MOTÍN A BORDO

 

 Artículo de Cristina Alberdi   en “La Razón” del 05.07.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Parece que las aguas bajan revueltas en el Partido Socialista de Cataluña. Dos grupos de militantes agrupados en torno a «Agora Socialista» y «Socialismo en Positivo» se han plantado frente a las tesis oficiales y han decidido enfrentarse a Maragall. Según ellos, los socialistas están perdiendo sus señas de identidad históricas. Incluso dirigentes ortodoxos, como algunos alcaldes del cinturón de Barcelona, están afeando el discurso nacionalista de Maragall y piden una vuelta a las esencias del socialismo. Reclaman un alejamiento de los postulados de Ezquerra Republicana de Cataluña y que la dirección empiece a marcar distancias de los

planteamientos nacionalistas y levante la bandera de las políticas sociales. No están solos, destacados dirigentes del PSOE se han manifestado en los últimos meses en el mismo sentido, con motivo del sistema de financiación propuesto en los borradores del Estatuto Catalán. Desde Ibarra a Chaves pasando por Barrera

o Bono, vienen diciendo que Maragall se equivoca, que está rompiendo con los principios de igualdad y solidaridad que son irrenunciables.

El último destacado dirigente socialista en salir a la palestra ha sido Alfonso Guerra a cuenta del término «nación». Ha sido muy claro. Si se acepta, dentro de unos años los nacionalistas podrán decir:

¿pues si somos una nación por qué no tenemos Estado? Eso es lo que pretende el nacionalismo. Desde

luego los socios de ERC nunca lo han ocultado. Carod-Rovira considera el Estatuto «un paso intermedio» para obtener en el futuro mayores cotas de autogobierno y por supuesto la independencia, a la que en ningún

momento han renunciado. Su posición decisoria en la Generalitat y en el Gobierno de la Nación como socio para la obtención de mayoría parlamentaria les ha hecho crecerse día a día y ya le reclaman a Zapatero con total descaro que «haga callar» a Guerra, a Ibarra o a Bono. Incluso han conseguido que Zapatero por fin se pronuncie.

Según él, la cuestión no es estrictamente jurídica y «no pondrá obstáculos para que Cataluña se denomine nación en el Estatuto», aunque «siempre que a la vista de los dictámenes que se realicen, dicho término sea compatible con la Constitución». Zapatero, amarrado a los designios de ERC para mantenerse en la Moncloa,

es capaz de pretender una cosa y la contraria. En el mismo Gabinete hay diferencias. El ministro de Defensa, Bono, dice, «la única nación que la Constitución reconoce es la nación española». En todo caso lo que resulta

evidente es que estamos asistiendo a un auténtico gallinero en las filas del socialismo en el que parecen mayoría aquellos que abogan por menos luchas identitarias trasnochadas y más trabajar por los intereses reales de los ciudadanos que no merecen semejantes gobernantes pendientes de su ombligo y su campanario.

Tampoco en Euskadi las aguas bajan tranquilas. Una vez más varios destacados dirigentes han cuestionado a la dirección, entre amenazas de expulsión del partido o incluso directas invitaciones a abandonarlo. Está claro que el partido socialista tiene un problema con el avance nacionalista, al que sin duda ha dado alas. Una gran parte de la militancia, no sólo en Cataluña, no va a transigir con cambios tan trascendentales por imposición, sin debate alguno.

Se trata de temas que afectan al núcleo central del socialismo, históricamente contrario a los planteamientos nacionalistas y muy condicionado por valores universales que están en las antípodas de tales reivindicaciones.

Para terminar de completar el cuadro, un grupo de destacados intelectuales catalanes han presentado «un manifiesto para promover la creación de un nuevo partido político» que se enfrente a la deriva nacionalista del socialismo catalán. El manifiesto pone el dedo en la llaga. Acusa al PSC de hacer el juego a los federalistas

y soberanistas y al tripartito de fomentar el odio contra todo lo español. Denostan la inmersión lingüística

que se traducirá en pérdida de la calidad de la enseñanza en Cataluña. Y también, según ellos, la economía resultará contaminada y aumentará el victimismo entre regiones. Y por supuesto denuncian la corrupción institucional en la distribución de los recursos públicos y el acceso a los cargos y responsabilidades públicas.

El panorama no puede ser peor. Los firmantes no son cualquier cosa. Personas de la categoría de Félix de Azúa, Arcadi Espada o Albert Boadella procedentes de la izquierda y de la lucha contra el franquismo, asumen la responsabilidad de dar un paso al frente para romper el silencio impuesto por el Gobierno catalán y por los bienpensantes nacionalistas que se han convertido en árbitros de lo políticamente correcto. Plantean directamente combatir la acción política que lleva a cabo el ejecutivo catalán. ¿Cómo? Mediante la creación de un partido laico, ilustrado y social. Muchos dentro del PSOE trabajan en la misma dirección. De momento, la mayoría guarda silencio. Nunca pensé que el tiempo me diera la razón tan pronto. El tripartito catalán no

está haciendo otra cosa que no sea poner en práctica el Pacto por un Gobierno Catalanista y de Izquierdas firmado el 14 de diciembre de 2003 al que yo me opuse, entonces en solitario, pero con los mismos argumentos que ahora esgrimen muchos. Le comuniqué a Zapatero mi baja en el partido socialista dada mi

discrepancia radical con las decisiones que se estaban tomando en relación al modelo territorial del Estado. «El PSOE, le decía, se está apartando de lo que han sido sus señas de identidad históricas, que en ningún caso incluían las reivindicaciones nacionalistas, lo que supone una estafa política para muchos militantes que como yo entramos en un partido que tenía posiciones muy distintas de las actuales». Ojalá que el motín prosiga y la estafa no se consume.