TRES TRISTES TRÁGALAS: INMIGRACIÓN, DIÁLOGO CON ETA Y LA CONSPIRACIÓN

 

 Artículo de Pablo Sebastián en “ABC” del 09.10.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Está muy bien que Rajoy denuncie los trucos y el trágala del pacto sobre la inmigración que le ofrece el Gobierno. El PP ha trabajado bien este problema, ofreciendo soluciones y alternativas a las que tarde o temprano se sumará Zapatero, por la cuenta que le trae. Y es razonable que Rajoy no baje la guardia en esta antesala de la negociación con ETA -en pleno festival de kale borroka-, siempre y cuando tenga la posibilidad de transmitir con nitidez y argumentos su resistencia a un proceso que cuenta de partida con apoyo ciudadano, pero que se está complicando. Y también confundiendo, porque tanto en el Gobierno como en ciertos sectores de la oposición se detectan maniobras para mezclar esta importante cuestión con la presunta conspiración del 11-M, otro nuevo trágala político y mediático. Los primeros, para disfrazar al PP de extrema derecha, y los segundos, porque consideran que la bronca (en recuerdo de los escándalos del GAL y la corrupción felipista que dieron la victoria a Aznar en 1996) ofrecerá al PP una oportunidad para mejorar su horizonte electoral, lo que no es verdad.

El presidente Zapatero está en su derecho de explorar en conversaciones con ETA el posible final de la banda terrorista, aunque no tiene el consenso de los grandes partidos que acompañó otros intentos similares y fallidos de González y Aznar. Lo que marca la diferencia, al igual que la presencia de la ley de Partidos, que debería impedir la relación entre Batasuna y PSOE. Además, las tensiones entre las asociaciones de víctimas del terrorismo y el Ejecutivo dificultan la negociación sobre la que muchos ciudadanos tienen dudas, por más que en La Moncloa esperen que una gran mayoría les votará en los comicios municipales y autonómicos de 2007 si para entonces ETA anuncia su final, incluso si se conocen las contrapartidas, como la salida de las cárceles de presos etarras, ayudas económicas para la reconversión de comandos, autodeterminación en el Estatuto vasco y referencias a Navarra. Convencido el presidente de que el fin justifica los medios y de que los españoles lo sabrán apreciar.

Pero para que esto fuera posible es necesario que el Gobierno mantenga los apoyos parlamentarios, controle el Poder Judicial -ahora en renovación- y gane la batalla de la opinión pública. Capítulo crucial para el que busca: apoyo internacional (Parlamento Europeo y la visita de Blair y otros); reducir las críticas de los medios con credibilidad; y emborronar la iniciativa de la oposición, el PP. Zapatero necesita un apoyo general hoy imposible por la ausencia de consenso con el PP, o una palanca que permita la descalificación de los mensajeros de la oposición, de ahí su discurso sobre «la extrema derecha», el que curiosamente facilitan ciertos dirigentes del PP y sus medios bronquistas -«El Mundo» y la Cope-, que, con todas las bendiciones (y nunca mejor dicho) y sin prueba alguna, agitan la conspiración de la masacre del 11-M, que hora pretenden relacionar con ETA para su lucimiento mediático y el control del PP. Y, en pos de la crispación general, a ver si así mejoran las expectativas electorales de los populares, como ocurrió con Aznar en 1996, aunque entonces estaban tocados por la corrupción en las instituciones y gobernantes del Estado, mientras ahora se juega con el dolor de las víctimas, sin pruebas y con la sola especulación, pero provocando un ingente ruido y confusión que impedirá a la mayoría de los ciudadanos recibir un mensaje claro y bien razonado del PP -y de los medios con credibilidad y no contaminados- sobre la verdadera gran cuestión: la rendición política del Estado ante ETA, que se empieza a perfilar al inicio de la negociación que puede estar a punto de comenzar o de estallar.

El Gobierno y los agitadores del PP van de la mano y caminan en la misma dirección porque a las dos partes les interesa la bronca y la confusión. Unos, para vestir el muñeco de la extrema derecha y otros, para hacerse con el control del PP, pretendiendo imponer su particular trágala de la conspiración del 11-M e insultado a los políticos del PP y a los periodistas y medios que, sin estar en la órbita del PSOE, se niegan a subirse al carro de la ceremonia conspirativa, motivo por el cual son calificados de «maricomplejines» o de timoratos. Y, en los medios públicos controlados por este sector del PP, igual. Se les acusa de tibios o de «comprar los argumentos de sus adversarios» simplemente por no aceptar las presiones y consignas -¡incluso por escrito!- que, por ejemplo, han hecho llegar en estos días para difundir como inapelable la versión conspirativa sobre los peritos y el caso del ácido bórico. Acaba de ocurrir, con el firme objetivo de liquidarlo o amordazarlo, en el «Diario de la Noche» de Telemadrid. Y allá Esperanza Aguirre, con estos modales nada democráticos y sus amistades peligrosas porque se considera que así va camino de ser la Thatcher o Merkel del PP (como dicen sus costaleros bien pagados), se puede equivocar, antes deberá triunfar en la Comunidad de Madrid, y la crispación no es la mejor bandera que se puede ondear. Tres tristes trágalas de la actualidad y tenemos un cuarto en lista de espera: las elecciones en el oasis catalán. Maragall contra Montilla, Puigcercós contra Carod, Durán contra Mas y Piqué, en el ojo del huracán conspirador.