EL TÉRMINO "NACIÓN" DEL ESTATUTO DE MARAGALL

 

 Editorial de   “El Semanal Digital” del 26.09.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

  

ETA ha vuelto a demostrar su capacidad de matar. Mientras, Maragall afirma que Cataluña es una nación y que Euskadi puede serlo. La negociación empieza.

En medio de la polémica sobre el Estatuto de Pasqual Maragall y de Josep Lluís Carod-Rovira (que terminará tal vez siendo el de Artur Mas) se han discutido todos los aspectos posibles previstos en el Título octavo de la Constitución y algunos que rebasan los límites votados en 1978. España ha asistido a un debate más bien estéril sobre la financiación, los impuestos, la educación o las lenguas oficiales, por ejemplo. Sin embargo un aspecto del Estatuto que todos los nacionalistas catalanes apoyan y que el PSC comparte ahora es la definición de Cataluña como "nación".

Mientras ETA ha vuelto a demostrar su existencia y su capacidad de matar, muchos políticos del resto de España no han dado a la palabra la importancia que merece, sea por ligereza sea por interés. Sin embargo, es la palabra decisiva del nuevo Estatuto, lo que lo convierte en un instrumento del independentismo y el único elemento que basta para poner fuera de la Ley y de la discusión el conjunto del proyecto.

Si Cataluña es una nación, la secesión es un derecho que se reconoce y que se aplicará más pronto que tarde. No bastan ya las declaraciones hueras de unos –que se envuelven en la bandera de España para terminar compartiendo candidatura con los nacionalistas- ni las disquisiciones eruditas de otros –que callan la urgencia de la cuestión-. La nación es una construcción política, como tal comprensible sólo en un contexto ideológico e institucional liberal y democrático. En ese contexto, la nación es la comunidad política superior y su atributo característico es la soberanía, el derecho a decidir su destino, y por consiguiente la independencia. En el mundo del siglo XX y XXI afirmar que una comunidad humana es una nación es afirmar que va a ser independiente.

Ese paso lo ha dado el PSOE. Aparentemente, la cuestión divide al PSOE porque es un capricho de Maragall y de los socios republicanos. En realidad, donde la cuestión se vive con más interés y tendrá más consecuencias es en el País Vasco.

Si Cataluña es una nación, Euskadi lo será también. Si el PSOE admite el término nación para Cataluña se reconoce dispuesto a reformar la Constitución precisamente en su artículo 2, es decir, en la clave de bóveda de todo el sistema. Y además, lo que se dé a Cataluña deberá darse también a los nacionalistas vascos; es más, el reconocimiento del País Vasco como nación, con sus inexorables consecuencias políticas, es una exigencia central de ETA.

Así, y no precisamente por casualidad, el debate estatutario catalán entronca con el mucho más espinoso asunto de la negociación de José Luis Rodríguez Zapatero con ETA. Los terroristas piden cosas que hoy Zapatero no puede conceder; pero si Maragall rompe el fuego, ciertas concesiones se convierten al menos en verosímiles, y una negociación que por definición no puede tener resultados políticos puede terminar siendo aceptada.

Los nacionalistas vascos de todos los matices miran con atención a Cataluña. Todo lo que allí se negocie o se conceda, e incluso todo lo que se debata, pasará automáticamente a estar sobre la mesa "política" que Batasuna definió en Anoeta y que Patxi López y Juan José Ibarretxe han aceptado. Ahora bien, la solución sigue estando en manos de Zapatero: simplemente debe eliminar esa palabra del Estatuto catalán y evitará que se vuelva a negociar toda la Constitución de España.