EN UN CALLEJÓN SIN SALIDA

 

  Editorial de   “ABC” del 19.08.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

El formateado es mío (L. B.-B.)

 

Tras el último comunicado de ETA, el Gobierno ha perdido todo argumento político para defender la legitimidad del proceso de negociación con los terroristas. ETA maltrata al Ejecutivo socialista y al PSOE a sus anchas porque se siente superior políticamente y capaz de imponer un chantaje eficaz. Quizá se deba a esos cuatro años de «conversaciones secretas» que los socialistas vascos mantuvieron con Batasuna, mientras el Gobierno del PP se esforzaba en ganar definitivamente la lucha antiterrorista. De forma resumida, los terroristas advierten al Gobierno de que volverán a las armas si el proceso no avanza, de que la solución está en reconocer sus objetivos tradicionales de soberanía, autodeterminación, amnistía y Navarra y de que tiene que cumplir los «compromisos de alto el fuego» adquiridos. En este momento, la única opción que le queda a la negociación con ETA es la cesión a sus exigencias, porque los terroristas no se plantean que el fin de su violencia sea incondicional, ni que la «solución al conflicto» se alcance en el marco constitucional y estatutario. Es decir, la misma ETA de siempre, que se enfrenta, eso sí, a un Gobierno sin precedentes, entrampado en un laberinto de conversaciones clandestinas, compromisos ocultos y sobreentendidos imposibles.

Las explicaciones pueriles del PSOE conducen inevitablemente al pasmo, porque presentan a una ETA que miente a sus seguidores con mensajes de «consumo interno» o que fija artificialmente alto el listón de sus exigencias para luego bajarlo en la negociación. Esta actitud demuestra un peligroso desconocimiento acerca de ETA, cuya dirección no dudará en poner al Gobierno en precario tantas veces como sea preciso. Ya son varios los avisos de que está en condiciones de demostrar los compromisos negados por el Gobierno.

Sin duda, el proceso está en crisis. El presidente del Gobierno anunció en el mes de junio el inicio del diálogo con ETA, obsequiada con el compromiso de que respetará la libre decisión de los vascos, plagio notorio de la literatura etarra. En septiembre, el ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, comparecerá para informar de los primeros resultados de la negociación con la banda. Sin embargo, el Gobierno que siempre iba a decir la verdad, no sólo guarda silencio ante el último comunicado etarra, sino que ha quedado en evidencia por haber diseñado esta fallida estrategia negociadora sobre el engaño a todos y en todo momento. Negó que el PSOE hubiera negociado con Batasuna en los años de plomo anteriores y posteriores a su ilegalización. Negó contactos previos con ETA para pactar la declaración de la tregua. Negó compromisos adquiridos para responder al alto el fuego unilateral de los terroristas. Todo lo que ha negado, al final, se ha revelado cierto o, en el mejor de los casos, muy probable. Pero el problema del Gobierno empieza a ser que no sólo el PP y los ciudadanos pueden sentirse engañados, sino que también ETA se siente así. Los terroristas se lo han advertido en más de una ocasión: ellos no son como ERC ni van a aceptar apaños como el del Estatuto catalán. Es decir, no han dado la tregua para que Zapatero salga victorioso, sino para vencer ellos.

La pregunta es qué le queda a este proceso de negociación. El Gobierno, al margen de lo que se comprometiera con ETA, siente ya los límites del Estado y de la Constitución: no se puede reconocer la autodeterminación en una mesa de partidos, no es posible anular completamente el Estado de Derecho -a lo sumo, al fiscal general del Estado-, no cabe la amnistía para los terroristas, aunque se le llame indulto. Y se haya producido o no un primer contacto con los etarras, el proceso probablemente ha tocado techo porque los socialistas han aceptado letras que no pueden pagar y los terroristas quieren para la tregua la rentabilidad prometida.

Conviene no perderse en disquisiciones. Esta irresponsable aventura política tiene nombres y apellidos. Es hora de una explicación política por el presidente del Gobierno en el Congreso de los Diputados, sometido al control de la oposición y con publicidad ante la sociedad española. Rodríguez Zapatero debe poner fin a su absentismo vacacional, que no ha perdonado -salvo paréntesis perfectamente prescindibles- a pesar de la tragedia ecológica en Galicia (con cuatro muertos), el descontrol migratorio y la crisis regional en Oriente Próximo. Ahora se trata de su proyecto personal, la negociación con ETA, en el que ha implicado, sin consenso suficiente, a toda la sociedad y a las instituciones del Estado.