LA CRISIS MORAL, LA CORRUPCIÓN DE LOS
VALORES, ESTÁ SOBRE EL TAPETE
Artículo de Santiago Abascal en “El Semanal Digital” del 15 de septiembre de 2008
Por su interés y
relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web.
Que en España se están produciendo varias crisis –además de la económica- solo lo puede negar un cínico o el promotor de alguna de tales crisis. La que afecta a los aspectos puramente materiales es la que –aparentemente- concita todas las preocupaciones colectivas. Pero tal análisis neo-marxista obvia las motivaciones morales, nacionales, y religiosas del actuar humano.
Claro que la crisis económica es grave y probablemente se tornará pavorosa en
el futuro inmediato. Millones de españoles tienen el agua al cuello, alcanzar
el fin de mes sin aumentar la deuda de las familias se ha convertido en un
caminar angustioso. Claro que el sistema financiero se desploma y el valor de
los inmuebles comienza a caer llamativamente.
Pero eso no impide que los españoles vean con preocupación –incluso mayor- las
demás crisis que acogotan a la nación. La crisis institucional es una de las
principales y los ciudadanos ven con verdadero asco la politización de la
justicia y la corrupción municipal asociada al urbanismo. Dos elementos, entre
otros muchos, que alejan cada día más al españolito de a pie de la denominada
"clase política".
Sin embargo también la crisis moral, la corrupción de los valores, está sobre
el tapete y no como una simple cortina de humo sino como un programa amoral que
pretende imponer el nihilismo en la sociedad española, que persigue que el
drama del aborto y del suicidio asistido sean derechos.
Y, como no, una crisis galopante, que viene de lejos, y cuyo principal inductor
es el presidente del Gobierno: la crisis nacional. Y esa también desasosiega, y
mucho, a los españoles. Que unos responsables políticos se dediquen a convocar
refrendos de secesión, que persigan a los castellanohablantes en amplias zonas
del territorio nacional, que las voraces autonomías ,
en lucha unas con otras, pretendan para sí el conjunto del bienestar común es
una desgracia terrible que nos ha tocado a los españoles al conjurarse unos
líderes políticos sediciosos con otros débiles y con unas instituciones
políticas ruinosas.
Todo esto – y no solo el estómago o el dinero- perturba la felicidad del pueblo
español y quien no quiera verlo y crea encontrar en los españoles a criaturas
sedientas y ambiciosas sin principios, valores ni sentimientos perderá el voto
y la confianza de los mismos.
Claro que hay una crisis económica de cuidado, pero los españoles también
lloran pensando en la pervivencia histórica de España, sienten escalofríos al
ver una vida despedazada antes de nacer, se aterran ante una justicia cada día
más dependiente del poder partidario, y sienten pavor cuando el mostrenco
autonómico con sus miles de funcionarios exige comerse las reservas del Estado
–por cierto, en mitad de una crisis económica brutal- mientras amenaza con la
secesión. Y por eso también votan los españoles