ZAPATERO PRESCINDE DEL CENTRO

 

 Artículo de Casimiro Garcia-Abadillo en “El Mundo” del 08.04.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

José Bono ha provocado una crisis de gobierno inesperada para casi todos, incluso para él mismo.

Y no porque no llevara tiempo dándole vueltas a la idea de dejar su puesto, sino porque él tenía previsto dimitir un poco más tarde.

El ministro de Defensa habló el jueves por la tarde con S.M.el Rey y le comunicó que le había planteado la dimisión al presidente del Gobierno. Don Juan Carlos le pidió esperar un poco; al menos, hasta mantener con él una conversación larga y distendida.

Pero la salida de Bono se había filtrado ya por las rendijas de Moncloa y era difícil retrasar unos días más su anuncio. Así que Rodríguez Zapatero, a primera hora de ayer, optó por cerrar el asunto anunciando antes del Consejo de Ministros una crisis que tendrá efectos políticos de largo alcance.

La decisión de precipitar la crisis fue tan apresurada que a los periodistas que cubren la información del presidente se les convocó con apenas una hora de antelación. Algo parecido ocurrió con la inmensa mayoría del Gabinete, que se enteró de la remodelación ya en el Palacio de la Moncloa. Sólo la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, y el ministro del Interior, José Antonio Alonso, sabían con antelación lo que Zapatero iba a anunciar en la rueda de prensa que se celebró a las 10.00 horas.

Pero, ¿por qué se marcha Bono? Y, no menos importante, ¿por qué ahora?

Desde su incorporación al equipo de Zapatero, el de Salobre ha mantenido una posición muy particular, distante y a veces distinta de la del presidente del Gobierno en asuntos esenciales. Trató desde el primer momento de pacificar las tormentosas relaciones con Estados Unidos; lanzó mensajes conciliadores con la Iglesia; fue implacable en su actitud frente al terrorismo, y, sobre todo, adoptó una postura inequívoca en la defensa del modelo de Estado establecido en la Constitución de 1978.

Con sus declaraciones a favor de la unidad de España, Bono ha sacado de quicio a los nacionalistas y, por supuesto, a Pasqual Maragall, uno de los responsables de que su candidatura a la Secretaría General del PSOE no saliera victoriosa en el XXXV Congreso, ganado contra pronóstico por el hoy jefe del Gobierno.

El manejo de los tiempos, arte en el que el castellano-manchego ha demostrado sobrada sabiduría, hace pensar en las claves políticas que, al margen del detonante final, tiene esta espantá del ministro más popular y con mayor peso político del Gobierno. Bono se va una semana después de aprobarse el nuevo Estatuto de Cataluña en el Congreso de los Diputados y antes de que se inicien las negociaciones del Ejecutivo con ETA.

Es evidente que Bono ha querido marcar distancias respecto a unas políticas que no sólo no comparte, sino que provocan desazón en una parte muy significativa del electorado socialista.

En la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, Bono dio dos datos relevantes. El primero es que ya le había planteado a Zapatero su deseo de dejar el Gobierno hace seis meses. Es decir, nada más aprobarse en el Parlamento de Cataluña el nuevo Estatuto. También dijo que hace tres meses le había presentado al jefe del Ejecutivo su carta de dimisión. Esa fecha coincide con la Pascua Militar; es decir, con la destitución del teniente general José Mena.

Sin embargo, a las discrepancias políticas con el presidente sobre Cataluña o a las tensiones en la cúpula militar hay que añadir un elemento importante que tiene que ver con la negociación con ETA tras el anuncio del alto el fuego permanente: la dirección de los servicios de Inteligencia.

La dualidad en el control de la información sobre ETA (por un lado, la que manejan la Policía y la Guardia Civil, dependientes de Interior; y, por otro, la que atesora el CNI, dependiente de Defensa) ha creado no pocos roces entre los implicados. Bono se ha sentido molesto en más de una ocasión por el hecho de que Alberto Saiz haya despachado con el presidente sin consultarle previamente. Por su parte, Alonso ha pedido que el CNI le transmita todo lo que sepa en relación a ETA.

Por eso, tiene mucha importancia el hecho de que el hombre designado por el presidente para sustituir a Bono sea precisamente el ministro del Interior.

Rodríguez Zapatero ha aprovechado la salida de Bono para dar coherencia a la gestión del que será el eje fundamental de su gestión de aquí a las próximas elecciones. La parte política de la negociación, que será pilotada por él personalmente, la ha puesto en manos de Alfredo Pérez Rubalcaba, y la parte, por así decirlo, técnica, se la ha encomendado a un hombre de su entera confianza (Alonso).

A partir de ahora ya no existirá un Pepito Grillo que, además de discrepancias políticas, tenga en sus manos un aparato tan poderoso como el CNI.

Seguramente esas diferencias respecto al CNI hayan sido el elemento esencial del detonante final que ha llevado a Bono a presentar su dimisión esta semana al presidente del Gobierno. Pero, esta vez, a diferencia de la conversación de hace seis meses, o de la carta de hace tres, Zapatero se la ha aceptado; y no sólo eso, sino que ha sido él quien ha evitado que una posible filtración pudiera retrasar su consumación.

Eso significa que el presidente se siente fuerte, seguro de sí mismo. Las últimas encuestas, publicadas tras el anuncio de alto el fuego de ETA, le dan al PSOE una ventaja cercana a los ocho puntos, lo que no sucedía desde hacía muchos meses.

Zapatero cree que, una vez que el nuevo Estatuto de Cataluña ha pasado el trámite del Congreso, y tras su aprobación en referéndum el próximo mes de junio, sus problemas más acuciantes habrán desaparecido del horizonte. Es decir, que ya no necesita de la sensibilidad centrista que le aportaba la visión de Bono a su Gobierno.

Desde ese punto de vista, el Ejecutivo ganará en coherencia, pero perderá un activo difícilmente sustituible y que ha sido capaz de concitar apoyos entre los sectores más moderados del electorado. Cuando el PSOE perdía frente al PP en las elecciones generales en Castilla-La Mancha, Bono ganaba por goleada las elecciones autonómicas.

En la estrategia a medio plazo de Zapatero, que consiste en crear una nueva mayoría surgida de la alianza entre la izquierda y los nacionalistas, marginando a la derecha, Bono representaba un lastre. Ahora bien, esa apuesta entraña un grave riesgo: minusvalorar al electorado socialista que comparte buena parte del ideario que representa el hasta ahora ministro de Defensa.

Respecto a su sustituto, existen pocas dudas sobre su capacidad para gestionar los complejos asuntos que dependen del Ministerio que tendrá que lidiar a partir de la próxima semana. Las virtudes que ha puesto de manifiesto en Interior son un buen augurio.

Sin embargo, la decisión de nombrar a Rubalcaba como ministro del Interior resulta mucho más arriesgada. Es verdad que el portavoz socialista ha estado al tanto de la negociación con ETA y no sólo desde que gobierna el PSOE, sino desde cuando encabezaba la delegación socialista en el Pacto Antiterrorista en tiempos de Aznar.

Nadie puede cuestionar la inteligencia, la capacidad negociadora y la experiencia de Rubalcaba, pero su perfil no es el más idóneo para ocupar ese puesto. Las Fuerzas de Seguridad del Estado necesitan de un ministro no sectario, que les permita trabajar sin interferencias políticas.

A Rubalcaba hay que darle un margen de confianza, pero también hay que exigirle una exquisita neutralidad. El líder de la oposición, Mariano Rajoy, puso ayer el acento en los «puntos negros» de su biografía.

Parece, como poco, contradictorio con el espíritu de diálogo y consenso con el PP que quiere resucitar el presidente del Gobierno, a cuenta de la gestión del desarme de ETA, el nombramiento al frente de Interior de una persona que suscita tales resquemores.

Rodríguez Zapatero solventó ayer su primera crisis de gobierno apostando por situar en los puestos clave a personas de su absoluta confianza. Seguramente Maragall y sus socios del tripartito lo celebrarán con cava. El peligro para el presidente está en que mucha gente veía en Bono una garantía de que los socialistas no iban a ceder ante las presiones de quienes no creen en España.Ese giro puede tener un elevado coste.

LAS PERLAS DEL EX MINISTRO

CAROD. «Lo diga quien lo diga, con esa casta de miserables ni hay que hablar ni hay que entenderse». (1-4-2004)

CONSTITUCION. «Resulta paradójico el antiespañolismo dentro de una Nación, España, que brinda libertad a todos los ciudadanos [...] Por eso, hay que defender que hoy, soldados, no cabe más autonomía que la que cabe en la Constitución, que es garantía de igualdad para todos los españoles». (8-12-2004)

VICTIMAS. «Tengo la serena pero profunda convicción de que la sociedad y las consolidadas instituciones democráticas de España no permitirán que deshonren su memoria ni los ideales de libertad que defendieron». (6-1-2005)

NACION. «Yo mantengo que el término 'nación' no es unívoco, que tiene muchos significados. Pero si se introduce en un texto legal, la evocación es jurídica y la Constitución sólo menciona el término 'nación' para referirse a España y sólo habla de 'nacional' al referirse a la soberanía española». (20-9-2005)

MARAGALL. «Con afecto y con respeto, sería muy conveniente que tuviera en cuenta que no sería presidente de la Generalitat si no fuera gracias al PSOE». (7-2-2006)

ALTO EL FUEGO. «Matar españoles no puede tener premio bajo ningún concepto ni en ningún momento». (2-4-2006)

OTEGI. «Tiene un pasado que no le acredita como persona de bien», sino como «persona cercana a los terroristas y, por tanto, a los asesinos». (2-4-2006)