LA VERDADERA OFERTA DE ETA

 

 Editorial de   “ABC” del 19/01/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

EN plena avalancha de especulaciones sobre supuestos escenarios de pacificación y cambios de actitud en ETA/Batasuna, la banda terrorista aplicó ayer su doctrina con un nuevo coche bomba en Guecho, el quinto en esta localidad vizcaína desde que revocó su tregua unilateral. El atentado está dirigido nuevamente a la clase empresarial, como un recordatorio de la extorsión permanente que oprime a este sector social y que lastra no sólo la economía vasca en su conjunto, sino también la inserción definitiva del País Vasco en lo que ha de ser un espacio de democracia, libertad y desarrollo. ETA desmiente con este acto criminal a los que han estado interpretando sus soflamas nacionalistas como si fueran un indicio de tregua. Bastó un simple comunicado etarra de apoyo a Batasuna para que algunos empezaran a correr anunciando un proceso irreversible de pacificación. Que la frase de moda sea «algo se está moviendo» en ETA, no tiene por qué significar que ese movimiento sea favorable a los deseos de paz de la sociedad. Hay lecciones que siguen sin aprenderse, y por eso ETA se ha encargado de puntualizar que, como anticipó Otegi horas antes del atentado, no está por la labor de iniciar un proceso de paz o quiere intentar un sucedáneo bajo su control exclusivo. Algunos expertos señalan incluso que con atentados como el de ayer el entramado etarra podría estar mostrando su capacidad destructiva para luego ofrecer una tregua.

Pero lo único que ha dejado claro ETA hasta el momento es que sigue dispuesta a la violencia terrorista y que, al tiempo, apoya la consulta autodeterminista que prevé el plan Ibarretxe. Esto es lo que quiso decir, primero, cuando Josu Ternera autorizó a Batasuna a apoyar la propuesta soberanista en el Parlamento de Vitoria; y, segundo, cuando emitió un comunicado de apoyo a la iniciativa de Otegi en el mitin de Anoeta. Nada que tenga que ver con la paz, con la entrega de armas, con la reparación a las víctimas.

El nacionalismo vasco ha reaccionado poniéndose otra vez en el papel de víctima de ETA y extendiéndolo, de forma novedosa, a Batasuna, como si la izquierda abertzale encontrara en la banda terrorista un freno a sus aspiraciones de participación democrática. Decir esto al día siguiente de que el fiscal de la Audiencia Nacional pidiera el procesamiento de 35 dirigentes batasunos, incluido Otegi, resulta, ante todo, un insulto a la inteligencia y también una nueva demostración de la insolidaridad de los nacionalistas con las verdaderas víctimas de ETA. Ahora es el lendakari quien debe ratificar en público si los votos que dio Batasuna a su plan le siguen pareciendo tan legítimos como los de cualesquiera otros parlamentarios vascos, incluidos los de aquéllos que, como populares y socialistas, pueden ser víctimas de un atentado etarra.

También sería bueno que el Gobierno no se contagiara por falsas expectativas sobre futuribles decisiones de los terroristas. El Estado y las instituciones sólo deben atender a hechos inequívocos y fiables de cese definitivo e incondicional del terrorismo. De ETA, tras la última burla de 1998, no hay que esperar más que su derrota o su rendición, y sigue siendo un error esperanzarse con unos terroristas que ya han decidido lo que van a hacer: participar en la estrategia conjunta apadrinada por Ibarretxe, es decir, en un proceso de soberanía. ETA asume también su papel de agitador del «conflicto», sin el cual el plan Ibarretxe no tendría coerción sobre la conciencia de los ciudadanos vascos y sería, a lo sumo, una extravagancia retrógrada del nacionalismo. La realidad es que éste ha dado ese paso que tanto se temía que diera, ejecutando, con o sin acuerdo expreso, una estrategia de intereses comunes con una banda terrorista en activo.