MENSAJE NÍTIDO EN EL REFERÉNDUM

 

  Editorial de   “ABC” del 04.04.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

EL presidente del Partido Popular en Cataluña, Josep Piqué, parece dispuesto a defender ante la dirección nacional de su partido una estrategia de baja intensidad y mucha pedagogía para pedir el voto negativo en el próximo referéndum de ratificación del proyecto de Estatuto que finalmente apruebe el Congreso de los Diputados. Los argumentos de Piqué se centran en la idea de que una campaña intensa del PP a favor del «no» provocaría una movilización hacia el «sí» de sectores probablemente abstencionistas, reclutados por una especie de reacción negativa al mensaje de los populares. Este planteamiento de una campaña de perfil bajo se ha conocido al día siguiente de que el secretario general del PP, Ángel Acebes, presentara las 3.700.000 firmas recogidas para apoyar un referéndum por la continuidad nacional y constitucional de España, y tres días después de que Mariano Rajoy anunciara, en el pleno del Congreso que aprobó el proyecto estatutario, el «principio del fin del Estado». A estos hitos les ha precedido una intensa campaña del PP por todo el territorio nacional para, precisamente, explicar las razones de su oposición al proyecto estatutario, que también fue objeto, en cuanto a su procedimiento parlamentario, de un recurso ante el Tribunal Constitucional, finalmente inadmitido. No menos intensa fue la actividad de los portavoces populares durante los trámites de ponencia y comisión, previos a la aprobación en el pleno del Congreso.

Por tanto, el PP ha hecho y está haciendo toda la pedagogía -social, política y jurídica- que requiere la gravedad de un proyecto de Estatuto que ha iniciado el proceso de suplantación del orden constitucional de 1978, en aras de un pacto político estable entre socialismo y nacionalismos. Lo que se avecina es el reto de hacer ver a los ciudadanos catalanes la trascendencia de refrendar o no el nuevo Estatuto, no sólo en lo que afecta al modelo de Estado y al régimen político español, sino también a su propio futuro como sociedad democrática y moderna, basada en los principios de libertad individual y subordinación del poder político al interés general. La tarea es ingrata para el PP porque es el único que se opone al proyecto subyacente de este Estatuto -la derogación del orden constitucional- y porque la concertación negativa de intereses entre el nacionalismo y el socialismo busca expresamente la eliminación política del centro-derecha español.

No será posible una campaña de perfil bajo ante el referéndum catalán. Ni será deseable, porque el proyecto estatutario plantea disyuntivas ante las cuales el PP no puede utilizar discursos equívocos, ni confundir a los votantes sobre la hondura de los objetivos que persigue este proyecto. Los efectos serían, además, contraproducentes para el propio partido. Temer que una campaña intensa del PP pueda reclutar votantes para el «sí» supondría aceptar el carácter marginal de los populares en Cataluña e interiorizar el síndrome de foráneo que se le intenta inculcar desde la izquierda y el nacionalismo. Éstos no son los cálculos que competen al PP. Su problema no radica en despertar voluntades dormidas. Si el PP desarrolla una campaña que no se sitúe a la altura del enorme esfuerzo que está haciendo por evitar la aprobación de un estatuto que es perjudicial para España y, especialmente, para Cataluña, el verdadero riesgo será desmovilizar a sus bases y a los sectores sociales -teóricamente afines a la izquierda no nacionalista- que conforman la alta abstención habitual en los comicios catalanes. En general, las campañas de baja intensidad no han sido provechosas para el PP.

Cuestión distinta es que los populares deban cuidar su discurso para evitar la manipulación de sus mensajes, sabiendo de antemano que le van a achacar falazmente la «catalanofobia» con la que el PSOE quiere sacar a los populares del escenario político catalán. Pero la corrección de las formas no condiciona el contenido -«firmeza y moderación son la misma cosa», dijo el secretario general de los populares en la reciente convención del partido- cuando están en juego valores superiores, directamente vinculados al mantenimiento de la Constitución en Cataluña. El mensaje tiene que ser muy nítido, sin renuncias previas. No es un asunto en el que se pueda pasar de puntillas.