CARTA ABIERTA A PEPE RUBIANES

 

 Artículo de Antonio Robles en “Libertad Digital” del 11.09.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Escuchen en el fragmento de TV3 a una de las Cataluñas que existen: la de los lacayos, los charnegos indignos y los catalanes idiotizados.

 

Con un breve comentario al final:

 

EL ALAMBIQUE (L. B.-B., 12-9-06, 6:30)

 

"Y que se metan a España ya en el puto culo a ver si les explota dentro y les quedan los huevos colgando de los campanarios. Vayan a cagar… con la puta España…"

He visto y escuchado más de una vez el fragmento de TV3 donde Pepe Rubianes agrede y escancia odio contra el imaginario que el nacionalismo tiene de España. No me escandalizo; estoy acostumbrado a escuchar a mentes nacionalistas seguras de su verdad despreciar la verdad de cualquier otra creencia que cuestione las suyas. Es la esencia del totalitarismo. Pero en la intervención de Rubianes hay un mal añadido. Agrede de forma gratuita, es profundamente violento, insultante, terrorista. No se da cuenta Rubianes de que la violencia de su desprecio está sacudida por los mismos odios e idéntico dogmatismo de los asesinos de Lorca. Incluso en las formas. No debieron ser muy diferentes las muecas canallas de aquellos asesinos del 36 con los modos chabacanos vomitados por Rubianes en TV3. No me quiero imaginar ese "talante" en 1938 con mando en plaza y un cura catolicón por medio.

Es tan fácil en Cataluña ser arrojado, si el objeto del insulto es España.

Con motivo del estreno frustrado en Madrid de su obra "Lorca somos todos", el actor se ha disculpado: "Yo me refería a la España que mató a Lorca, permitió que Machado muriera de pena en Colliure y dejó morir a Miguel Hernández en la cárcel. La España que 'paseó' a miles de demócratas y llenó el país de fosas comunes y nos sumió en el silencio más largo, cruel y sanguinario de la historia". La disculpa le honra. Aunque no del todo. Intenta contextualizar lo que fue dicho para agradar a un público nacional-catalanista del siglo XXI cuya seña de identidad es odiar a España, no sólo a la España franquista del 36. Sabía lo que decía, sabía dónde lo decía y sabía el efecto que tendría. Ya es mayorcito. Si quería exponer que lo que despreciaba era esa España cruel debería haberlo especificado, lo cual le hubiera llevado por efecto o por defecto a defender a la España constitucional actual. Y para eso sí que hay que tener cojones en TV3.

No es inocente, ni ingenuo. Sólo una víctima más del "síndrome de Catalunya", esa especie de andrajo humano que saliva ante el acoso moral del nacionalismo. Falso amor al secuestrado, miedo inconsciente a sus represalias. Es la respuesta del cobarde o del vencido. Un sancho sin grandeza.

Pero en cualquier caso, la disculpa debe ser aceptada. Cebarse como víctima en la afrenta es participar de alguna forma de los réditos políticos que el insulto provocó en los ofendidos.

Pero yendo más allá de ese laberinto sentimental siempre subjetivo, Pepe Rubianes como autor y actor teatral debe ser juzgado por la altura artística de su obra, no expulsado ni obligado a dejar un sólo escenario. Si lo hacemos una sola vez, con uno sólo de nuestros ciudadanos, todos tendremos siempre alguna razón para expulsarlos a todos. Si en algo se diferencia la España constitucional en la que vivimos de las prácticas nacionalistas que nos escatiman ideas, lenguas y sentimientos culturales, es su capacidad para acoger todas las ideas, incluso a éstas que han de ser combatidas. Pero en las urnas o en los Tribunales si es el caso.

El Teatro Español de Madrid ha de acoger su obra. Hoy más que nunca. Nadie debe ponerle trabas (si fuera el caso, que parece que no lo es): ni el consistorio, ni su director, ni los ciudadanos de Madrid. Este país ha de aprender aún a soportar las ideas de los demás, aunque no nos gusten. Nadie está obligado a ir a verle al teatro, nadie debe impedirle hacer su labor en él.

Como persona responsable de sus actos e ideas, sin embargo, es otra cosa. Su comportamiento ha sido vejatorio sobre todo para sí mismo. Se olvidó de los muertos del otro bando ajusticiados del mismo modo. Y que no me venga con monsergas de ideas buenas y malas, ideologías idealistas y carcas; cualquiera de ellas que veje o asesine a un ser humano es igualmente condenable. Otra cosa es que en su infinito sectarismo crea que en aquellos años sólo había monstruos y angelitos. Todo esto podríamos disculparlo. Ni él fue culpable de aquello ni inocente; simplemente no existía.

Pero sí puede ser responsable hoy de permitir comportamientos excluyentes amasados con el mismo sectarismo que él critica de aquella España cainita. Ha tenido mucho tiempo para despotricar en TV3, en su teatro diario, en periódicos y movimientos sociales de Cataluña contra las oficinas de delación lingüística, contra el derecho de cualquier niño de Cataluña a estudiar en su lengua materna, contra las agresiones a su compañero de oficio Albert Boadella, contra la complicidad de la izquierda catalana con el egoísmo nacionalista o contra la falsificación de la personalidad ideológica de tantos de nosotros por el mero hecho de denunciar estos hechos. Para eso sí que hay que tener dignidad.

A pesar de lo escrito, estoy seguro que Rubianes es una persona entrañable, una persona incapaz de hacer daño a nadie. No es una contradicción con lo escrito, ni un intento de disculparle. Puede que sólo sea la fatalidad de una época sin grandeza y demasiada coca nacionalista.

Le voy a hacer un favor, voy a cambiar una sola palabra de sus declaraciones. El efecto psicológico no es necesario explicarlo: "Y que se metan a Catalunya ya en el puto culo a ver si les explota dentro y les quedan los huevos colgando de los campanarios. Vayan a cagar… con la puta Catalunya…" ¿Se atrevería a hacer unas declaraciones así?

Si alguien se ha sentido indignado por una de las versiones y no por la otra, que se lo haga mirar.

 

Breve comentario final:

 

EL ALAMBIQUE (L. B.-B., 12-9-06, 6:30)

 

Ayer vi parte del espectáculo público de la Diada de Cataluña, y me pregunté qué tenía que ver aquello con el país real. Mejor dicho, con los dos países reales: el que sigue con entusiasmo TV3 y los demás medios públicos de la Generalitat, y el otro, el que  rechaza a los políticos, el que cada vez habla más castellano, el que se siente gobernado por una oligarquía delirante y laberíntica que no tiene nada que decirle sobre sus problemas reales.

 

Así que, al final, me encontré con tres Cataluñas: la de la élite que programa espectáculos onanistas en que todo es muy de "casa nostra", pero de la que la mitad de Cataluña se queda fuera; la del público de TV3 que emite un aplauso cerrado ante la elegancia e inteligencia de las expresiones del noble caballero Rubianes; y la que veo todos los días, la que se queda fuera de los circuitos simbólicos oficiales del país, la que siente a las instituciones de la "Generalitat" ---¿qué nombre más contradictorio, no?--- ajenas a sus preocupaciones y aspiraciones.

 

La reflexión que me hice es la de que las dos primeras están conectadas y la tercera está huérfana. La élite se dedica a construir Cataluña negando a España con ideología soberanista, conflictos de poder, insolidaridad y ruptura del Estado. Para consolidar estos objetivos lleva casi treinta años construyendo un aparato administrativo e ideológico que le hace el trabajo sucio, estimulando los bajos sentimientos del desprecio y el odio a España, mediante la propaganda ideológica y el ninguneo de la mitad del pueblo de Cataluña. De ese modo conecta con un sector del país al que cada vez cierra  e idiotiza más, y va creando una fractura creciente con la tercera Cataluña, aunque de momento ésta no haya expresado su orfandad más que de modo pasivo.

 

La cuestión que es preciso plantearse es la de si se está construyendo o destruyendo la democracia,  y qué se puede hacer ante esta situación. Porque lo que están consiguiendo es romper Cataluña, en la medida en que los huérfanos están empezando a considerar incompatible ser españoles con sentirse catalanes, debido al sectarismo, el idiotismo y la ceguera impuestos desde la élite política y sus medios auxiliares.  Lo peor del espectáculo Rubianes no fue su protagonista, sino el aplauso cerrado del público a sus expresiones de odio.

 

Por todo ello, a los ciudadanos hay que decirles que se está destruyendo el país y no construyéndolo, y plantearles la necesidad de dar un giro total a los objetivos y mecanismos de gobierno seguidos hasta ahora en Cataluña. El soberanismo y su plasmación en diversas normas estatutarias, el sectarismo y miopía de los medios de comunicación públicos y privados, lo que están consiguiendo es dividir Cataluña y abrir brechas de difícil soldadura si no se corrige el rumbo. Si, como dicen algunos políticos, ahora es la hora de los catalanes ---otra curiosidad del oasis, después de treinta años de democracia---, o dan un giro radical a la situación o Cataluña se rompe pronto.

 

El espectáculo Rubianes, con sus bochornosa indignidad, y  el onanismo de la élite, constituyen el producto destilado del alambique autonómico catalán. Los huérfanos, estan comenzando a hartarse.

 

Pero como alambiques existen en todas partes, además de copiar a CCOO en defensa de la libertad de expresión, no me extrañaría que en Galicia surgiera algún movimiento para proclamar a Rubianes hijo predilecto de su villa natal o gallego ejemplar.