¿CUÁNDO SE TORCIÓ LA DEMOCRACIA?
Artículo de Gabriel Albiac en “ABC”
del 08 de marzo de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
¿Cuándo empezó
a torcerse todo? Porque se torció, no hay duda. Hasta llegar a este cínico
malvivir, soportando a una impune casta de políticos corruptos que acumula en
sus manos todos los poderes. Sin contrapeso.
Que un
grupo numeroso de jueces haya hecho explícito lo que es la maldición de este
país puede que sea el acontecimiento moral más serio de estos años. Porque lo
que los 1.400 proclaman en su Manifiesto por la despolitización y la
independencia judicial es seca constancia de aquello sobre lo cual se han
erigido los ya tres decenios de corrupción, y sobre cuyo blindaje se asienta el
privilegio de los partidos. También, la ruina de la nación. En lo moral como en
lo económico.
Nada
extraordinariamente nuevo dice este Manifiesto. Fecha el punto de inflexión. Es
todo. 1 de julio de 1985. Ley Orgánica del Poder Judicial. A la medida del PSOE
de un Felipe González cuya mayoría absoluta se maquinaba entonces ilimitada en
el tiempo. Hasta ese día, la Constitución de 1978 había logrado salvar, al
menos, esa tabla del colectivo naufragio abierto por el populismo neoperonista
que teorizara Alfonso Guerra, al llamar a poner en marcha la máquina de hacer
decretos y a enterrar, de una vez, a Montesquieu y su
maldito constitucionalismo.
Siey_s formuló un día de hace más de dos siglos que un Estado que
no garantiza y blinda la autonomía de los poderes no posee Constitución; todo
lo más, un remedo o una máscara. Es, con toda exactitud, lo que aquella nefasta
Ley Orgánica puso en pie frente al texto constitucional que, en el 78,
garantizaba la elección por los jueces de su órgano de gobierno. A partir del
85, el Consejo General del Poder Judicial fue nombrado directamente por los
partidos con representación parlamentaria, en proporción exacta a sus propios
escaños. Con las palabras, ahora, de los 1.400 jueces, «la Ley Orgánica del
Poder Judicial de 1985 procedió a desposeer a los jueces y magistrados de su
originario derecho a elegir a 12 de los 21 miembros integrantes del CGPJ
(derecho que ya venían efectivamente ejerciendo conforme a su precedente Ley
Orgánica de 1980) transfiriendo íntegramente al parlamento la elección de todos
ellos». Y, sí, claro que sí, el Consejo General del Poder Judicial pasó desde
ese día a ser eso que el Manifiesto describe como un clon o un calco del mapa
parlamentario y un brazo ejecutor de los partidos en él representados.
Todo
juez español sabe que el destino de su carrera depende, en muy buena parte, del
Consejo. Y que el Consejo pertenece a quien pertenece: a quien nombra a sus
miembros. «Los nocivos efectos de este degradado uso partidista del nuevo
sistema no se hicieron esperar. Rápidamente fueron quedando impregnadas del mismo
tinte político las más relevantes decisiones del órgano así elegido». La locura
va camino de consumarse en farsa, mediante su multiplicación por 17, para que
también los caciques de cada Comunidad Autónoma se sepan tan invulnerables
cuanto sus jefes nacionales.
Podemos
jugar a engañarnos. Aunque somos lo bastante adultos como para saber que nos
estamos engañando y por qué miedos o intereses lo hacemos. Podemos seguir
llamando a esto en lo cual vivimos democracia. Pero sabemos que cuando
Moratinos, a las órdenes de su jefe, busca torcer el auto judicial que molesta
a un caudillo bananero con el cual se hace jugoso negocio es porque ni siquiera
puede pasársele por la cabeza que un juez sea otra cosa que un subordinado del
Gobierno. Del cual pende, en cada instante, el futuro -o el no futuro- de su
carrera. Sí, en 1985 se torció todo. Hasta llegar al borde del abismo. En donde
estamos.