OFERTA-TRAMPA

 

 Editorial de “ABC” del 16/01/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 Después de avalar con sus votos el inconstitucional y secesionista plan Ibarretxe, Batasuna pretende irrumpir en el debate político suscitado. El portavoz parlamentario de la ilegal Socialista Abertzaleak, Arnaldo Otegi, ha mostrado su disposición a «acompañar» al presidente del Gobierno, en el caso de que apueste por una solución al «conflicto vasco», y aseguró que, desde sus filas, «no se está planteando un escenario independentista». En una carta dirigida a Rodríguez Zapatero dice abogar por un nuevo escenario en el que tengan cabida todos los proyectos, nacionalistas o no, a la vez que propugna una «desmilitarización multilateral del conflicto» y la excarcelación de etarras.

Asistimos a una oferta tramposa por parte de quien, gracias al Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, se halla en una situación de extrema anemia política, únicamente vigorizada por los auxilios que le presta el PNV, como la negativa de Atutxa a disolver, como ha ordenado la Justicia, su grupo parlamentario en Vitoria. Puede sorprender que ahora Batasuna defienda una posición que resulta más moderada, desde la perspectiva separatista, que la que encabeza el PNV con EA. Pero no cabe dejarse embelecar ingenuamente. Su objetivo es hacerse con una apariencia de legitimidad que le permita concurrir a las elecciones autonómicas vascas, evitando su desaparición de la escena política y que los peneuvistas les fagociten buena parte de su tradicional caladero de votos.

Sin embargo, su propuesta, a estos efectos, es, además de tramposa, insuficiente, pues sólo la condena explícita de la violencia terrorista sería la condición necesaria para levantar la declaración de ilegalidad, una vez haya solventado sus cuentas con la Justicia. Mientras ETA no abandone el crimen y Batasuna no condene el terror y se aparte del delito, no es posible considerarlos como interlocutores políticos válidos. Con la tregua de ETA planeando sobre el ambiente que rodea al plan Ibarretxe, el guiño incompleto de Zapatero al mostrar su disposición al «diálogo» con el frente abertzale si cesa el «ruido de las bombas y las pistolas» y condena la violencia es de una confusa oportunidad.

El jefe del Ejecutivo no debe escuchar unos cantos de sirena cuyo soporte de sinceridad es menor que la nada, como la experiencia acumulada ha demostrado. La memoria resulta esencial para evitar el ardid, toda vez que desde el Gobierno de la Nación ya se ha intentado el diálogo con las distintas patas del frente nacionalista, tanto en los ochenta como en los noventa. Y todas esas tentativas han resultado baldías y circunscritas a una trampa. En esta situación de debilidad, y cuando Batasuna aún es ETA y no se arrepiente de serlo, no se le puede otorgar un protagonismo que atentaría contra el orden constitucional y ofendería a la memoria de las víctimas del terrorismo, como ayer señaló Rajoy.

Zapatero ha de ser consciente de que no se puede contentar a todo el mundo a la vez, sobre todo cuando la materia en cuestión (la unidad de España que marca el precepto constitucional) está de por medio. Para hacer creíble su compromiso con el pacto suscrito con el PP anteayer, el jefe del Ejecutivo ha de mantener una posición nítida, ajustada al espíritu del Pacto Antiterrorista. Tan esperanzador es el resultado de la entrevista del viernes, que ahora no puede desandar el camino. Los españoles no entenderían que, en estas circunstancias, el Gobierno socialista estableciera acuerdos tácticos de corto alcance y se detuviera a escuchar la voz mentirosa de Batasuna, devolviéndole una presencia y un porte públicos que no le corresponden en virtud de su nefasto currículum. Tampoco debería Zapatero dejarse embaucar por un intento personal de convertirse en algo así como la piedra filosofal del asunto y el artífice único de la solución, que, por otra parte, tiene marcada su senda legal. Otegi le ha tentado, llamando a su vanidad y pidiéndole que sea el «Tony Blair español». Torpe alusión, por otra parte, pues olvida el batasuno que Blair ha suspendido tres veces la autonomía del Ulster. Ahora mismo lo está.