VOCES EN EL PSOE

 

 Editorial de   “ABC” del 07/01/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

LA opción de alargar los plazos relativos al debate sobre el plan Ibarretxe puede tener para el Gobierno y para el PSOE un efecto interno contraproducente, del que ya han aparecido los primeros indicios. El tiempo es un factor que los nacionalistas saben manejar bien. Más de tres años ha estado Ibarretxe viviendo políticamente a costa de su plan. Pero cuando además tienen la iniciativa, como en este caso, la respuesta de los partidos no nacionalistas debe basarse en la imposición de una estrategia propia. El Gobierno y el PSOE no lo están haciendo y dado que no tienen un discurso homogéneo, el paso de los días hará que afloren las divergencias que ahora sólo se hacen valer en voz baja. Ayer, ante su Majestad el Rey y ante el presidente del Gobierno, el ministro de Defensa, José Bono, volvió a asumir la representación de la visión nacional de su partido, al defender la soberanía del pueblo español frente a proyectos rupturistas. Como no podía ser de otra manera, este planteamiento del ministro de Defensa coincide con el criterio de la mayoría de los españoles, pero trasladado al terreno político sólo cabe comprobar su irrelevancia en la toma de decisiones del Gobierno y del PSOE. No es suficiente que Bono -le guste o no, miembro de un Ejecutivo apoyado por Carod-Rovira- aproveche cada evento militar al que acude para decir cosas que cuentan de antemano con amplio respaldo. Lo importante es que si Bono y otros dirigentes del socialismo español piensan realmente que la soberanía es del pueblo español, que la unidad de España es indisoluble y que no hay más Nación que la española, algo tendrán que hacer para corregir la trayectoria política de un Gobierno que tiene como aliado parlamentario principal a un partido -ERC- declarada y hostilmente independentista.

Defender la Constitución y alabar a ERC como socio es una contradicción sostenible por la debilidad política del Gobierno, expuesta en estado puro en la autocorrección que se impuso José Blanco, secretario de Organización del PSOE. Primero advirtió a ERC de que, si amenazan con romper la colaboración con el Gobierno, éste se buscará otros socios; y luego hizo de esa colaboración un dechado de virtudes, tratando a ERC como el gran apoyo del Ejecutivo socialista. Este doble mensaje para mantener una actitud de firmeza ante un partido que la merece sin reserva ni matiz es lo que socava el crédito del Gobierno ante cualquier encrucijada en la que haya que definirse sin ambigüedades. Las palabras de Bono y de Blanco son la metáfora de la dispersión de intereses que atenaza al PSOE y que puede llevar a este partido a una situación en la que cada cual busque salvarse de la quema asegurada por las peligrosas relaciones con las nacionalistas.

Ante este panorama, se impone la necesidad de un acuerdo de Estado sobre España en el que los dos grandes partidos, PSOE y PP, tiendan puentes y afronten el desafío planteado por el Parlamento vasco con la altura de miras que la ocasión demanda. Al Gobierno socialista le corresponde la tarea de responder al órdago lanzado por el PNV, con el apoyo de Batasuna/ETA, otorgándole a la Constitución el valor que merece como instrumento integrador y de defensa ante la ofensiva nacionalista.