EL CONSTITUCIONALISMO VASCO, ENTRAMPADO EN EL RELLANO
DE LA ESCALERA
Por su interés
y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web
Los partidos vascos no
nacionalistas llevan años -en una torpe estrategia- abrazados a una extraña fe
autonomista, abandonada hace mucho por el separatismo nacionalista.
El domingo se ha celebrado el trigésimo aniversario
del Estatuto de Autonomía del País Vasco. Era la primera vez en los últimos
años que la conmemoración de tal efeméride era convocada por el Gobierno vasco.
El nacionalismo nunca quiso que el día del País Vasco fuera el que evocaba un
acuerdo entre las distintas sensibilidades políticas de la región. Por eso se
lanzaban a celebrar su particular día del partido (alderdi eguna) o el estúpido
día de la patria vasca (aberri eguna) con ánimo de que sus festejos particulares
se convirtieran en las fiestas asumidas por todos. Ya lo lograron con la
bandera del partido, la ikurriña, que convirtieron en la bandera de la
comunidad una vez llegada la democracia, y también en la Guerra Civil, ante una
República desintegrada y dispuesta a hacer renuncias para lograr el concurso
nacionalista en el bando republicano.
Finalizada la dictadura, el actual estatuto vasco se
convirtió en un punto de encuentro entre las tendencias unitaristas,
foralistas, y separatistas, que aparentemente iba a posibilitar la convivencia
en paz y libertad. Falso, por cierto, pero ésa no es la cuestión de este
artículo. Aparentemente todos hicieron renuncias; el nacionalismo prescindía de
la secesión a cambio de una amplísima autonomía. Y los españolistas lograban
mantener la unidad nacional a cambio de conceder una autonomía indeseable para
ellos. Y entre ambos grupos, todas las gamas de colores. Si me permiten el
símil, el nacionalismo bajo unos peldaños de sus pretensiones disgregadoras,
aunque fuera estratégicamente. Y los demás, subieron unas escaleras que no
deseaban para alcanzar un acuerdo, un punto de encuentro. Y todos, o casi
todos, menos los terroristas, se encontraron en el rellano de la escalera.
Desde entonces, el nacionalismo no ha hecho otra cosa
que inquietarse en el rellano, echarse escaleras arriba camino del monte, y
traicionar ese acuerdo. Estella, el pacto con la ETA, para romper el estatuto y
destruir España fue la gran traición al acuerdo estatutario y la prueba de
fuego de que el nacionalismo solo veía en el estatuto el campo base para la
independencia, y en tales términos lo expresó Arzallus alguna vez.
Visto lo visto resulta inconcebible, por torpe e
improductivo, que el PP y el PSE continúen en el rellano de la escalera, con
inconsciente algarabía, celebrando un acuerdo que ha muerto; resulta kafkiano
ver al PP y al PSE bailando imaginariamente con una novia que no les quiere y
hace tiempo echó a galopar hacia el infinito independentista, escaleras arriba.
Resulta, en definitiva, un poco triste y melancólico observar al PP y el PSE
celebrar un acuerdo muerto, en el que no creían antes, que no era un ideal para
ninguna de esas fuerzas sino un punto de encuentro.
Pero fenecido tal punto de encuentro, finalizado el noviazgo, ¿a qué esperan el
PP y el PSE para mantener posiciones más dignas en las que, en vez de celebrar
un acuerdo inexistente, puedan apostar por sus propios postulados ideológicos,
aunque fuera estratégicamente? Porque en una futura negociación con los nacionalistas,
¿cuál será el punto de partida de las fuerzas políticas nacionales?, ¿el
rellano de la escalera? Así siempre perderemos, y poco a poco, escalón a
escalón, seguiremos al nacionalismo monte arriba.
Yo, mientras algo cambia, me apunto a una significativa
y clara recentralización del Estado, con la recuperación inevitable de unas
cuantas competencias significativas. Ya sé que la cosa no va por ahí, pero
alguien tiene que decirlo.