EL SOCIALISMO SE HUNDE

El batacazo electoral sufrido ayer por los socialistas catalanes no es otra cosa que el detonante definitivo para el fin del zapaterismo. El triunfo de CiU —y del PP— certifica el proceso irreversible de cambio en España

Editorial de  “ABC” del 29 de noviembre de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web

 

SI Cataluña significó en la historia política de Rodríguez Zapatero su plataforma de lanzamiento personal y el laboratorio de ideas extremistas contra la derecha y contra el pacto constitucional de 1978, la debacle electoral sufrida ayer por los socialistas catalanes no es otra cosa que el detonante definitivo para el fin del zapaterismo. Únicamente la prerrogativa presidencial de disolver el Parlamento mantiene con vida política al presidente del Gobierno, pero la derrota de Montilla, la peor de la historia del socialismo catalán, certifica el proceso irreversible de cambio en España. Y este cambio arranca, aunque parezca un contrasentido, con un Parlamento catalán más nacionalista que nunca, cosecha propia de la política territorial y de pactos con la que Zapatero puso en jaque el orden constitucional y pervirtió el papel propio de la izquierda catalana como fuerza de contención del nacionalismo. Los electores catalanes han preferido el original nacionalista de Artur Mas a la fotocopia soberanista —y borrosa— de José Montilla. El «pacto del Tinell» y la aventura anticonstitucional del Estatuto de 2006 han puesto al socialismo fuera de juego en Cataluña, pero con una responsabilidad directa en Rodríguez Zapatero.

D La participación sirve de poca excusa porque ha sido superior a la de 2006, y esto supone, por un lado, que ha habido un voto de castigo —tanto como una abstención de castigo— contra los socialistas; y, por otro lado, un valor especial al aumento experimentado por el PP en diputados y votos. Mariano Rajoy, con el gran resultado de su partido, que ha pasado de 14 a 18, está hoy más legitimado que ayer para pedir a Rodríguez Zapatero que ponga fin a la agonía política en la que tiene sumida a España y disuelva el Parlamento. El resultado de las elecciones autonómicas en Cataluña desmiente cualquier atisbo de remontada tras la remodelación del Ejecutivo central y confirma que la opinión pública, incluso una tan condescendiente con el PSOE como es la catalana, ha llegado a un punto de no retorno en su rechazo a Rodríguez Zapatero. Como sugirió Montilla, los resultados catalanes no iban ser ajenos al presidente del Gobierno porque están marcados por todos los errores de esta legislatura, incluyendo con carácter principal la nefasta gestión de la crisis económica. El discurso del PP ha sido eficaz en la delimitación de un espacio político propio, para lo que fue esencial su apuesta por la impugnación del Estatuto y el discurso constitucionalista, que habrá convencido a muchos votantes del PSC. La defensa de una Cataluña bien situada en España, de una política bilingüística real y de una atención a los problemas prioritarios de la sociedad, como la inmigración, han permitido al PP mantener su voto y captar otro nuevo hasta dejar de ser una fuerza marginal. Los populares han marcado un hito histórico al convertirse en la tercera fuerza política y presentarse como factor relevante para la composición de gobiernos municipales y locales después de las elecciones de 2011. Además, estos resultados significan, con vistas a unas elecciones generales, que Cataluña dejaría hoy de ser el granero fijo de votos de los socialistas. Rajoy ha recibido un aval con esa exigua diferencia

de menos de siete puntos que separó ayer al PP de los socialistas catalanes, dato con una dimensión política de gran calado.

No hay duda de que el ganador indiscutible es Artur Mas, cuya victoria arrasadora ha finiquitado el tripartito y ha hecho pagar a los socialistas catalanes su errática transición de izquierda federalista a soberanistas de última hora. Gracias a los errores del socialismo, CiU recupera el poder autonómico con una fortaleza propia de los mejores tiempos del pujolismo. Su victoria le permite gobernar en solitario, aunque sería un error que descartara la posibilidad de mayorías en contra. El PP es el interlocutor más lógico para esta nueva etapa. Ahora bien, a CiU su victoria lo deja sin excusas para responsabilizarse íntegramente de la dirección política que imprima a Cataluña desde el momento en que Artur Mas sea investido como presidente de la Generalitat. La deriva soberanista que lideraron Maragall y Montilla, con el padrinazgo de Zapatero, ha salido cara a Cataluña. Artur Mas tendrá que decidir si ha recibido un mandato para agravar la política de desafío constitucional de su predecesor, con reivindicaciones tan fuera de lugar como la de un concierto económico como el vasco, o para encauzar Cataluña por un camino de pragmatismo y equilibrio, tanto más necesario en un período de crisis económica. No se le puede exigir a Mas que no sea nacionalista cuando empiece a gobernar Cataluña, pero sí que aprenda de los perjuicios que provocó el tripartito con propuestas que CiU nunca se atrevió a ejecutar en los muchos años en que gobernó con mayoría absoluta. Nuevamente, Cataluña puede ser decisiva para España.