METÁFORA PARA UNA NACIÓN
Editorial de “ABC” del 12-7-10
Por su interés y relevancia he
seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web
La selección es una metáfora de lo que España puede llegar a ser, siempre
que estemos dispuestos a aplicar los mismos criterios que han fundamentado sus
éxitos
La selección española conquistó ayer el Campeonato del Mundo de fútbol al ganar en la final al equipo holandés. Se trata del mayor éxito en la historia del fútbol español, un título que, sumado a otros triunfos no menos relevantes, sitúa a España en la vanguardia de los grandes deportes mundiales, como baloncesto, tenis, ciclismo o motor. El resultado obtenido por el conjunto de Vicente del Bosque no ha sido fruto de la suerte en el cruce de eliminatorias, o de una circunstancia meramente coyuntural: arrancó con la Eurocopa de 2008, cuando Luis Aragonés armó un equipo sólido, con jugadores jóvenes e inigualables en sus demarcaciones, y ha culminado en el Mundial de Sudáfrica, doctorándose con Vicente del Bosque en la más importante competición deportiva, después de los Juegos Olímpicos. Hace tiempo que se agotaron los adjetivos para calificar a un conjunto de deportistas que dan ejemplo por sus resultados, pero principalmente por sus virtudes como equipo. Se ha dicho que son solidarios entre ellos, amigos que confían unos en otros, profesionales que saben lo que tienen que hacer. Entonces su éxito se entiende mucho mejor. Este extraordinario factor humano ha sido dirigido con inteligencia y mano izquierda. La selección española lleva años acreditando que su buen juego responde a una buena planificación, a la elección de los mejores, a la subordinación del individualismo al bien general, al seguimiento de unos excelentes directores y al compromiso colectivo con unos objetivos que ayer, de forma espectacular, fueron coronados con el Mundial 2010.
Durante estas semanas, las victorias de la selección española y la progresión
de su juego desde la derrota ante Suiza han servido para establecer
paralelismos entre la buena gestión del combinado nacional y el estado general
de España. Es una reacción inevitable, porque, en un momento de crisis, la
selección española regala unas horas de euforia y autoestima para los que no
hay muchos motivos antes y después de cada partido. Sin embargo, y siendo
legítimo preguntarse por qué España no funciona como la selección, por qué sus
valores no son los del país en su conjunto, los de su clase política, incluso
los de la sociedad, más valdría reconvertir tanto juicio comparativo con el
Gobierno en un mensaje para los ciudadanos. Porque el mensaje de la
solidaridad, del trabajo en equipo, de la sana ambición, de las ideas claras,
incumbe principalmente a la sociedad española. La selección es una metáfora de
lo que España puede llegar a ser, siempre que estemos dispuestos a aplicar los
mismos criterios que han fundamentado los éxitos del combinado nacional. Sería
bueno que el entusiasmo colectivo por la selección fuera un estímulo para la
sociedad española ante las dificultades del momento e incluso un motivo para
exigir que nuestro país se parezca y trabaje como ese grupo de jóvenes
—incluidos los Gasol, Nadal, Pedrosa, Alonso, Contador…— que están obligando a
todo el mundo, en sentido literal, a hablar de España con admiración.
Por si fuera poco el efecto ejemplarizante, los éxitos de la selección han
quitado el velo que tapaba el deseo de expresar algo tan elemental como el
orgullo de ser españoles. Nada más erróneo que transformar este sentimiento en
una suerte de nacionalismo español oponible a los nacionalismos periféricos.
Pero tampoco sería razonable que este tiempo de exhibición de banderas y colores
nacionales quedara clausurado a partir de mañana, como
si realmente la roja y amarilla fuera la bandera de la selección y no de
España. Se trataría de recuperar un patriotismo positivo y constructivo, que es
imposible si los ciudadanos se avergüenzan de su bandera, como símbolo de la
unión nacional y de su identidad española. Esta explosión cívica de españolidad
debería ser bien entendida por la sociedad como un valor enriquecedor, en un
momento en que España necesita bases firmes para una recuperación que no solo
es económica. Y también debería ser interpretada correctamente por la clase
política, a derecha e izquierda, como la exhibición de una España que si no da
más la cara, es decir, si no se muestra más a menudo con esta alegría, esta
autoestima y esta convicción, se debe a que no tiene los liderazgos que merece.
Hemos tenido que esperar a un Mundial de fútbol para que se genere un estado de
ánimo frente a la adversidad, un sentimiento de patriotismo integrador. Pues
sí, ha tenido que ser la selección de fútbol la que enseñe a los españoles que,
como Nación, no hay más límites que los que se imponga a sí misma.