POR LA CONCORDIA NACIONAL, UN PROYECTO DE REFORMA CONSTITUCIONAL
Artículo de Santiago Abascal en “El Semanal Digital” del 22.10.07
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Derrotar a Zapatero, olvidarse de 
los nacionalistas, acordar lo 
básico entre PP y PSOE y restaurar el Estado 
constitucional español. He ahí las prioridades nacionales.
22 de octubre de 2007.  Se acerca marzo en forma de encrucijada nacional. Negros 
nubarrones atruenan el futuro español. Parece que toda la esperanza para 
conjurar los malos augurios residiera en una merecida y deseada mayoría absoluta 
para Mariano Rajoy. 
Pero la poco serena situación de España –diga lo que diga Zeta- merece darle a 
la cuestión varias pensadas. La disgregación nacionalista, el fortalecimiento 
criminal, el desprestigio de las instituciones gubernamentales, parlamentarias y 
judiciales –en excesivo maridaje-, el babel autonómico, la incertidumbre 
económica, exigen una reforma estructural de la España constitucional a través 
de un gran acuerdo nacional que retoque, restaure y fortalezca el magnífico 
consenso del 78, rescatando el espíritu de la transición, a la vez que corrija 
las fallas de la letra constitucional en que se materializó 
aquel espíritu. 
La reforma quirúrgica de un texto constitucional herido de muerte tras la 
aprobación de un estatuto para Cataluña que usurpó la soberanía nacional es la 
tarea ineludible de cualquier gobierno que quiera seguir llamándose español. Y 
para ello sólo hay una agenda política posible si se observa la realidad de 
España con honestidad y sinceridad. Esa agenda sólo puede pasar por la derrota 
de Zapatero, su expulsión del Palacio de La Moncloa, y la recomposición del 
PSOE, con el inevitable envío a galeras de los actuales mandamases de Ferraz al 
completo. 
Pero de poco serviría tal cosa si –no llegando la ansiada mayoría absoluta- no 
se descarta el 
pacto con los nacionalistas, habida 
cuenta de su rechazo evidente a la derrota del 
terrorismo, así como su genética deslealtad al proyecto común de España. Lo 
pretenda quien lo pretenda tal pacto es materialmente imposible, no sólo por los 
dos refrendos secesionistas fechados ya en País Vasco y Cataluña, sino porque ya 
no hay trasferencias que 
negociar, no hay objeto 
material sobre el que pactar a no ser que se ponga 
sobre el 
tapete la soberanía nacional española. 
Con esas constataciones –que la dura realidad refrenda- sólo queda una 
solución tras la derrota de Zapatero y la 
recomposición socialista: el gran acuerdo nacional entre PP y PSOE, en múltiples 
formas; pacto de Estado para la reforma constitucional o las políticas de 
Estado, acuerdo de legislatura, e incluso gobierno de gran 
coalición, a cada cual más deseable porque más 
creíble, sincera y duradera sería la verdadera voluntad de concordia. Por menos 
se han puesto a gobernar juntos en Alemania la izquierda y la derecha. 
La fortaleza y potencia de un mensaje preelectoral de ese calado, deseado por la 
inmensa mayoría de los españoles, dará la victoria arrolladora a quien lo 
formule con autenticidad y patriotismo. Una vez más, los principios y la 
estrategia pueden ir de la 
mano. 
Pero no olvidemos la premisa; sin echar a Zeta no vamos a ninguna 
parte.