¿PACTO CON LOS NACIONALISTAS? NO, GRACIAS

 

 Artículo de Santiago ABASCAL en “La Razón” del 04.04.07

 

Santiago Abascal es presidente de la Fundación DENAES

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Uno de los síntomas más evidentes de la agonía del zapaterismo es que algunos –previsibles– y otros – impensables– se han lanzado al ruedo proponiendo y divagando sobre pactos postelectorales con los nacionalistas para el día primero del post-zapaterismo. No digo que no haya motivos para pensar que el personal está hasta el gorro de este

presidente por múltiples motivos, desde el precio del café al precio de la paz. Lo que me sorprende son las prisas de algunos por hacer «pelillos a la mar» o por decir «aquí no ha pasado nada», mientras se precipitan al vacío

– en sentido literal– sugiriendo el pacto con los nacionalistas supuestamente moderados del PNV y CiU.

Y me deja perplejo por dos razones simples; en primer lugar porque quienes echen a Zapatero lo harán desde una convicción esencial, la de que España es una gran Nación, y eso, nos pongamos como nos pongamos, no casa con el programa político de los nacionalistas; y en segundo lugar porque parece que no hemos aprendido nada sobre las intenciones rupturistas del nacionalismo en las últimas tres décadas.

Quienes den la victoria al PP en las próximas elecciones lo harán con una idea motora: la afirmación de España

como Nación. No otra cosa ha movido a los ciudadanos que han acudido a las constantes llamadas del PP y del movimiento cívico español; la defensa de la Nación Española, y su identificación con la justicia, la libertad y la

democracia constitucional. Y en esa idea, por desgracia, no hay encuentro posible, no hay punto medio, no hay posibilidad de acuerdo con los nacionalistas. Y el que sostenga lo contrario, se equivoca y se da de bruces con los tozudos hechos registrados en la historia reciente de nuestro país.

Ni el año 78 con el acuerdo constitucional, ni el 86 con los pactos PSOE-PNV en el País Vasco, ni el 96 con los tratos del PP con los nacionalistas, han servido para el caso que nos ocupa. Ningún pacto con los nacionalistas ha conseguido frenar el secesionismo. Al contrario, estos días ya se teoriza sobre la autodeterminación catalana y el Estado Catalán, el Plan Ibarretxe existió un día, y la traición de Estella forma parte de nuestras vivencias más inmediatas. No podemos, contra la realidad, afectados por el imperante buenismo, correr el riesgo de dejarnos seducir por los cantos de sirena que se oyen en los salones de la Corte, donde los poderes económicos y mediáticos soban los lomos del centroderecha que viene al poder mientras susurran al oído eso de que hay que moderarse, centrarse, y entenderse con los buenos chicos del PNV y CiU.

Y con ese zumbido del moderarse y del centrarse de los moscones de los cócteles que sólo pisan el País Vasco y Cataluña para visitar Neguri o la planta superior de alguna gigantesca empresa con sede en la Ciudad Condal, algunos comienzan a dudar y se plantean la oportunidad de llegar a una entente imposible con los extremistas y radicales nacionalistas que aspiran a objetivos tan moderados como la secesión y el poder absoluto en sus feudos. Para salvar España; pactar con los separatistas. Para moderarse y centrarse; apoyarse en minorías radicales en lugar de tender la mano a la mayoría de los

españoles.

No pinto con buenas palabras el panorama porque no me gusta. Porque ese plato ya lo hemos catado. Porque esa receta no es nueva. Porque en esa piedra, maldita sea, ya hemos tropezado. Aquí, en este bendito país, sólo queda un santo remedio. Ensayar lo que nunca se ha ensayado. Unir a los españoles de veras, a la mayoría, a los que quieren serlo. Sólo cabe la unidad de los dos grandes partidos sobre la base de la derrota total de Zapatero y la recomposición del PSOE. Y a partir de ahí, un gobierno de unidad nacional, o un gran pacto nacional en lo esencial para encaminarse  a una reforma  constitucional que restaure el Estado y nos permita olvidarnos de los nacionalistas.

Sólo así España será algún día una nación de ciudadanos libres e iguales (de verdad). Cuando PP y PSOE, ellos solos, sean capaces de acordar lo indiscutible para discutir después sobre todo lo demás.

Rajoy nos convocó en la calle a «defender la Nación Española», «por encima de diferencias ideológicas, por encima de partidos, por encima de rivalidades políticas». En la situación de excepción que vivimos ése tiene que ser el nervio del programa de gobierno del PP.  Porque eso es exactamente el patriotismo. Y sólo hay un solución verdadera para aplicarlo

a la vida política española: que la casi media España que representa el PP pacte con la casi media España que se identifica con el PSOE, y haga perder la esperanza para siempre a esa minúscula, raquítica y residual España egoísta y semi-feudal que representan los nacionalistas que nunca hicieron la transición.

Dejemos de ojearles por el retrovisor. Miremos al frente.