DOBLE MORAL CON CIUDADANOS DE CATALUÑA

 

  Editorial de   “ABC” del 07.11.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

LA exitosa aparición de Ciudadanos de Cataluña en el escenario político catalán ha provocado en ciertos sectores de opinión una entusiasta extrapolación a escala nacional de esta nueva vía política, apadrinada por el dramaturgo Albert Boadella y el periodista Arcadi Espada junto con otros intelectuales y profesores universitarios catalanes. Es justo reconocer que estas personalidades de la cultura, el periodismo y el pensamiento han sabido articular políticamente una serie de movimientos de reacción social a la asfixiante hegemonía nacionalista, desde posiciones y para votantes de izquierda que, por no ser nacionalistas, repudiaron la mutación del PSC, y que, por no ser de derechas, no votaban al Partido Popular. Ciertamente, Ciudadanos ha logrado capitalizar ese voto que en otras circunstancias habría incrementado la abstención.

Desde ahora, Ciudadanos de Cataluña se enfrenta a lo más difícil, que es adoptar un comportamiento político definido en las instituciones catalanas, porque una cosa es agrupar y gestionar descontentos y otra muy distinta defender proyectos concretos para problemas definidos. Los buenos resultados de Ciudadanos de Cataluña responden al contexto político de esta comunidad, intransferible e irreproducible allí donde no hay un régimen nacionalista apoyado por el socialismo. Esto no quiere decir que el Partido Popular no deba seguir con atención y respeto la evolución de este partido, cuya función electoral en Cataluña ha consistido en dar salida a votantes socialistas que no comulgan con la política nacionalista del PSC. Se trata, por tanto, de un movimiento político situado en el ámbito de la izquierda, cuya actitud sobre el bilingüismo, la igualdad y la defensa de la Constitución lo han puesto colindante -incluso solapado- con sectores que apoyan al PP.

Esas mismas razones que explican el éxito de Ciudadanos de Cataluña -fraguado a costa, fundamentalmente, del PSC- son las que hacen muy compleja, por no decir inviable, su exportación al resto de España, opción defendida con tanto entusiasmo como incoherencia por medios supuestamente afines al PP. Como subrayaba anteayer en una entrevista a ABC Esperanza Aguirre, «el único partido de los ciudadanos en Madrid es el Partido Popular», porque no tiene sentido -y aquí radica la incoherencia- que aquéllos que promueven la fórmula de Ciudadanos a escala nacional lo hagan con el argumento de que el PP ha dejado un hueco por no ser fiel a su programa «natural».

Bastaría recordar determinados planteamientos defendidos por algunos de los promotores de Ciudadanos de Cataluña para comprobar el dislate de que sean precisamente medios confesionales los que apoyen esa estrategia. A la derecha con valores morales confesionales no le debería bastar el antinacionalismo para ignorar todo lo demás. Sin duda, estamos ante figuras, como Albert Boadella, que han demostrado gran valor como impulsores de una reacción social contra el nacionalismo catalán, al que denunció en solitario cuando nadie en su gremio se atrevía a hacerlo y por miedo a perder las prebendas del régimen. El problema, por tanto, no es de Boadella, sino de quienes dicen defender unos principios y promueven los contrarios. Lo mismo cabría decir del apoyo que algún otro promotor de Ciudadanos ha puesto por escrito al aborto basado en la selección de sexo, o del respaldo expresado en la entrevista con ABC por el líder de esta plataforma, Albert Rivera, a los matrimonios entre homosexuales.

Todas estas opiniones son legítimas y compatibles con el reconocimiento político al esfuerzo de vanguardia que han asumido los promotores de Ciudadanos de Cataluña, a los que no cabe reprochar que digan y defiendan lo que piensan. Lo que resulta incompatible es la doble moral de los que, desde medios confesionales, jalean a este partido como alternativa a la supuesta «desnaturalización» del PP.