LAS RAZONES DE RAJOY
Editorial de “ABC” del 25 de
mayo de 2008
Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial
que sigue para incluirlo en este sitio web.
Mucho más explícito que
en cualquier otra ocasión desde que iniciara el proceso de renovación del PP,
Mariano Rajoy desgrana en una entrevista que hoy publica ABC sus planteamientos
sobre los asuntos principales que afectan a su partido. Se echaba de menos en
Rajoy la determinación de una postura clara sobre temas que estaban siendo
polemizados por otros dirigentes populares, partidarios y detractores de unas
intenciones que el presidente del PP aún no había manifestado. El mensaje
central de Rajoy es su compromiso para mantener los principios ideológicos del
PP como partido de centro reformista, que es su definición estatutaria. Más
allá de esta declaración obvia, Rajoy es consciente de que se ha querido
desgastar su imagen con el reproche de que no inspira confianza, y frente a
esta acusación insiste en que no ha cambiado de criterio ante responsabilidades
esenciales de la tarea de oposición, como la política antiterrorista, la
relación con minorías nacionalistas o la crítica al Gobierno. El cambio de
enfoque no vendría de alterar la estrategia del PP en estos asuntos, sino de
dar prioridad a temas como la economía, la inmigración, la familia o la
educación. El problema que sufre el mensaje de Rajoy es que no se ha planteado
con suficiente claridad a los militantes y a la opinión pública que la
necesidad electoral del PP debe resolverse ampliando -no sustituyendo- el
abanico de temas de oposición al Gobierno. El error podrían cometerlo quienes
creyeran que la victoria del PP exige cambiar de electorado -el actual por otro
progresista-. Si fuera así, el fracaso de la renovación está cantado. La
principal garantía para el candidato del PP en 2012 seguirá siendo la fidelidad
de voto que tiene este partido. Introducir confusión o incertidumbre en este
electorado supondría perder la única plataforma que permitirá a Rajoy disputar
con expectativas la presidencia de Gobierno al PSOE.
Con la crisis del PP
vasco como telón de fondo, Rajoy asume un discurso inequívoco: declara que es
imposible pactar con el actual PNV soberanista y rechaza modificar el estatuto
de Guernica, como pretenden nacionalistas y socialistas. Doble mensaje que
debería calmar la inquietud de quien temiera un giro -que, de existir, sería
absolutamente reprochable- hacia políticas de pacto con los nacionalismos. La
desconfianza que subsista sobre Rajoy deberá motivarse en otras cuestiones,
pero no en la vasca, ni en la relación con los nacionalismos. Que se muestre
partidario de dialogar con los nacionalistas no justifica que le lancen un
anatema, no sólo porque ese diálogo permitió al PP gobernar en 1996, sino
también porque el PP debe manejar con mayor astucia los recursos que mejoren su
imagen ante sectores sociales anclados aún en estereotipos caducados sobre la
derecha democrática.
Rajoy se muestra
convencido de sus posibilidades y ratifica que se presentará al congreso de
junio, de donde saldrá un secretario general que tendrá ocupación a «tiempo
completo», dato que permite un cierto descarte previo y reduce el número de
candidatos. Para hacer su equipo tiene tiempo, pero lo urgente para Rajoy era
dar el paso que da hoy en las páginas de ABC de asumir por sí mismo su
representación y su discurso, sin intermediarios, como cuando afirma que desea
que se presente en el congreso de junio todo aquel que lo desee. Rajoy sabe que
las condiciones estatutarias -número de avales necesarios- no facilitan esta
libertad de concurrencia. Por esta razón, Rajoy contribuiría decisivamente a
reforzar la legitimación de su candidatura, legitimada ya en virtud de las
actuales reglas de juego, y a la reconducción de la crisis si anunciara una
reforma interna que suprima la exigencia de avales para el congreso de junio.
No se trata de instaurar un sucedáneo del sistema de primarias, sino de
cualificar la representatividad democrática del sistema de compromisarios. Los
sectores críticos con Rajoy -dispersos y heterogéneos- utilizan el argumento de
los avales como un gravamen del aparato del partido que les impide dar el paso
de presentar una candidatura. La supresión de avales pondría a todos ante la
realidad de sus discursos y del grado de apoyo que serían capaces de recabar, y
así Rajoy dejaría de enfrentarse a espectadores que están en la grada mientras
espera a que alguien salga a disputarle la presidencia.