EL PROPÓSITO Y LA ENMIENDA

 

 Editorial de   “ABC” del 13/02/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

EN el tono más tajante que se le recuerda en un historial declarativo cuajado de maximalismos y frases abruptas (la última referente al reparto de tortas a discreción), Juan José Ibarretxe dio ayer un paso al frente para, sin más meandros argumentativos, pedir al Gobierno central que negocie a toda costa, con ETA incluso. Según él, «es hora de que en la sociedad vasca se formalice ese clamor en favor de la negociación política». Tras el fracaso en el Congreso de su plan, Ibarretxe y el nacionalismo vasco siguen anclados en los mismos parámetros soberanistas de estas vísperas, incluida la celebración del referéndum sobre la autodeterminación.

Como sólo lo enfervescente del tono supone una novedad en su mensaje, y habida cuenta de que el contexto sigue siendo el mismo, la decisión del PSOE y del PSE de no gobernar con el PNV tras las elecciones autonómicas del 17 de abril -de la que hoy informa ABC- resulta, en principio, tranquilizadora. Y también lógica, pues desde el punto de vista de todo aquel que se considere valedor del Estado de Derecho parece difícil coaligarse con quien ya ha dado los primeros pasos para hacerlo fosfatina y persiste en el empeño. En este sentido, opera contra este mensaje socialista de no gobernar con los peneuvistas el que Pasqual Maragall lo esté haciendo con un partido independentista y republicano en Cataluña y que esa misma formación política sea la que sostenga a Rodríguez Zapatero y al PSOE en el Congreso de los Diputados.

Partiendo de esa esperanzadora declaración de intenciones de la cúpula socialista, sí es necesario recalcar que lo más efectivo para eliminar las zozobras que llegan a la opinión pública es hacer creíble esa decisión y que ningún gesto invite a desconfiar del propósito declarado. A este respecto, parece pertinente terminar con las reuniones en la sombra celebradas en La Moncloa con aquellos que con más ahínco trabajan (PNV y ERC) por debilitar la estructura y fortaleza actuales del Estado. Alegar, como alegan las fuentes cercanas a Zapatero, que no se hará explícito el «no» a gobernar con el PNV «porque nadie lo creería» parece una excusa asaz vulnerable y, en todo caso, debería hacer reflexionar a la dirección socialista sobre la credibilidad que la opinión pública y los ciudadanos dan a los mensajes que el PSOE emite en este sentido. ¿Por qué no habrían de creerle? Esperemos que los socialistas mejoren su autoestima en este sentido, pues de lo contrario les resultará difícil convencer a los ciudadanos de lo que piensa realmente.

El presidente del Gobierno está perfectamente legitimado para diseñar su estrategia y establecer los cálculos y proyecciones políticos del horizonte vasco más cercano. Pero ha de esforzarse en revertir la desconfianza que su partido intuye en la ciudadanía; y eso sólo se logra con hechos y con la reafirmación de la convicciones. Y con la memoria, claro. Cuando la duda ande al acecho, Zapatero no tiene más que acudir a la historia y comprobar el maltrato y la deslealtad que recibió del PNV después de gobernar ¡una década! en coalición con los nacionalistas. Tras romperse aquel acuerdo, los peneuvistas corrieron hacia Estella para fraguar su alianza con el mundo etarra y empezar a desbrozar el camino de la independencia. Conocido el propósito y el radicalismo doctrinal y político en el que ha devenido Ibarretxe (ayer mismo reafirmados) parece una temeridad volver a recorrer ese camino con el PNV después de las elecciones de abril. Seguramente ni el PSOE ni España andarían a gusto por esa senda.