LA LENGUA MATERNA NO ES NINGUNA GARANTÍA.

 Artículo de  Xavier Pericay  en  “ABC” del 19-2-05

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

            Se lo confieso: ignoro a santo de qué pasado mañana es el Día Internacional de la Lengua Materna. Quiero decir que ignoro qué tiene el 21 de este mes para merecer tal distinción. Lo que si sé, en cambio, es por qué a la Conferencia General de la UNESCO le pareció oportuno, en su 30ª reunión celebrada en 1999, proclamar como tal este día. Digamos que conozco sus razones. Son las de su director general, el japonés Koïchiro Matsuura, quien en un comunicado sostenía lo siguiente: «Los Estados miembros de la UNESCO (...) han querido recordar que estas lenguas constituyen no sólo un elemento esencial del patrimonio cultural de la humanidad, sino la expresión irreductible de la creatividad humana en toda su diversidad». Se trata, sin lugar a dudas, de palabras mayores. Y aún hay más. El año pasado, por ejemplo, el director general dijo lo siguiente: «Se debería propiciar el uso de las lenguas maternas en la educación desde la edad más temprana».

            Bien. Llegados aquí, tal vez se pregunten ustedes a qué viene tanta explicación sobre esta jornada. ¿Acaso se celebra entre nosotros? Pues sí, resulta que se celebra y, en Barcelona, al menos, no se celebra el mismo 21, sino al día siguiente, en una dependencia de la Generalitat. ¡Ah, claro, el catalán!, exclamará alguno; ¡con lo que les gusta a los catalanes su lengua materna! Es verdad, a los catalanes les gusta su lengua materna, aunque me temo que ni más ni menos que a los lombardos, los finlandeses, los griegos o los eslovacos. Ocurre, sin embargo, que los catalanes que celebran este Día Internacional auspiciado por la UNESCO no son todos los catalanes; son sólo una parte, los que tienen el castellano como lengua materna. ¡Anda!, exclamará algún otro, ¡así me gusta: la Generalitat preocupándose por la otra lengua oficial, la que, según el Estatuto, no es propia de Cataluña! ¡Ya era hora! Desengáñense: no caerá esa breva. En la celebración de este año la Generalitat no deja de ser un simple punto de encuentro. La convocatoria no es cosa suya, sino de la Asociación por la Tolerancia, que ha invitado a los barceloneses a concentrarse el próximo martes 22, a las 17.30, frente a la Oficina de Garantías Lingüísticas (Pasaje de la Banca, 1-3).

            Esta oficina fue creada recientemente por el Gobierno autonómico y, al igual que sus sedes hermanas de Tarragona, Gerona, Lérida y Tortosa, tiene, al parecer, una sola función: atender a las personas que quieran formular consultas o denuncias en torno al derecho a vivir en catalán –o en aranés en el Valle de Arán–. Para que ustedes se hagan una idea, en el universo nacionalista eso del derecho a vivir en catalán es algo así como una especie de retorno en sueños al líquido amniótico. Una regresión gozosa. Un anhelo pueril. El problema, como siempre, no está en los delirios de la gente, tan comunes, por otra parte. El problema está en su institucionalización, en que encuentren amparo en la propia administración. Y no sólo amparo: también estímulo. Desde que Cataluña cuenta con eso que llaman pomposamente un Gobierno catalanista y de izquierdas, la presión sobre los castellanohablantes no ha hecho sino crecer. Baste recordar las medidas tomadas por el  departamento de Comercio, Turismo y Consumo contra determinadas empresas y particulares por el uso que hacían de los idiomas; o el programa del departamento de Educación para toda la legislatura; o, más en concreto, el incumplimiento, por parte del propio departamento, de la sentencia sobre el derecho a recibir la enseñanza en la lengua materna; o, aún, la circular del director de los Servicios Territoriales de Educación en Tarragona animando a los equipos directivos «a ser abanderados y firmes en el cumplimiento del deber de hacer del catalán la lengua viva y cohesionadora de los centros». Y ahora, con la creación de la Oficinas de Garantías Lingüísticas, todos estos esfuerzos van a convergir. Porque se trata, al cabo, de dar cauce a las denuncias. De fomentar la delación y el enfrentamiento. De alimentar la paranoia, De perturbar, en suma, la convivencia. Decididamente, es una pena que Koïchiro Matsuura, que tantas horas invirtió en el Fórum, no aprovechara la ocasión para ver cómo estaba eso de las lenguas maternas en Cataluña.