TRES AÑOS DE LA TRAMPA DE PERPIÑÁN

 

  Editorial de   “ABC” del 04.01.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Con una apostilla a pie de título:

 

LO QUE NO PUÉ SÉ NO PUÉ SÉ, Y ADEMÁ É IMPOSIBLE

Luis Bouza-Brey (4-1-07, 21:30)

 

A mi juicio, el análisis es correcto, pero la conclusión no. ZP no cree en un cambio de sus políticas ni parece estar capacitado para efectuarlo. Y como llevamos meses asistiendo al fracaso general del Gobierno y su Presidente, no cabe más salida coherente que la dimisión. Aunque la coherencia no es su rasgo definitorio, por lo que lo probable es que la situación agónica se prolongue todavía unos meses más, si el PSOE ---esa carcasa burocrática inerte--- no se mueve. Cosa también poco probable, el que se mueva, así que deberíamos irnos preparando para unas elecciones anticipadas. Pero con estos dirigentes lo mejor es imaginarse el escenario peor, así que probablemente haya que prepararse para un período agónico de imprevisible duración sin dimisión,  ni destitución intrapartidaria, ni elecciones anticipadas. ¡Houston, we have a problem!

 

LA tregua que anunció ETA el 22 de marzo ha fracasado por la misma causa que fracasaron las anteriores: porque los terroristas nunca conceden un alto el fuego para alcanzar la paz, sino para mejorar su estrategia terrorista. Por eso no tiene sentido que el Gobierno se lamente de que el PP dedique la mayor parte de sus pronunciamientos públicos a Rodríguez Zapatero y no a ETA, pues de ETA nunca se puede ni se debe esperar nada, salvo terror: ayer fue encontrado entre los escombros de la T-4 el cuerpo de uno de los asesinados el pasado sábado. Es lógico que la oposición se dirija al Gobierno, más aún si su presidente es quien desde hace más de dos años ha venido anunciando el advenimiento de la paz, ha cancelado la política antiterrorista que arrinconó a ETA y ha sustituido los grandes acuerdos con el PP por pactos de oportunidad con minorías. Si el fracaso de la tregua sólo es imputable a ETA, el fracaso de la política antiterrorista del Gobierno sólo es achacable a la serie de decisiones tomadas, en la mayoría de las ocasiones con un personalismo insólito, por el presidente del Gobierno. Y en este sentido es preciso recordar que hace tres años se produjo una infame reunión entre Carod-Rovira -reciclado como número dos de José Montilla- y la cúpula de ETA, revelada en exclusiva por ABC, de la que resultó una declaración singular de tregua acotada a Cataluña, respetada escrupulosamente desde entonces por los etarras. No fue un acuerdo entre terroristas y un demócrata, sino entre nacionalistas que iban a lo suyo. También aquella reunión puso de manifiesto el riesgo de que la nueva política de alianzas entre el socialismo y el nacionalismo extremista acabara catalizando un proceso de negociación con ETA, a lomos de una revisión del modelo de Estado que contemplara el reconocimiento de naciones distintas de la española y la relación confederal entre la comunidad autónoma y el Estado. Y así ha sucedido.

Aquella reunión de Perpiñán no es indiferente al curso de los acontecimientos posteriores; incluso fue un anticipo de lo que después se ha ido conociendo sobre los contactos del Partido Socialista de Euskadi con Batasuna y ETA, previos a la declaración de alto el fuego reventado con el atentado de Barajas. En todo caso, el tiempo ha dado la razón a quienes denunciaron, como se hizo desde esta página editorial, que el mantenimiento de los pactos entre PSOE y ERC tras el encuentro de Perpiñán delataba más a los socialistas que a los republicanos sobre sus intenciones en torno a la política antiterrorista. Fue entonces cuando realmente el PSOE rompió el Pacto Antiterrorista y descubrió su voluntad de enfocar el final de ETA por el camino de la negociación política y no de la derrota incondicional. Todo lo que ha sucedido con posterioridad no es más que una confirmación de aquellos temores.

La rectificación que tiene pendiente el Gobierno es, por tanto, mucho más profunda, radical y estructural que una mera adaptación de su discurso a las nuevas circunstancias. La vuelta al Pacto Antiterrorista implica compromisos más estrictos que una ración de buenas palabras del ministro del Interior. Supone, por ejemplo, revisar las alianzas parlamentarias actuales del Gobierno, porque, entre otras razones, el Congreso debe necesariamente aprobar una nueva resolución que cancele la de mayo de 2005, secuela del encuentro de Perpiñán. Con otras palabras, la asociación política con ERC es incompatible con una recuperación sincera de la voluntad de derrotar a ETA sin condiciones. Es posible que de aquella reunión saliera esa información privilegiada y personal en la que Rodríguez Zapatero depositó su convicción inquebrantable en el éxito del proceso de «paz». Sea o no así, el pacto con ERC es una secuela gravosa y caduca de un tiempo que el Gobierno debe finalizar íntegramente.

Las consecuencias del fracaso político del Gobierno en la gestión del proceso de paz van a tener un largo recorrido porque era la clave de su legislatura, el escenario de una nueva política de alianzas con el nacionalismo radical, así como de revisión del modelo de Estado, y el motivo de una grave crisis de confianza ciudadana y de relaciones con el Partido Popular. El camino de vuelta va a ser para Zapatero, y sólo por sus propias decisiones, mucho más difícil que el de ida.