La crisis económica
centrará, como es lógico, el Debate sobre el estado de la Nación, pero desde
luego no agota el cupo de debilidades que presenta el Gobierno
Editorial
de “ABC” del 13 de
julio de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web
Mañana comienza
en el Congreso de los Diputados el Debate sobre el estado de la Nación y esta
vez será muy distinto para Rodríguez Zapatero. La contienda parlamentaria con
Mariano Rajoy se va a producir con una opinión pública claramente orientada en
las encuestas hacia un cambio de gobierno, con diferencias que oscilan entre
los 8 y los 11 puntos porcentuales a favor del Partido Popular. Tampoco hay
margen, como ocurrió en anteriores debates, para sorprender a la oposición y a
los ciudadanos con subidas de pensiones, ayudas públicas indiscriminadas, como
la deducción de 400 euros, o medidas de corte populista. El grifo de las
cuentas públicas está cerrado, lo que obliga a Rodríguez Zapatero a administrar
una situación de penuria que nunca creyó que le tocaría vivir, acostumbrado
como estaba a tirar de las saneadas cifras que se encontró en 2004. Este
Gobierno ha demostrado que no estaba preparado para gestionar una crisis.
Además, el Ejecutivo socialista y su presidente tienen el estigma indeleble de
la desconfianza ciudadana, que es una forma de inhabilitación política que
resulta muy complicado revertir. Con vistas a una rendición de cuentas, como la
que tendrá que hacer mañana, este es el peor escenario para un presidente de
Gobierno.
Además,
la reacción de sus colegas socialistas de Cataluña a la sentencia del Tribunal
Constitucional reabre ante Zapatero el debate territorial, nunca cerrado del
todo, con una virulencia desconocida, forzándolo a una contradicción
inocultable con José Montilla, socialista que encabezó el pasado sábado una
manifestación totalmente independentista. Esta fractura interna del socialismo
español revela la fragilidad de las bases sobre las que se apoyó Zapatero para
acceder al poder, con una red de compromisos con los nacionalistas que, además
de ser una apuesta temeraria y fallida, lo ha debilitado. De hecho, en este
momento, la tensión territorial con Cataluña —aquella de la que Zapatero
culpaba a Aznar— es la más grave desde 1978. En cambio, donde ha conseguido
mitigarla, como en el País Vasco, es por un pacto con el Partido Popular.
La
crisis económica centrará, como es lógico, el debate de mañana, pero no agota
el cupo de debilidades que presenta el Gobierno. La imagen de agotamiento
político que transmite el Ejecutivo es cada día más nítida, agravándose sus
perfiles por las incógnitas sobre el futuro inmediato que les esperan a los dos
frentes de su gestión en situación crítica: la economía y el sistema
autonómico.