EL FRAUDE HISTÓRICO DEL PSC (1) (Y 2)

 

Por Antonio Robles  en “Libertad Digital” del 23-3-06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

Quiero rescatar esta denuncia al PSC, realizada nada más formar Gobierno Maragall con Iniciativa y ERC, porque aún hoy en España hay socialistas que no se han caído del guindo.

 

Autonómicas catalanas, noviembre de 2003. Han sido necesarios 23 años y un nuevo revés para que los votantes socialistas comiencen a sospechar que las derrotas continuadas y sistemáticas, mantenidas a pesar de la evidencia de sus errores, no eran equivocaciones inocentes sino la evidencia de una estrategia llevada durante años por los barones nacionalistas del PSC para eliminar al PSOE de Cataluña. Por decirlo sin matices: los reventós, obiols, molas, maragalls, nadales, etcétera, serían el Caballo de Troya que ha utilizado la burguesía nacionalista para disolver la fuerza socialista de raíz española representada en Cataluña por la emigración, con escasa o nula simpatía al nacionalismo.

 

Por eso no comprendimos, pero acatamos, en 1980 la renuncia de Joan Reventós a encarar el incipiente nacionalismo de Pujol. ¡Qué ingenuos! Por entonces creímos que lo hacía obligado por la aritmética electoral y la generosidad socialista para cooperar en una transición tranquila. Más tarde se negaron a matizar el rencor encubierto hacia todo símbolo cultural español que, sutilmente primero, groseramente después, se fue imponiendo desde la escuela y los medios de comunicación públicos y afines.

 

Y, puestos ya a transigir, renunciaron a denunciar la política de segregación lingüística cuando a los hijos de sus votantes les inmersionaban en catalán desde preescolar, no para aprender dos idiomas sino para arrancarles de cuajo el sentimiento del que traían de casa. Y cuando alguien protestó contra este monolingüismo no dudaron en apoyar la criminalización que el nacionalismo ponía en marcha contra los disidentes.

 

No pudimos sospechar entonces qué extraña misión patriótica se impusieron para evitar el "lerrouxismo", ese espantapájaros utilizado para dejar sin voz a todos los que no estuvieran por la construcción nacional, ni qué extraña visión les condujo a empaquetar en un mismo infierno a los defensores del bilingüismo con los "fachas", otro espantapájaros para callar al disidente. ¿Dónde están aquellas "hordas fachas" de las que nos defendían cada vez que exigíamos derechos lingüísticos? A espaldas de sus militantes andaluces, desnutrían el catalanismo propio para engordar el nacionalismo de sus adversarios políticos.

 

El "oasis catalán" se incubó en estos años. Líderes sindicales, asociaciones de vecinos y de padres, claustros y rectorados universitarios, colegios de licenciados, innumerables revistas subvencionadas por las instituciones nacionalistas, prensa escrita y medios audiovisuales de comunicación; todos y cada uno de los espacios sociales y políticos se ponían al servicio de la nueva verdad de época: el nacionalismo. Silencio, cooperación, manipulación, acoso moral al disidente.

 

Pronto, muy pronto, el olfato alertó que podías quedar fuera del concurso social, laboral, político si contradecías esa verdad de época. Y los que tenían la obligación de denunciarlo y podían haberlo hecho se dedicaron a apuntalarla. Relegaron su ideología de izquierdas en favor de la nación y renunciaron a la lucha por la igualdad.

 

El esfuerzo debido a la justicia social se perdía en discursos etnicistas, como la reforma del Estatuto, la exigencia del federalismo asimétrico (dícese de la reivindicación de la desigualdad en nombre de la patria) o la resurrección de la Corona de Aragón para simular el complejo nacionalista. Nada contra esos cachorros convergentes de ERC cuando, blandiendo el discurso más reaccionario y contrario a la ideología socialista, pretendían acabar con la única revolución social posible en el siglo XXI: la nivelación de la economía a través de los impuestos. Argumento: "España nos roba cada año dos billones de pesetas".

¿No había ningún líder socialista para aclararles que Cataluña no paga impuestos, sino que lo hacen los ciudadanos? ¿Ninguno que les recordara que quien gana 45.000 euros en Cataluña paga el mismo 45% que quien los gana en Extremadura? ¿Ninguno que les reprochara que tal argumento, llevado a sus últimas consecuencias, significaría que los de Barcelona podrían exigir gestionar sus impuestos frente a las comarcas menos prósperas de Cataluña, y los ricos de Pedralbes frente a los barrios más pobres de Barcelona? Seguro que la Bonanova tendría los mejores servicios sociales y las pensiones más altas de Europa, pero Nou Barris carecería de lo más elemental. Al final, el más rico del lugar exigiría gestionar sus propios impuestos, ya que su dinero no retornaba a él en su totalidad.

 

En lugar de desenmascarar estos discursos de la derecha más rancia, se han confundido con ellos para inventar agravios, crear insatisfacción y provocar frustración: "El Estado nos roba", "El catalán desaparecerá en 50 años", "Mientras Cataluña trabaja, Andalucía vive del paro", "Salamanca se niega a devolver nuestros archivos", "Las autopistas catalanas son las únicas del Estado que pagan peaje"; y, para colmo, "Nos quieren robar el agua del Ebro". "Ni una gota fuera de Cataluña". Crear frustración para presentar al nacionalismo como la única forma de evitarla.

 

Durante 25 años, la federación socialista del PSOE, engañada o vendida a los dirigentes con pedrigí nacionalista, acompañada de nacionalcomunistas de salón y sindicalistas burocratizados, les han ayudado a generar esa frustración, y ahora no comprenden por qué los jóvenes han votado al nacionalismo independentista de ERC. ¡Por Dios! ¿Tan difícil es ver que durante 25 años han estado legalizando y ensanchando el espacio nacionalista hasta convertirlo en el único campo de juego, fuera del cual no es posible jugar? ¿No se dan cuenta de que han estado engordando a sus sepultureros? ¿Qué esperaban?

 

Era comprensible que lo hiciera el pujolismo: vivía de ese victimismo nacionalista; como comprensible es el empecinamiento de ERC por alcanzar la independencia: es su negocio. Pero que renunciara a su ideología el Partido Socialista Obrero Español sólo podía ser de ingenuos, de acomplejados o de entristas al servicio del nacionalismo. Ahora podemos saber con certeza que ha sido fundamentalmente por esto último.

Retrocedamos al origen del PSC, a finales de los años 70. Allí encontraremos el origen oculto y ocultado de una estrategia nacionalista cuyo interés fue poner los fines nacionalistas por encima de la ideología socialista [*].

 

Cuenta Oriol Bohigas, en Entusiasmos compartidos y batallas sin cuartel, que en 1977 el que llegaría a ser líder del PSC, Joan Reventós, presidente en esos momentos de Convergencia Socialista de Cataluña, le advirtió (así como a Josep Maria Castellet) del "peligro de un triunfo en solitario del PSOE". Por entonces, la Federación Catalana del PSOE, dirigida por Josep M. Triginer, tenía gran implantación social, pero no era nacionalista, mientras el Reagrupament, dirigido por Josep Pallach, era nacionalista pero sin implantación social. Ante ese panorama, Joan Reventós advierte a sus dos amigos de que la única salida era aliarse con el PSOE.

 

"Esta situación tenía una doble ventaja: se aseguraban los votos populares propios del partido de González y se garantizaba el catalanismo gracias a Convergencia. Lo que no dijo Reventós, o no recoge Bohigas en sus memorias, es que los catalanistas irían a la cúpula mientras el PSOE ponía el cuerpo militante y electoral. Así se tendría una izquierda 'propia', una lengua 'propia', una cultura 'propia'" (C. A. de los Ríos, La izquierda y la nación, Planeta, 1999).

 

Muchos años después, con motivo de la presentación de sus memorias de embajador, el líder socialista Joan Reventós se responsabilizaba de la hegemonía del nacionalismo:

 

"Yo rechacé el pacto con Pujol porque los socialistas nos hubiéramos partido en dos mitades. Y preferí la hegemonía de Pujol a que en Cataluña se instaurara con fuerza una opción lerroxista".

 

 

[*] Esta política de disolver el socialismo en el nacionalismo no la han inventado ni ERC ni el PSC, sino la Alemania nazi de Adolf  Hitler. Define así al nacionalsocialismo la Gran Enciclopedia Larousse:

 

"Doctrina de Hitler y del Partido Nacionalsocialista. El nombre de 'nacionalsocialismo' señala el intento realizado por ciertos nacionalistas para separar a las masas del socialismo, al que se reprochaba ser internacionalista y, por lo tanto, destructor de la comunidad nacional. Esta teoría fue expuesta por primera vez en el programa de veinticinco puntos redactado por Feder para el Partido Obrero Alemán (1920), y después en Mi lucha, obra de Hitler (1925-1927)".

 

Huelga decir que ni en las intenciones ni en la realidad tiene nada que ver el PSC, o ERC, con ese partido nacionalsocialista de infausta memoria, pero no deja de ser inquietante que ambos tomen de aquél el camino de nacionalizar, en lugar de socializar y universalizar.

 

 

EL FRAUDE HISTÓRICO DEL PSC (Y 2)

 

Por Antonio Robles  en “Libertad Digital” del 28-3-06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

"Yo rechacé el pacto con Pujol porque los socialistas nos hubiéramos partido en dos mitades. Y preferí la hegemonía de Pujol a que en Cataluña se instaurara con fuerza una opción lerrouxista". Con esta confesión del líder socialista Joan Reventós, en recuerdo del rechazo a coaligarse con Pujol en 1980, que pudo haber impedido la hegemonía del nacionalismo, acababa la primera parte de 'El fraude histórico del PSC'.

Con datos como éste y los expuestos en la primera parte se puede entender por qué ese empeño de los socialistas catalanes por aparecer junto a las siglas del PSOE en sus primeras citas electorales, cuando no eran nada sin los socialistas españoles (PSOE-PSC), para hacerlas desaparecer después. En la última cita electoral sólo consta el PSC, y en sus sedes la "C" de Cataluña es de trazo más grueso que la "PS". Las siglas "PSOE" han sido eliminadas.

 

Ahora, como ayer, los militantes socialistas, creyendo que defienden al PSOE, lo disuelven y, sin percatarse, niegan sus propios intereses de clase, lengua y cultura, para suicidarse en la cruzada en que el nacionalismo les viene diezmando desde aquellos maquiavélicos inicios del PSC. Y, lo peor, todavía es creencia general que PSC y PSOE son siglas distintas de un mismo partido.

 

Nunca lo fue. En 1978 el PSC se inscribió como partido distinto del PSOE, pero se cuidó mucho de alardear de ello. Sabía que, a la sombra del PSOE, tenía asegurada la población inmigrante obrera y castellanohablante. Pues eso, a dejar creer lo que no interesaba aclarar.

 

Todo podría haber sido distinto si el ganador de las elecciones primarias de 1999 en el PSOE, Josep Borrell, hubiera cuajado como secretario general. Pero una denuncia de corrupción sobre dos de sus colaboradores hecha pública desde las páginas de El País (órgano oficioso socialista) acabó con su brillante carrera política. ¿Saben de dónde salió la denuncia? Del propio círculo dirigente del PSC. Había que acabar con el líder socialista catalán que no se avergonzaba de ser español, de ser de izquierdas y de considerar al nacionalismo como un instrumento de la burguesía.

Idolatrado por los votantes socialistas castellanohablantes del cinturón industrial de Barcelona (representan el 80% del voto socialista en Cataluña), utilizaba el catalán y el castellano para luchar por la libertad, la igualdad y la justicia, no para hacer patriotismo, aunque sea "cívico". Todo podría haber sido distinto, pero el celo nacionalista del PSC lo impidió. El hombre más legitimado por los mecanismos democráticos –ganó las primarias para llegar a secretario general– fue traicionado por la federación de su propio partido en Cataluña. Esa es la clase de "unidad" socialista que tanto reconocen al "honrado" Joan Reventós.

 

El tocomocho iniciado por los reventós en aquellos inicios del PSC a finales de los años 70 está a punto de cerrarse. Pero esta vez Maquiavelo es Pascual Maragall, parapetado tras el radicalismo de Carod Rovira, y el propio Carod Rovira, camuflado bajo la estética conceptual de la necesidad de un Gobierno nacional de izquierdas. La mentalidad totalitaria, posiblemente inconsciente, del líder republicano desechó pactar con Convergencia porque no quería una Cataluña plural donde convivieran tendencias nacionalistas y no nacionalistas. "No quiero una Cataluña dividida entre nacionalistas y no nacionalistas", le dijo a Pujol, cuya traducción real era: No quiero una Cataluña que no sea exclusivamente nacionalista.

 

Si pactaba con CiU, esta aspiración se ponía en peligro porque todas las fuerzas nacionalistas declaradas estarían en el Gobierno, dejando todo el campo de la oposición a fuerzas de izquierdas que, en su afán de erosionar su acción de gobierno, acabarían por utilizar discursos de izquierda incompatibles con el nacionalismo, cuyo máximo peligro sería la posibilidad de que calase y cuajase en sectores del acomplejado PSOE.

 

Dar esta baza al sector PSOE del PSC, ahora que estaba noqueado, era una imprudencia temeraria para la construcción nacional (Maragall consintió). Esto es lo que le hizo saber a Pujol, y por esto, y no por ser de izquierdas, es por lo que pactó finalmente con PSC e IC. Con este pacto contranatura (ERC es un partido reaccionario y xenófobo de ultraderechas con estética de izquierdas), Carod Rovira ponía un bozal al PSC para asegurarse el silencio de la sociedad civil no nacionalista en cuestiones como la lengua, la autodeterminación o la financiación autonómica, y le capaba para posteriores citas electorales. Pero, sobre todo, se enterraba definitivamente al PSOE español (Maragall lo pudo impedir y no lo hizo).

Ahora sólo restaba formatear sus ideas socialistas y cosmopolitas con programas conceptuales de contrabando político como "el federalismo asimétrico", "la Corona de Aragón como región económica natural", "la oficina de recaudación" o "el patriotismo cívico", última perla de la impostura que exhibe el PSC.

 

El oasis catalán ha llegado a su perfección: el tripartito será nacionalista o no será; o sea, no será de izquierdas. Y la oposición convergente radicalizará su nacionalismo por aquello del "y yo más". La verdad de época será insoportable. Con este pacto, la última esperanza de desenmascarar el fraude nacionalista seguramente se habrá esfumado, porque estarán tan preocupados por mantener las poltronas que los independentistas les garantizarán, a condición de mantenerse ciegos, mudos y sordos ante las agresiones lingüísticas, culturales y económicas que estarían perpetrando contra los intereses generales de España, que nada ni nadie discrepantes sobrevivirán a su poder.

 

Ahora ya podrán exclamar: "Cautivo y desarmado el Partido Socialista Obrero Español, el Tripartito Nacional ha alcanzado sus último objetivos. El tocomocho ha terminado".

 

El problema, la tragedia de la federación socialista del PSOE en Cataluña es que permanece atrapada como un insecto en la telaraña del PSC. Sus cuadros medios están vendidos a la patronal nacionalista de la dirección, y si, por un acto de lucidez, sus militantes de base se levantaran para rescatar el partido, tendrían dificultades extremas para recuperar el voto perdido charnego sin que su fracción catalanista de ayer, ahora nacionalista, le dé la espalda. Han ayudado tanto a demonizar la cultura española y sus símbolos, y justificado tanto la cruzada nacionalista, que pueden haber perdido a buena parte de los hijos de la emigración socialista española y avergonzado al socialismo catalanista no beligerante con la realidad de España ante el nacionalismo de pata negra.

 

Blanquear los valores ensuciados durante los últimos 25 años de cooperación, solidaridad y justicia en torno a la Constitución española y desenmascarar la rencorosa e interesada historiografía nacionalista necesita de una determinación tan radical contra las trampas del nacionalismo que, de llevarse a cabo, podría ser criminalizada con los mismos argumentos nacionalistas que ellos mismos han colaborado a enseñar y a utilizar en las dos últimas décadas. Pero no es imposible.

 

Ahora nos toca a los desheredados de la tierra, a los mudos y estafados, encontrar la salida del laberinto.