EL CANDIDATO VACÍO

 

  Editorial de   “ABC” del 26.11.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Rodríguez Zapatero dedicó ayer el discurso de su proclamación como candidato a un mensaje central: pedir votos para una reelección que no tiene asegurada. El resto de su alocución fue una sucesión de tópicos contra el Partido Popular, sin la más mínima autocrítica y con la exhibición de una España tan idílica que resulta incomprensible que las encuestas no le den una ventaja ya irreversible. Es cierto que en actos de este tipo todo candidato a la reelección se entrega al ensalzamiento de su gestión, pero Rodríguez Zapatero está incurriendo excesivamente en el error de confundir la ilusión con el ilusionismo y el resultado es la fabricación de un discurso cada día más ficticio y alejado de la realidad social a la que tantas veces apela para intentar desgajar al PP de los ciudadanos. Hace una semana, Mariano Rajoy asestó un golpe letal a la estrategia preelectoral socialista con una oferta histórica de reforma del sistema fiscal español por la que más de siete millones de españoles dejarán de pagar el impuesto de la renta de las personas físicas. Pocos días después, el Centro de Estudios Sociológicos, dependiente del Ministerio de la Presidencia, situaba al PP sólo 2,3 puntos porcentuales por detrás del PSOE, en un sondeo en el que los encuestados ya conocían el «cheque-bebé» y las ayudas al alquiler de vivienda, pero no el anuncio de la rebaja fiscal hecho por Rajoy. Para más precisión del alcance político de esa encuesta, el PP lograba recortar distancias en una coyuntura en la que el terrorismo pasaba a ser la cuarta preocupación de los españoles, demostrándose que para la oposición de los populares también hay opciones más allá de la crítica a la política antiterrorista.

Pues bien, frente a estos datos que confirman que, en efecto, el PSOE no tiene ganadas las elecciones porque el PP le pisa los talones, Rodríguez Zapatero no fue capaz ayer de plantear un programa de futuro con alguna -sólo alguna- propuesta concreta que desmienta la apariencia de que se ha quedado sin ideas para España. Zapatero y el PSOE están reescribiendo a marchas forzadas una historia virtual de esta legislatura, en la que han desaparecido la indigna negociación política con ETA, el aislamiento internacional de España, el declive de los principales indicadores económicos, la dislocación del Estado autonómico por el Estatuto confederal de Cataluña, las discordias cívicas por el revisionismo histórico, la irrupción desmedida en la estructura de valores con reformas como el matrimonio homosexual, las reformas sociales que no cuajan -como la ley de dependencia o la lucha contra la violencia machista- o la devaluación del sistema educativo. Pero, sobre todo, Zapatero está incurriendo en el error del que siempre dijo que no cometería: ha dejado de conocer el estado real de los ciudadanos, quienes, más allá de cuál sea la orientación de su futuro voto, ya no se identifican con un Gobierno que ha optado por ignorar las dificultades de las economías familiares para usos tan cotidianos como poder llenar la cesta de la compra con productos básicos.

Cualquier Gobierno puede despistar -en el peor de los casos, hasta engañar- a los ciudadanos cuando los problemas del país se sitúan en niveles ajenos al bienestar de cada uno de ellos. Pero España no está ahora mismo en esa situación. Los problemas han llegado, y más de lo que cree el Gobierno, a los hogares españoles. Por eso, las críticas al PP, tan de manual como repetitivas, serán insuficientes para sumar esos votos que reclama Rodríguez Zapatero, entre otras razones, porque es pura hipocresía lamentar la supuesta «obstrucción» practicada por el PP, cuando la estrategia de Zapatero ha sido, desde 2003, el aislamiento y la marginación de la derecha democrática. Frutos de este diseño sectario de la dinámica democrática fueron el Pacto del Tinell, sin precedentes en España, y todas las rupturas de consensos provocadas directamente por el PSOE, en cumplimiento de ese «cinturón sanitario» que forjó con minorías que ahora le van abandonando y, sobre todo, con los partidos más extremistas. Zapatero ha visto el saldo de su mandato y necesita un culpable exterior al que endosárselo para recuperar la iniciativa y tapar su fracaso.