CRISIS DE UN PACTO QUE NUNCA EXISTIÓ
Editorial de “ABC” del 02/03/2005
Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
DECÍA
Mariano José de Larra que el Estatuto Real de 1834 nació «raquítico» a juzgar
por lo poco que duró. Algo parecido puede decirse, a la vista de la evolución de
los acontecimientos, respecto del efímero acuerdo entre Zapatero y Rajoy para
encauzar la reforma del modelo territorial, alcanzado en la entrevista de
Moncloa previa al debate parlamentario del plan Ibarretxe. El PP ha hecho
pública su decisión de considerar cerrada, antes de empezar su trabajo, la
comisión mixta entre populares y socialistas. Está cargado de razón Mariano
Rajoy cuando acusa al presidente del Gobierno de incumplir lo acordado y también
al no aceptar un grupo de trabajo de escaso nivel político, convertido en una
simple fórmula oportunista que el PSOE pretendía utilizar para ganar tiempo,
ofrecer una imagen dialogante y mantener una apariencia que no se ajusta a la
realidad.
Porque la realidad, guste o no guste, es que el PSOE ha optado por mantener su
alianza con Esquerra Republicana, un partido que se sitúa fuera del sistema en
relación con la forma de Estado y con la forma de Gobierno. El Ejecutivo ha
forzado la respuesta del PP al convertir a ERC en interlocutor privilegiado para
las negociaciones sobre el modelo territorial. La reciente entrevista en Moncloa
con Carod-Rovira, las últimas propuestas de José Blanco y el anuncio -conocido a
través de los medios- de que el PSOE «comunica» al principal partido de la
oposición su intención de enviar una consulta al Consejo de Estado sobre la
reforma constitucional son las gotas que han colmado el vaso de la paciencia.
Final anticipado para un pacto que nunca existió.
Desde el punto de vista de la estabilidad institucional, es una lástima que
Rodríguez Zapatero prefiera someterse al chantaje continuado de ERC y no acepte
la oferta leal del PP, reiterada por Rajoy durante su intervención en el
Congreso sobre el plan Ibarretxe. Ahora se entiende, aunque no hacía falta
especial agudeza, la tibia reacción del Gobierno ante el desafío soberanista:
visita del lendakari (y también de Imaz) al presidente del Gobierno; máxima
cortesía para Atutxa en el Congreso de los Diputados; en fin, aceptación del
debate en el Pleno de un falso proyecto de reforma estatutaria que encubre en
rigor una verdadera mutación de la Constitución vigente. Los socialistas optan
por un camino peligroso, buscando con oportunismo unos resultados electorales
favorables en el País Vasco y en Galicia, ignorando el sentido de Estado y la
responsabilidad exigible a un partido solvente y riguroso. El PP debe ahora
ejercer esa misma responsabilidad, manteniendo abierta la oferta de pacto. Más
aún, es posible que tenga que aportar en el futuro una alta dosis de sensatez
para sacar a su adversario del laberinto que los propios socialistas se han
fabricado.
La situación política en Cataluña, cuya evolución es por ahora imprevisible,
viene a complicar el asunto. Es probable que el tan elogiado modelo de consenso
haya naufragado para siempre entre el socavón del Carmelo y la grave acusación
de Maragall a CiU. Si no prospera la vía catalana, ¿cuál será ahora la
alternativa socialista en el País Vasco al plan del PNV? Maragall lanzó ayer una
explícita crítica al Gobierno y al modelo de reforma estatutaria propuesto por
Manuel Chaves, que parece cobrar peso en amplios sectores del partido ante las
dificultades de viabilidad de la opción catalana.
Hace tiempo que la sociedad muestra su preocupación por la deriva del debate
territorial. Sin dogmatismo, pero con firmeza y convicción, es necesario
proclamar una vez más la plena vigencia de las grandes decisiones adoptadas por
el pueblo español, titular único de la soberanía, que se plasman en la
Constitución de 1978. Seguro que los electores entenderán la postura de quienes
dan preferencia al interés general sobre el partidismo coyuntural.