YO VI A LOS FASCISTAS PEGAR A LOS CIUTADANS
 
 
Blog de Victoria Prego en 
“El Mundo” del  6 
de junio de 2006
 
 Por su interés y relevancia he seleccionado 
el reportaje que sigue para incluirlo en este sitio web.
        
 Yo estaba ayer en Girona. 
Me tocaba ir a ver qué decían los Ciutadans de Catalunya sobre el asunto del 
Estatuto. Lo que no sabía era que iba a asistir a una demostración del 
totalitarismo más bestial contra un grupo pequeñísimo de hombres y mujeres que 
no están de acuerdo ni con el contenido del Estatuto ni con el nacionalismo como 
planteamiento político.
Llegué pronto. Y allí, 
delante del edificio, se había concentrado un grupo pequeño, al principio de 14 
o 15 jóvenes, que evidentemente pensaban desplegar unas banderas que llevaban 
dobladas: unas rojas, otras rojas y amarillas, otras verdes.
La cita era a las 19.30 
horas. Y sobre las 19.20, como movidos por un resorte, los miembros del grupo, 
que ya había aumentado mucho y que contaba con varios individuos maduros, muy 
maduros, se dirigió en tromba hacia la entrada de la Fundación de La Caixa, 
donde se iba a celebrar el acto.
Yo entré también. Ni Arcadi 
Espada ni los demás participantes en la mesa habían llegado aún, pero ya 
empezaron los insultos: "¡Fascistas, hijos de puta, no me hables en esa lengua 
[el castellano], que es una lengua impuesta por una guerra!". Y gritos de 
"Franco, Franco, Franco" a garganta batiente.
Una señora, supongo que 
miembro de Ciutadans, les decía "Tranquilos, tranquilos, nosotros tenemos 
derecho a expresar nuestras opiniones". Los otros berreaban sin parar. Y, según 
luego me han dicho, le tocaban el culo. Pero yo eso no lo vi.
A mi lado, un señor se 
lamentaba: "¡Que hayamos tenido que soportar una dictadura y ahora volvamos a 
tener que ver cosas como ésta...!". Estaba desolado pero, sobre todo, se le veía 
desesperado.
Los berridos arreciaron y 
las amenazas subieron de tono. "¡Como me hagas una foto te doy una hostia que te 
mato, hijo de puta!", dice un energúmeno corpulento, muy rubio, de dos metros de 
alto y otros tantos de envergadura, con el pelo rapado al cero pero dejándose el 
pelo largo por la coronilla, a modo de coleta 'sauvage'.
En esto un individuo mayor, 
que los 50 años ya no los cumple seguro, se acerca con una cara de odio —que yo 
le vi porque estaba a 30 centímetros de mí— e intenta pegar a uno de los de 
Ciutadans. Le empuja violentamente y le levanta la mano. A continuación lo 
intenta conmigo, pero no llegó a pegarme. Le faltó un pelo.
¿Estarían presentes en todo 
este episodio los Mossos d'Esquadra? Si ellos lo dicen yo no lo dudo, pero en 
ese caso su incompetencia fue sideral. Porque allí siguieron los tíos y las 
tías, gritando insultando y amenazando.
Hasta que llegaron aquellos 
a los que estaban esperando: Arcadi Espada y sus compañeros. Entonces se 
abalanzaron sobre el pequeño grupo y el cincuentón que me había querido pegar 
pegó a Arcadi Espada.
Yo estaba, de nuevo, a pocos 
centímetros de la cabeza de Arcadi. Le pegó fuerte, todo lo fuerte que pudo, en 
la nuca. Espada se revolvió instintivamente y le lanzó una patada que no llegó a 
darle porque el tío se escabulló mientras seguía gritando. Los demás fascistas 
se lanzaron contra los miembros de Ciutadans para agredirles y vapulearles.
Todo esto se produjo en 
medio de un tumulto extraordinario, con decenas de personas metidas en el 
vestíbulo de la Fundación, un espacio de no más de ocho metros cuadrados. Yo 
llegué a tener miedo de que me aplastaran contra la pared. "¡Fascistas, hijos de 
puta, fuera de aquí!", aullaban mientras atacaban a los ciudadanos e intentaban 
forzar la puerta de seguridad para acceder al edificio.
Varios de los miembros de 
Ciutadans resultaron con contusiones y hematomas.
Por fin subo al salón donde 
se iba a celebrar el acto. No había más de 40 personas. Unos héroes, habida 
cuenta del terror desplegado ante la puerta que disuadió a varias personas de 
entrar. Tuvieron miedo de ir a escuchar la opinión de otros ciudadanos como 
ellos.
Tuvieron miedo de 
participar, siquiera fuera como espectadores, en un acto de disidencia de los 
postulados nacionalistas. Tela.
Empezó el acto y debo decir 
que aquello fue como un Seminario de la facultad de Políticas. Cuatro hombres 
—dos profesores, un abogado y un periodista— reflexionando lentamente, con un 
tono muy medido y muy sereno, sobre las razones de su discrepancia.
Es completamente inaudito 
que esos individuos y quienes hubieran deseado escucharles estuvieran siendo 
objeto de semejante violencia por parte del fascismo más clásico, revestido de 
nacionalismo agresor. Nada nuevo, por otra parte.
Estas cosas ya las hemos 
visto y las conocemos. Conocemos la actuación terrorista de los 'camisas pardas' 
nazis y sabemos como actuaban los camisas negras. Desgraciadamente, estos 
engendros repiten toda la sordidez de aquel terror.
Terminado el acto, los 
Mossos dicen a los ponentes que salgan por la puerta de atrás. ¡Por la puerta de 
atrás unos ciudadanos demócratas que disienten de una ley y de una ideología! 
Pero era porque los energúmenos esperaban en la salida principal.
Después de bajar escaleras 
interiores y pasar por cuartos de almacenaje, salimos a la calle.
Y los fascistas, que se dan 
cuenta, acuden a la carrera arreciando sus insultos. Los Ciudadanos de Cataluña 
iban asediados por delante y por detrás por sujetos que les llamaban de todo, 
incluido "¡Inmigrantes, iros a España!" y otros gritos inauditos como 
"¡Bilingües!", además de los consabidos "¡Os vamos a dar de hostias, payasos, 
hijos de puta, a ver si te meten un petardo en el culo!" y demás.
Fueron 300 metros 
inolvidables sin que ninguno de estos engendros fuera molestado ni detenido.
La cosa llegó a tal punto 
que el grupo, por indicación de la Policía, tuvo que refugiarse en la entrada de 
una casa, uno de esos portales que tiene zaguán. Y allí, mientras seguían siendo 
amenazados e insultados a berrido limpio, esperaron a que llegaran los Mossos 
antidisturbios, que hicieron un pasillo por el que los Ciudadanos de Cataluña, 
apenas ya cinco o seis, pudieran subir a unos coches policiales que les sacaron 
de allí.
Uno de aquellos bestias, el 
rubio grande como un armario, que aullaba ferozmente, llevaba puesta una 
camiseta negra que ponía: "STOP AL RACISMO". Qué delicada, la broma.
Hubo agresión, claro que sí. 
Fue tal como lo cuento. Esto que yo vi fue pura delincuencia política, además de 
un escándalo monumental para cualquier organización que se pretenda democrática. 
Es el mismo modelo de Batasuna y del llamado terrorismo callejero del País 
Vasco.
Sólo que esto ocurre en la 
Cataluña del 'seny' y mientras la Policía dice que no le consta la agresión. 
¿Cómo le va a constar si no estaba delante cuando se produjeron los ataques? 
Pero insisto: yo lo vi. Y así ocurrió.