ZAPATERO NO PUEDE
Editorial de “ABC” del 22/11/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
CADA vez
parece más nítidamente dibujada la incapacidad del Gobierno de Rodríguez
Zapatero de salir del atolladero al que ha conducido las relaciones bilaterales
con Estados Unidos y del aturullamiento en el que ha sumido su política
exterior. El rosario de torpezas e impericias diplomáticas desplegado en estos
siete meses (al que ha contribuido más de un miembro del gabinete) tuvo ayer
como consecuencia lógica el reconocimiento implícito por parte del presidente
del Gobierno de que ha depositado en Su Majestad el Rey la recuperación de la
confianza y la colaboración amistosa que han de presidir las relaciones con un
país aliado, que además es la única superpotencia mundial. Zapatero dio a
entender que le hará llegar mensajes a Bush, a través de Don Juan Carlos, en el
encuentro que éste mantendrá con el reelegido presidente estadounidense, que aún
no le ha devuelto la llamada que el jefe del Ejecutivo español le hizo poco
después del martes electoral.
En este punto, y aunque no se trate de un asunto tan trascendental, cabe
recordar que ya durante la Cumbre Iberoamericana de Costa Rica, Don Juan Carlos
hubo de llamar personalmente al presidente argentino, Néstor Kirchner, para que
acudiera al mencionado cónclave, consciente de lo relevante de su asistencia al
ser Argentina uno de los países que aglutina buena parte de las inversiones
españolas en la región. Parece evidente que la diplomacia española, que ha de
descansar sobre el Ejecutivo que gobierna el país, sus intereses y sus asuntos,
estuvo manifiestamente dormida para garantizar en ese foro una más nutrida
representación de dirigentes de países en los que España se juega sus intereses.
El presidente del PP expresó la imagen de la Cumbre Iberoamericana de forma muy
directa: «No ha ido ni el Tato», afirmó Rajoy, quien pudo haber elegido otras
palabras más académicas para referirse al evento, aunque no se le puede negar
que se entendió perfectamente lo que quiso decir. Menos comprensible es la
reacción del PSOE al exigirle disculpas por haber ofendido con sus palabras la
presencia de los Reyes en San José. Habría sido más razonable dejar al Monarca
fuera de la polémica y haber dado una respuesta política y una explicación del
papel jugado -si es que lo hubo- por nuestra diplomacia en los preliminares de
la Cumbre. Pero al meter la figura del Monarca por medio de la réplica, y con la
certeza de que Rajoy no estaba pensado en Don Juan Carlos al criticar el saldo
de asistentes, los socialistas han descubierto de nuevo sus inquietantes
carencias.
El Gobierno debería reflexionar sobre por qué ha tenido que echar mano del Rey,
y que no puede seguir haciéndolo eternamente. El prestigio mundial de Don Juan
Carlos se ha cimentado en la proyección histórica de su papel moderador y
arbitral durante la transición y la consolidación democrática. El título de
«mejor embajador» expresa el simbolismo inherente a un Monarca que ha sabido
asociar a su persona la mejor idea de España, moderna, fuerte y democrática. Su
instinto político, su oficio internacional y el buen «feeling» que despierta en
cualquier despacho presidencial del mundo no eximen al Gobierno de sus
obligaciones diplomáticas. Por eso, Zapatero debería quedar advertido de que el
capital histórico acumulado por el Rey no está a disposición de sus limitaciones
y carencias, ni es un instrumento de reparación de la mediocridad de nuestra
política exterior o del confusionismo en la política interior. La
responsabilidad en estos ámbitos es del Ejecutivo y no es bueno que se
distorsionen los límites dispuestos por la Constitución, para no incurrir en
mistificaciones inadecuadas.