MONTILLA, EN COALICIÓN

 

Escenarios postelectorales III

 

Artículo de Ramon Marcos, Pedro Gomez y Joaquim Molins en “El Mundo” del 28.08.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Un pacto de gobierno se puede asumir sólo si quienes participan en él tienen claro un objetivo común. Además, el proyecto de futuro para Cataluña debería rehuir tanto el catalanismo conservador de CiU como el catalanismo progresista del tripartito

 

Coaligarse es saludable, y está bien visto en sociedad. Palabras tan biensonantes como alianza, pacto, acuerdo, unión o compromiso forman parte del campo semántico de coalición. Pero coaligarse también tiene un aspecto insano: la necesidad de conciliar intereses divergentes, a veces fundamentalmente opuestos, suele generar gobiernos inestables y poco resolutivos, y además puede llevar a los partidos a adoptar posiciones ambiguas y progresivamente opacas para el electorado. Ciertamente, si la coalición no cumple ciertos requisitos, al ciudadano de a pie es posible que le toque constatar, con estupor, cómo su voto gana tanto en elasticidad, que puede acabar sirviendo para una cosa, o justo para la contraria.

 

Con estas consideraciones previas afrontamos el tercer artículo de la serie ( «Montilla, presidente», EL MUNDO, 17/08/2006, «Montilla, en la oposición», El MUNDO, 26/08/2006), dedicado a un escenario continuista, con alta abstención y mínimos cambios de orientación de voto, en el que los partidos minoritarios incrementan su capacidad de coalición con uno de los dos mayoritarios. Las posibilidades de tener un gobierno de coalición son notables: si CiU obtiene un resultado que le permita gobernar con el PP, pero no alcanza a formar mayoría con ERC, y el tripartito tiene menos escaños que la suma de CiU y PP, el PSC puede permitir la coalición con su abstención, a cambio del apoyo a Zapatero en la Moncloa. Si CiU puede optar entre el PP y ERC, y no es posible el tripartito, el pacto con ERC parece claro, y CiU podría vender caro su apoyo al PSOE. El desarrollo del Estatuto, en este caso, sería muy nacionalista, y podría provocar un adelanto electoral en España.Si CiU puede gobernar con ERC y el PP, pero el PSC puede reeditar el tripartito, esta coalición también es segura. Si el nuevo partido en liza, Ciutadans, logra una movilización de su electorado suficiente para entrar en el Parlamento, y de la suma de PSC, IC-V y Ciutadans resulta una mayoría superior a la suma de CiU y ERC, al PSC se le abre la posibilidad de apostar por un tripartito de signo muy distinto al de la legislatura saldada, y mucho más acorde con su recién esbozado discurso de ciudadanía.

Ahora bien, la coalición debería cumplir, como hemos dicho, ciertos requisitos. El principal es que los partidos coaligados estén dispuestos a gobernar juntos porque compartan lo esencial y deseen alcanzar un propósito común. Es decir, estar dispuesto a gobernar en coalición no es un fin en sí mismo, sólo un medio. El fin es la meta compartida, de la que se debería dar cumplida cuenta a la ciudadanía mediante una explícita política de claridad.Conviene no perder esto de vista, para conjurar los desastrosos acuerdos entre personas adictas a ocupar el gobierno, sin más, que suelen ser personas adictas al pacto, como sea. En este sentido, las coaliciones entre partidos cuyos proyectos políticos difieren en algún aspecto esencial -por ejemplo, con distintas ideas acerca de cómo se define el demos político al que se deben- han de resultar muy sospechosas. En el mejor de los casos, son coaliciones coyunturales propias de momentos de crisis, y dan lugar a gobiernos en precario, de gestores, facultados para perseguir metas parciales y humildes, pero no para llevar a cabo políticas sustanciales.

En una entrevista reciente, Jordi Pujol advertía que en Cataluña nos hallamos en una encrucijada. Refiriéndose al discurso de Montilla, afirmaba que un proyecto que sólo implique políticas sociales no es rival para CiU, pues una promesa de gestión nunca podrá hacer sombra a un proyecto de país. Si el nuevo proyecto del PSC fuera realmente eso, y se inhibiese a la hora de proponer una idea de país alternativa, habría que darle la razón al líder nacionalista. Nos parece claro que el PSC de Montilla tendría un recorrido muy corto si, como superación de la etapa maragalliana, se limitase a ofrecer a los ciudadanos un gobierno de gestores serio y con los pies en el suelo. Huelga decir que esto es bueno, y especialmente bienvenido tras la última experiencia, pero insuficiente.Hay que trazar un camino nuevo en la encrucijada, un proyecto de futuro para los ciudadanos de Cataluña que, por primera vez, no entronque directamente con el pasado, haciendo caso omiso del presente, puenteándolo.

Es necesario, insistimos, un tercer camino, porque los dos propuestos a los catalanes en democracia llevan a lugares muy parecidos.Entre el catalanismo conservador de CiU y el catalanismo progresista del tripartito existen diferencias -de manera destacada, el tradicionalismo católico de los primeros-, pero menos relevantes que las coincidencias de fondo. Digámoslo claro: la idea de Cataluña de Prat de la Riba y del obispo Torras i Bages, de la que CiU se siente legataria, y la idea de Cataluña de Valentí Almirall y Rovira i Virgili, de la que se reclaman herederos Maragall y sus consejeros áulicos, resultan igualmente nefastas para los catalanes de hoy. Ambos catalanismos desconocen el significado del concepto de ciudadanía; ambos catalanismos están inyectados de una ideología identitaria que, trasladada a los tiempos actuales, se manifiesta intolerablemente xenófoba; ambos catalanismos están traspasados de un victimismo nacionalista incurable, cargado de prejuicios y alimentado de mitos; ambos catalanismos hacen del particularismo un dogma de fe; ambos catalanismos parten de una visión de España como algo ajeno y negativo -una visión especialmente distorsionada si se pretende válida para la realidad actual- que resulta muy perjudicial para el funcionamiento del Estado y que dificulta hasta imposibilitarla cualquier política orientada al bien común.

Si es la hora de los catalanes, Montilla tiene que ofrecer a los ciudadanos un proyecto de país que nos incumba a todos los que hoy vivimos y trabajamos en Cataluña. Los idearios fraguados durante la Renaixença, el Modernisme, el Noucentisme o l'Avantguardisme pueden ser objeto de estudio, incluso de culto, por parte de historiadores, pero deben dejar de inspirar el discurso de los políticos, al menos de aquellos que no se reconocen expresamente nacionalistas y conservadores. Montilla tiene la oportunidad de dibujar un socialismo catalán que huya por igual de ambos tipos de catalanismo. Es una condición para que el discurso socialista en Cataluña pueda recuperar su autenticidad.

 

Marcos, Gómez Carrizo y Molins son miembros de la corriente del PSC Socialistas en Positivo.