COMIENZA LA ESPAÑA «RESIDUAL»

 

  Editorial de   “ABC” del 11.08.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Mientras apura sus últimas semanas en la Generalitat, Pasqual Maragall ha decidido buscar unos minutos de gloria durante las vacaciones veraniegas. En una peculiar fiesta organizada en el pueblo más pequeño de Cataluña -con sólo 31 habitantes censados- la víctima principal del Estatuto consiguió hacer de la necesidad, virtud. Relegado por Zapatero en la famosa reunión de La Moncloa con Artur Mas, Maragall ha visto en pocos meses cómo se acelera el final de su carrera política. Un Estatuto aprobado con notable desinterés de los ciudadanos, la ruptura del tripartito, la apuesta del PSC por José Montilla y la convocatoria de elecciones anticipadas en una fecha insólita, son los hitos que marcan la despedida de un personaje que será recordado más por su etapa como alcalde de Barcelona que como presidente autonómico. Ahora se suelta la lengua con unas afirmaciones que parecen destinadas a poner las cosas fáciles al TC a la hora de resolver el recurso interpuesto por el PP. Si es verdad que el Estatuto es «la nueva Constitución» de Cataluña, es evidente que no encaja con la Constitución de 1978 a la que deben someterse todas las normas que integran el ordenamiento jurídico. Si la presencia del Estado en aquella parte de España se convierte en «residual», no será fácil justificar el cumplimiento de la obligación que incumbe a los poderes centrales de garantizar la igualdad de derechos y deberes de todos los españoles en cualquier parte del territorio nacional. Si la idea de Cataluña como «nación sin Estado» preside el texto estatutario, no sirve el principio constitucional de unidad indisoluble de la nación española. Basta con lo dicho para concluir que -en una especie de confesión de parte- Maragall está reconociendo sin rodeos la inconstitucionalidad del Estatuto.

Desde un punto de vista político, no está claro si el presidente saliente pretende hacer un favor al candidato de su partido o le está poniendo piedras en el camino. Es notorio que Montilla intenta ampliar la base electoral de los socialistas catalanes hacia un sector que no se distingue por su catalanismo radical. En este último ámbito, algún portavoz de ERC ya se ha encargado de recordar que Cataluña dista mucho de ser el territorio europeo no estatal con mayor autogobierno, echando en falta un modelo de financiación similar al concierto vasco. En cambio, CiU, a través del propio Artur Mas, celebró también con satisfacción la vigencia formal de la nueva norma. Está claro que los convergentes (que parecían condenados a un largo periodo de lejanía del poder) van a jugar a tope su imagen como factor decisivo para salvar del fracaso a un texto que estaba a punto del naufragio. La gratitud de Maragall a la «España amiga que nos entiende» resulta, en fin, un peculiar gesto hacia Zapatero, que sólo el tiempo dirá si guarda alguna relación con el futuro político del todavía presidente.