RETRATO DE UN GOBIERNO A LA DEFENSIVA
Editorial de “ABC” del 13
de mayo de 2009
Por su interés y
relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio
web
José
Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy protagonizaron ayer el debate más duro y
áspero desde 2004, escenificando no sólo el antagonismo de sus políticas
económicas, sino también la ruptura de puentes entre el Ejecutivo y la
oposición. Los antecedentes de discrepancias entre uno y otra por la crisis y
el contexto preelectoral auguraban este sesgo del debate, que además evidenció
el creciente aislamiento parlamentario del presidente del Gobierno, cuyo
discurso inicial de la mañana fue duramente criticado por las minorías aún
antes de intervenir. La tensión que mostraba Zapatero en su primer discurso
reflejaba la certeza de que ya han quedado atrás los tiempos en que todo valía
para marginar al PP con el «cordón sanitario» trenzado con nacionalistas y
extrema izquierda. Ahora, Zapatero es mal compañero de viaje y recibe un
repudio que sus antiguos aliados no se recatan en disimular.
El
presidente del Gobierno intentó anticiparse a las críticas que iba a recibir
lanzando anuncios de medidas económicas y sociales pretendidamente novedosas,
expuestas de manera un tanto precipitada, en ocasiones confusa, que siguieron
el patrón de la improvisación y la falta de proyecto global para la
recuperación económica. Intentó mermar la réplica de Rajoy con unas rebajas
fiscales a pequeñas y medianas empresas y trabajadores autónomos
-reiteradamente rechazadas por los socialistas- que son insuficientes, porque
son tan restrictivas y condicionadas que apenas van a tener efecto estimulador
en la contratación y en la actividad económica. También anunció una ayuda
directa a la compra de coches, pero basada en las cuentas de la lechera, porque
el 75 por ciento de esa ayuda dependerá de que accedan a compartirla las
comunidades autónomas (500 euros) y la industria del automóvil (1.000 euros). Y
así hasta llegar al tijeretazo a las desgravaciones por adquisición de
vivienda, previsto para 2011 -plazo tan largo que inutiliza la medida de
antemano-, que maltrata a las clases medias, bien defendidas por Rajoy, e
ignora las cargas familiares, al fijar como tope salarial para ese beneficio
fiscal unas rentas de 24.000 euros, que tendrán los mismos problemas que los
actuales para acceder a la financiación hipotecaria.
El
presidente del Gobierno se encontró con que sus novedades nacían ya amortizadas
por un efecto letal para un gobernante: el descrédito personal, que fue uno de
los argumentos principales de la intervención contundente de Rajoy. El líder
del PP fue consciente de que el desempleo creciente, el pesimismo social
generalizado y el estancamiento político del Gobierno debían centrar el debate,
aunque Zapatero insistió en reconducirlo a una especie de culpa histórica del
PP -de la que su líder supo liberarse en todo momento- por la «burbuja
inmobiliaria» y el modelo económico sustentado en la vivienda. Rajoy acertó en
sus críticas, porque pusieron a Zapatero frente a sus responsabilidades desde
hace más de cinco años, tiempo suficiente para hacer propias las causas de
cualquier carencia en el sistema productivo español. Los sondeos de opinión
sobre quién ganó el debate arrojarán resultados dispares, pero la jornada de
ayer se cerró con la certeza preocupante de que el Gobierno no tiene fuerza
política para salir de la crisis económica.