EL LENGUAJE DEL PODER

 

 Artículo de César Alonso DE LOS RÍOS  en  “ABC” del 20/11/04

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

ZP y algunos de sus compañeros de Gobierno están causando el mayor de los daños que puede hacerse al lenguaje y que consiste en vaciar las palabras de su significado y darlas otro. La intervención del presidente en el Senado, el miércoles pasado, al hablar de la nación española, fue clarificadora. Se apoyó en el hecho de que la idea de nación ha sido y es susceptible de muchas interpretaciones académicas para concluir que el término nación, tal como es empleado en nuestra Constitución, también lo es. De este modo disfrazó con un aparente ejercicio de libertad su real cobardía intelectual como ciudadano y presidente.

ZP es el presidente de la Nación ¿y no sabe él mismo de qué Nación es presidente? Y los demás, ¿podríamos interpretar a nuestra manera cada uno la expresión ZP-es-el-presidente-de-la-Nación-española? Pero enseguida nos proporcionó otro ejemplo de su arbitrismo lingüístico. Llamó «fundamentalista» a Pío García Escudero simplemente porque éste sí tiene una idea clara de lo que significa la Nación en nuestra Constitución. ZP vino a decir coloquialmente que para él es fundamentalista quien mantiene unos principios y, por lo que se refiere al lenguaje, quien cree en el significado de las palabras y lo defiende.

Posiblemente por el horror que le provoca utilizar el lenguaje con propiedad va a tener un fuerte desencuentro con los sindicatos a propósito de los astilleros. Él les dijo que el problema tenía «solución» y que se lo demostraría. Ahora, al regreso de Bruselas, los sindicatos van a recordarle la promesa. A buen seguro les dirá que él quería decir otra cosa con aquello de la «solución».

MORATINOS es otro esforzado destructor del lenguaje. Ha reconvenido a los periodistas por haber denunciado las ausencias en la Conferencia iberoamericana de países tan importantes como Chile, Brasil, Perú y Venezuela. Todos los países son «iguales», ha dicho. ¿A quién querra engañar Moratinos con estas concepciones esencialistas, demagógicas, sofisticadas? Ni siquiera el régimen de Cuba, que también está ausente, es para Moratinos «igual» que los demás: todos sabemos que para él es superior.

AYER mismo Moratinos tuvo otra osadía lingüística: utilizó el término «socios y alidos» al referirse a las relaciones de los Gobiernos español y norteamericano. ¿Acaso puede calificar como «socio y aliado» a un Gobierno respecto a otro, a quien ultraja y abandona nada menos que en el terreno mismo de la guerra? Es claro que Moratinos tiene una idea perversa de los términos aliado y socio. O simplemente desprecia a sus interlocutores, a sus conciudadanos y a Condoleezza Rice, con la que había mantenido una entrevista.

La vicepresidenta es también floja de boca. Le da igual aconfesional que laico. Es decir, sabiendo como sabe que se trata de conceptos muy distintos, insiste, como otros muchos socialistas porque a ella le va la marcha de la intervención contra la Iglesia en los espacios públicos, que es a lo que conduce este término tan querido por todos los que quieren poco la libertad de conciencia.

No hay populismo sin destrucción del lenguaje. ZP está condenado a la perversión de éste por su propensión a aquél. Los socialistas se han instalado muy conscientemente en el universo de la falsificación de los conceptos. Justo al contrario del que defendía Juan Ramón Jiménez cuando reclamaba la propiedad del lenguaje: «Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas».