LA AMENAZA DE AL QAIDA

 

  Editorial de   “ABC” del 30.07.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

LA última declaración del número dos de Al Qaida, el médico egipcio Ayman al Zawahiri, emitida a través de un vídeo difundido por la cadena qatarí Al Yazira, es una confirmación de los objetivos fundamentales de la organización de Bin Laden, al mismo tiempo que una demostración del error que cometen quienes juzgan el terrorismo islamista como un fenómeno vinculado a decisiones de los gobiernos occidentales en su relación con el mundo musulmán. Al Zawahiri llamó a la unidad de chiitas y sunitas para extender la yihad, o guerra santa, contra Israel y el resto de «cruzados», término que comprende a todos los países que están aliados con Estados Unidos y tienen presencia militar en países musulmanes, entre los que citó expresamente a Afganistán e Irak. Sin embargo, el mensaje del lugarteniente de Bin Laden debe ser analizado más allá de los patrones habituales porque incluyó dos planteamientos que dan la medida de la determinación con que Al Qaida se plantea su yihadismo. Por un lado, advirtió de la inutilidad de un alto el fuego entre Israel e Hizbolá, lo que supone la incorporación plena de Al Qaida al objetivo de esta organización terrorista chiita y proiraní de eliminar el Estado de Israel. No es nuevo el antisionismo de Al Qaida, pero hasta ahora lo había utilizado retóricamente como una coartada para legitimar su actividad terrorista y confundir, con éxito ya contrastado, a las opiniones públicas de las sociedades occidentales sobre su exclusiva responsabilidad en la campaña de atentados contra sus ciudadanos e intereses. En adelante, Al Qaida podría participar directamente en actos de terrorismo contra Israel, paralelamente a Hizbolá, Hamás y el resto de grupos terroristas que operan en la región.

Por otro lado, Al Zawahiri ha fijado con más claridad que nunca el gran objetivo de Al Qaida: la reinstauración del islam, bajo un nuevo califato, en todos aquellos territorios que alguna vez estuvieron bajo poder musulmán. Por eso marcó los extremos del nuevo mapa en España (Al Andalus) e Irak. Este propósito nada tiene que ver con la situación de Palestina, las operaciones militares de Israel en el Líbano ni la presencia de una fuerza multinacional, con mandato de la ONU, en Irak. Es la demostración de la mentalidad visionaria de un fanatismo religioso que se ha servido de conflictos locales para reforzarse como elemento vertebrador del odio hacia Occidente. En España, esta declaración de Al Zawahiri debería merecer una reflexión urgente sobre nuestro pasado inmediato, para que quienes asociaron el 11-M al apoyo del Gobierno de Aznar a la intervención en Irak, reconozcan su error, cuando no su mala fe, al secundar de forma tan irresponsable la estrategia propagandista de Al Qaida. La excusa de Irak ya no existe, pero España está marcada, de forma expresa, como objetivo del terrorismo islamista, por ser democracia occidental aliada -a la baja- de Estados Unidos y mantener tropas en Afganistán.

Aunque es probable que todavía haya sectores de la opinión pública que vean en las palabras de Al Zawahiri una reacción legítima a las operaciones militares de Israel en el Líbano, el significado de las mismas debe marcar una clara inflexión en el juicio sobre el terrorismo integrista islámico. Sólo así será posible que las democracias occidentales perciban el peligro en toda su dimensión y vean cómo los mismos terroristas que claman contra el imperialismo americano y recuerdan con victimismo la impronta colonial europea, están anunciando su propia campaña imperialista de carácter religioso e integrista. Cuando Al Qaida dice que su objetivo es expulsar a los infieles de la tierra del islam, no está hablando sólo de Palestina, Cachemira, Irak o Arabia Saudí, sino también de Al Andalus, es decir, España.

Sería un tremendo error despreciar la declaración de Al Zawahiri. El decorado del vídeo, con las Torre Gemelas al fondo; el llamamiento a la unidad entre los irreconciliables sunitas y chiitas para luchar contra Israel y los «cruzados», y la proclamación del irredentismo islámico, son elementos que los gobiernos occidentales, y el español en primer lugar, deberían considerar en su justa dimensión.