IBARRETXE-MARAGALL: LA MEDIA ARITMÉTICA
Editorial de “ABC” del 22/01/2005
Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Descontado
ya el rechazo del plan Ibarretxe por abrumadora mayoría en el Congreso de los
Diputados, se abre un escenario nuevo en el complejo tablero de la política
vasca. En cierto modo, el lendakari ha quemado sus naves al plantear un desafío
imposible y puede encontrarse ahora en tierra de nadie, puesto que la política
es por definición un ejercicio de equilibrio y posibilismo. Al parecer, el PNV
-partido que aspira a una permanente hegemonía en aquella Comunidad Autónoma-
busca nuevas alternativas que ofrezcan una imagen distinta a la actual. Es
curioso que los políticos nacionalistas se sorprendan ante el rechazo sin
fisuras del proyecto en el conjunto de España. Sólo su visión estrecha y
localista les impide reconocer la realidad de que España es una nación sólida y
vertebrada, que exige a los partidos de ámbito nacional una posición firme ante
las amenazas a la convivencia. En definitiva, éste es el fundamento del acuerdo
PP-PSOE y el resultado de la próxima votación parlamentaria será fiel reflejo de
dicho clima de opinión. El plan Ibarretxe (cuyo texto publicaba ayer el Boletín
Oficial de las Cortes) va a terminar sin gloria su agitada y contradictoria
tramitación.
El día después abre un tiempo político diferente, siempre con el horizonte a
corto plazo de las elecciones autonómicas. Los nacionalistas vascos quizá sepan
ya que la única fórmula posible para sus aspiraciones consiste en la que se ha
dado en llamar «vía catalana», avalada por el Partido Socialista y diseñada por
el propio Maragall, verdadero artífice de la política del Gobierno en materia de
organización territorial. A grandes rasgos, se trataría de rebajar la retórica
semiconstituyente del texto actual y de suprimir algunas exigencias imposibles,
en particular las referidas a ciertas competencias indelegables. Algo así como
un punto intermedio entre el plan Ibarretxe y el proyecto de reforma estatutaria
que se discute ahora en el Parlamento de Cataluña. En definitiva, se trataría de
sacar la media aritmética de ambas iniciativas siguiendo la vieja técnica de
pedir la luna para luego «conformarse» con un buen trozo del pastel. La
estrategia ha sido utilizada con frecuencia; sin embargo, no debe desconocerse
que puede resultar contraproducente por sus graves efectos secundarios.
El asunto debe ser objeto de análisis cuidadoso por parte de los dos grandes
partidos. El PSOE puede caer en la tentación de reanudar una política de «bloque
constitucional» excluyendo a los populares, de manera que el rechazo conjunto al
plan soberanista se vea como un episodio transitorio, con la ventaja adicional
de facilitar las cosas para el referéndum europeo. El perfil de la comisión
Gobierno-PSOE-PP será muy ilustrativo sobre las ideas al respecto de unos y de
otros. A su vez, el PP ha de estar vigilante ante una situación que podría
volverse en contra de sus intereses. Un pacto en el País Vasco de naturaleza
similar al de Cataluña situaría a María San Gil y los suyos en difícil posición.
Es duro dirigirse a los electores desde una aparente soledad frente al acuerdo
de todos los demás, pero la experiencia enseña que el PP ha logrado sus mejores
resultados cuando presenta una alternativa clara y de significado inequívoco.
Una vez más, es fundamental destacar el límite infranqueable que supone la
Constitución. En el debate del Congreso, la oposición tiene una magnífica
oportunidad para hacer un discurso atractivo sobre el éxito de la España
constitucional, además de rechazar un proyecto manifiestamente inaceptable.
Porque si finalmente el plan Ibarretxe sirve de coartada para facilitar la
aprobación de la fórmula catalana, entraremos en una nueva fase en la que el
actual marco territorial podría resentirse poniendo en peligro la solidaridad
entre Autonomías, empujadas por un imprevisible efecto dominó a resituarse en un
escenario complejo de reivindicaciones a la carta.