UNA BANDA TERRORISTA Y UN GOBIERNO ESTÚPIDO
Artículo de Carlos Martinez
Gorriaran en “ABC” del 31.12.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que
sigue para incluirlo en este sitio web.
Seguramente habrá buena gente que se haya sorprendido por el
salvaje bombazo de ayer, con el que ETA casi derriba la flamante terminal T-4,
pero el Gobierno de Zapatero no tiene ningún derecho a la sorpresa ni a
mostrarse decepcionado por un atentado que no sólo acaba definitivamente con
las ilusiones del «alto el fuego» de los terroristas, sino que, sobre todo, era
un suceso previsto y razonablemente explicado por muchos de nosotros. Sin
embargo, es un hecho que ETA ha sorprendido al Gobierno; según Rubalcaba, no
podían calcular que esto pudiera ocurrir. Y en efecto, de otra manera no se
comprende la rueda de prensa del presidente Zapatero del día 29, con su infame
equívoco entre atentados y «accidentes mortales», ni tampoco la sucesión de
disparatadas exculpaciones de ETA de Mezquida -la
banda no se está rearmando- y Rubalcaba -el zulo lleno de explosivos es sólo un
«proyecto»-. Ya sería escandaloso si ambos fueran sólo políticos sin cargo,
pero es que semejantes dislates vienen del jefe de las fuerzas de orden público
y de su superior, el ministro del Interior (¿por cuánto tiempo?)
Así pues, es indudable que el atentado no sólo ha cogido al
Gobierno a contrapié, sino que ETA ha sabido jugar con lo que sólo cabe
calificar, en buen castellano, como la insondable estupidez gubernamental,
empeñado en que la banda y Batasuna eran algo distinto a los que todos sabemos
que son: terroristas. La banda ha escogido el día siguiente de la triunfalista
enésima proclama de Zapatero sobre la buena marcha del «proceso» no sólo para
volarlo, sino para poner en ridículo al Gobierno. Otro pronóstico desdichado.
Han sido Zapatero, sus personas de confianza y el poderoso y extenso círculo de
sus turiferarios -una facción de la clase mediática no menos inepta que su
correspondiente política- quienes se han empeñado en luchar contra los hechos
evidentes antes que contra los terroristas, en llamar «enemigos de la paz» (y
amigos a tipos como De Juana Chaos) a quienes advertían de los errores y
pedían, por lo menos, un poco de sensatez. Pero si un comando etarra se ha
colado en Madrid con una furgoneta llena de explosivos es porque el Gobierno
estaba convencido de que tal eventualidad era imposible, pues habrían
verificado la voluntad de continuar el proceso de «la otra parte». La mendacidad
del lenguaje ha sido perfectamente proporcionada a su desprecio del pensamiento
racional y el sentido común.
Al Gobierno sólo le quedan dos caminos. Uno, empeñarse en que
sólo ha sido un accidente y que el proceso debe continuar porque es una oportunidad
histórica; se invocarán al respecto «accidentes» comparables en la larga
negociación entre el IRA y los británicos. Al fin y al cabo, parece que -a
falta de conocer qué ha sido de dos desaparecidos- nadie ha muerto, y si
hubieran muerto quizás podrían considerarse víctimas accidentales. El otro
camino consiste en tirar la toalla en su inútil pugna contra la realidad,
abandonar la propaganda sedante y volver a la política del pacto
antiterrorista. Altamente improbable, porque implicaría dar por fracasado casi
todo lo hecho por el Gobierno y el PSOE en los últimos años. Y porque a estas
alturas, ¿quién puede creerse que Zapatero y sus huestes puedan liderar esa
estrategia? Rubalcaba se ha limitado a condenar los hechos, a mostrarse
engañado y a anunciar que «diálogo y violencia son incompatibles en la
democracia». Pero eso ya nos lo había dicho en cada «accidente» anterior, de la
invasión de Aritxulegi al robo de las 300 pistolas,
pasando por la voluntariosa ignorancia de la extorsión y la «kale borroka». Es decir, que las
cosas seguirán igual si nadie lo remedia. Sin duda, 2007 va a ser un año muy
penoso.