FRACASO DE ZAPATERO; RIDÍCULO DE MAS

 

  Editorial de   “ABC” del 06.11.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

El enigma del Gobierno catalán se ha resuelto con sorprendente celeridad. Todo parece listo para la reedición del gobierno tripartito tras un proceso de negociación que concluye con un resultado llamativo, pero en absoluto inesperado (salvo, tal vez, para Rodríguez Zapatero y Artur Mas). PSC, ERC e ICV se disponen a repartirse el poder, mientras CiU, precaria, pero indiscutible ganadora en votos y escaños, sigue condenada a la oposición, lo que revela la incapacidad de su líder para administrar la victoria. De nuevo los políticos desoyen sin pudor la voz de los ciudadanos. Este fraude a la decisión mayoritaria contribuirá sin duda al desprestigio de la clase política catalana, causa determinante de la baja participación tanto en el referéndum como en las elecciones del pasado miércoles. El régimen parlamentario es flexible y permite una adaptación razonable a las circunstancias, pero no está concebido para alterar la voluntad de los ciudadanos. Los catalanes se han pronunciado sin rodeos en contra del tripartito, de manera que sólo IC ha obtenido un buen resultado. José Montilla, candidato débil y de perfil bajo, va a presidir la Generalitat gracias a una maniobra de pasillo, punto de llegada para una carrera política que se ha desarrollado básicamente en el aparato del PSC, a pesar de salir mucho peor parado ante los electores que su antecesor Pasqual Maragall.

A escala nacional, lo más importante es el fracaso sin paliativos de Rodríguez Zapatero. Los socialistas catalanes se han desmarcado sin complejos de La Moncloa, mientras el presidente del Gobierno asistía a la Cumbre iberoamericana. El PSOE se encuentra así con el peor escenario posible. El PSC va a lo suyo y pacta a toda prisa la continuidad de un proyecto cuyo fracaso ha sido patente. ERC vuelve a tener la llave de la gobernabilidad, dejando en el aire el pacto entre Zapatero y Artur Mas, que salvó del naufragio un estatuto inaceptable. Otra vez se repite el cuento de la lechera. Zapatero planteaba el acuerdo «socioconvergente» como un seguro de vida de cara a las próximas elecciones generales. Sin embargo, ahora tendrá que afrontar el desgaste derivado de las exigencias de un nacionalismo radical crecido y de la desorientación de CiU, una vez que ha visto defraudadas sus expectativas. Bien merecido lo tiene Artur Mas, político con imagen de diseño y escasa capacidad para ser consciente de cuándo pisa un terreno vidrioso. Empezó la campaña con una ridícula visita al notario para cerrar las puertas a un acuerdo con el PP y en las últimas horas ha vuelto a quedar en evidencia, permitiendo a los republicanos darse el gusto de rechazar una propuesta muy beneficiosa para un partido perdedor.

La política catalana retorna a la situación anterior a Perpiñán. Carod-Rovira, un líder amortizado ante la opinión pública y muy criticado por los suyos, recupera un protagonismo que es fiel reflejo del deterioro de una clase política en plena crisis. La estrategia de «todos contra el PP» que obsesiona a Ferraz llevó a los socialistas a otorgar cuotas muy altas de poder a un partido «antisistema», abiertamente contrario a la monarquía parlamentaria y al modelo territorial que establece la Constitución. Hoy, más que nunca, siguen siendo rehenes de ERC, con el agravante de que ahora está en vigor un Estatuto con vocación cuasi federal, que deja al Estado en posición residual y plantea un sistema de financiación insolidario e inviable.

Si Zapatero opta por huir hacia adelante con un desarrollo «generoso» del Estatuto, como sin duda le van a exigir Montilla y sus socios, la situación puede agravarse hasta hacerse insostenible. Si además el PSOE -abandonado por CiU en Madrid- necesita a ERC en el Congreso de los Diputados, sólo cabe esperar nuevos guiños al radicalismo y concesiones sin final conocido, pero previsibles. Es un sarcasmo llamar «gobierno de progreso» y «alternativa de izquierdas» a esta confluencia de intereses minoritarios que se reúnen en una coalición sin sentido. De cara a las elecciones generales, Zapatero sale muy mal parado frente a la sensatez y moderación que ofrece Mariano Rajoy. A su vez, Artur Mas deberá responder ante los suyos de su reincidente bisoñez para gestionar la victoria en las urnas. La política catalana vuelve a convertirse en un extraño baile de disfraces que culmina en el triunfo de los perdedores ante la perplejidad de una ciudadanía que se distancia cada día más de sus representantes.