo que ha sucedido en los últimos meses, pero da la sensación de que la clase política catalana se ha dejado llevar por una fiebre nacionalista en la que cualquier reivindicación parecía insuficiente. El nuevo Estatut, por ejemplo, incluye un capítulo en el que se definen los derechos humanos, que van mucho más allá de los reconocidos por la Constitución española.

Zapatero es el gran responsable político de este engendro, que pretende convertir a Cataluña en una nación sin Estado pero con casi todos sus atributos. El presidente del Gobierno ha alentado una irresponsable huida hacia adelante del PSC y sus socios, que va a acabar muy mal. Hoy se va a consumar este gran dislate que tendrá consecuencias nefastas para Cataluña y para el resto de España.