RAJOY Y EL ESTADO

 

 Editorial de   “ABC” del 03/02/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

  

EL discurso etéreo y casi seráfico del presidente del Gobierno en el debate sobre el plan Ibarretxe acentúa, por contraste, el éxito de la intervención de Mariano Rajoy. Fue, en efecto, un genuino discurso de Estado, que ha cosechado elogios unánimes, incluso desde sectores poco proclives al ideario popular, pues su intervención bien podría ser suscrita por sectores de la izquierda moderada. Hay mucha gente, en uno y otro ámbito político, que se identifica con su firme defensa de la España constitucional, expuesta con brillantez y convicción y planteada también con moderación e ironía, enfoques capaces de desarmar al adversario, cargado de tópicos acerca de una derecha supuestamente agresiva.

Rajoy manejó los argumentos propios de las corrientes más modernas e ilustradas del pensamiento político actual: derechos individuales frente al nacionalismo rancio; libertad frente a privilegios estamentales; legalidad frente a arbitrariedad. El líder de la oposición fue el único, además, que manejó con orgullo el concepto de España, sin caer en absurdos complejos. Rajoy supo explicar las razones para el rechazo rotundo de un plan soberanista que ofende al conjunto de los españoles y pone al País Vasco en el camino de una aventura incierta, ampliando hasta límites intolerables la ya profunda fractura social. Acertó, en fin, a dar cuenta y razón a los ciudadanos de su oferta de pacto al Gobierno socialista, una cuestión que Zapatero prefirió pasar por alto, atado por sus compromisos con Esquerra y por el lastre cada vez más evidente de sus carencias conceptuales, que pretende suplir con una apelación al diálogo universal. Se trata, vino a decir Rajoy, de un pacto por España y por el respeto a las reglas del juego, más allá de una mera alianza de intereses coyunturales. Aquí se demuestra sentido de Estado y altura de miras. En todo caso, sitúa al PSOE en presencia de su propia responsabilidad ante una opinión pública muy exigente en cuanto hace referencia a la unidad de España. Por eso, una gran mayoría ha visto con satisfacción que el líder del PP proclame el éxito de la España constitucional y esté dispuesto a decir «no» siempre que haga falta. Por su acierto en la forma y en el fondo, Mariano Rajoy ha resultado ser el gran triunfador político de un debate que -según sus propias palabras- no tendría que haberse celebrado.

Por encima del interés particular, la situación actual exige dar respuestas serias ante un desafío inaceptable. El Gobierno practica una política de corto alcance, que sólo parece orientada hacia la supervivencia.