OBJETIVO, DESESTABILIZAR AL PP

 

  Editorial de   “ABC” del 03.11.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Superadas las primeras veinticuatro horas en las que todos los partidos, sean cuales sean, manifiestan su satisfacción por los resultados electorales, la única conclusión compartida de forma general es que Rodríguez Zapatero ha sufrido una derrota sin matices. Era previsible que las elecciones autonómicas catalanas tuvieran repercusión nacional, pero el fracaso del PSC y de José Montilla ha sido tan serio que constituye toda una descalificación de la estrategia personal del presidente del Gobierno en Cataluña. Desde que en octubre de 2003, Rodríguez Zapatero se comprometiera a aceptar el Estatuto que saliera del Parlamento catalán hasta la designación a dedo de Montilla como candidato del PSC, pasando por el aval al tripartito y su posterior ruptura, la aprobación del Estatuto, los pactos con CiU y la defenestración de Maragall, todas las decisiones fundamentales en la política catalana han sido intervenidas directamente por el presidente del Gobierno.

El resultado es que hoy el nacionalismo catalán se encuentra con Cataluña servida en bandeja por Zapatero, para que, si CiU y ERC se ponen de acuerdo, gestionen conforme a sus intereses un Estatuto soberanista y confederal, que, además, está blindado por los cuatro costados frente al Estado. Por eso, la primera lección de estos comicios catalanes se imparte en Madrid y afecta de lleno a la figura política de Zapatero, que se enfrenta al juicio de los hechos, siempre inapelable y que, en este momento, debería llevar a muchos votantes socialistas a preguntarse cuál es en realidad el proyecto del presidente del Gobierno para España, visto el resultado de su gran apuesta en Cataluña y el estado en que se encuentra el proceso de negociación con ETA. En política, los mitos son efímeros.

Tras este varapalo socialista, el PP se enfrenta a un largo período electoral en mejores condiciones de las que habrían deseado el PSOE y, también, algunos sectores de la derecha que han pedido expresamente el voto a Ciudadanos de Cataluña no tanto para frenar al eje nacionalista y socialista, sino para castigar directamente a Josep Piqué y a Mariano Rajoy y buscar la división de su partido. Los resultados de los populares han decepcionado a unos y otros, porque Ciudadanos de Cataluña ha hecho lo que le correspondía -con indudable mérito y eficacia-, drenar votos socialistas desencantados con el giro nacionalista del PSC que, de otra forma, habrían ido a la abstención, porque, siendo de izquierda, tampoco habrían votado al PP. Y los populares han conseguido un resultado cuya justa dimensión sólo se aprecia si se pone en relación con la alta abstención (56,77 por ciento), pues bastaría recordar que en 1992 y 1999, con una participación inferior al 60 por ciento, el PP obtuvo sólo 7 y 12 escaños, respectivamente. De ahí que los actuales 14 escaños -cualificados por la recuperación de la tercera posición en la ciudad de Barcelona-, permitan al PP valorar con razonable tranquilidad el resultado electoral y encarar las municipales y autonómicas de 2007 con buenas expectativas, que pueden mantenerse hasta los comicios generales de 2008.

Por eso resulta un acto de doble juego peligroso que determinados sectores de la derecha que, además, reclaman para sí la condición exclusiva de custodios de valores liberales y conservadores (en los que realmente no creen y así lo demuestran) estén ya promocionando la idea de extender a toda España un fórmula similar a la de Ciudadanos de Cataluña, a pesar del contexto específico en el que ha surgido esta formación. Su deseo es quebrar al Partido Popular, desestabilizar a Rajoy y forzar una estrategia de radicalización de la derecha, garantías absolutas de una nueva victoria socialista. Son ésos que señalan singularmente como objetivo de sus fijaciones al actual alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, a quien paradójicamente les resultará difícil oponer una opción de izquierda y laica -como la que representa Ciudadanos de Cataluña- cuando su principal reproche al alcalde madrileño es, precisamente, situarse en esas coordenadas.

El Partido Popular, con todo en contra, ha demostrado en Cataluña una sólida cohesión, una gran capacidad de movilización y una firme lealtad electoral. Frente a él tiene a un PSOE aturdido por el fracaso catalán y a un presidente de Gobierno tocado políticamente y mermado en su aureola de infalibilidad. Son condiciones favorables para que el PP prepare la alternativa definitiva a los socialistas, tan necesaria ya. Mariano Rajoy y Ángel Acebes dirigen un partido que ha hecho gala de una notable capacidad de resistencia, aunque a algunos les pese.